Desde que la crisis hizo su aparición hace ya dos años, cada
vez son más los jóvenes que se lanzan a prepararse para
ingresar en el seno de las Fuerzas Armadas, una posible
salida a los problemas económicos y hacia un trabajo estable
y digno lleno de ventajas y de ayudas que, sin embargo,
también exige de los que van a desempeñarlo lo mismo que les
aporta. Pertenecer al estamento militar precisa, además de
un alto grado de preparación y de formación que incluye
superar pruebas médicas, físicas y psicológicas, una gran
capacitación y voluntad de trabajo, de esfuerzo y de
sacrificio y, sobre todo, compromiso y vocación.
Dos años hace ya que la crisis comenzó y, ante la desolación
que ofrece en estos momentos y que al parecer todavía
ofrecerá en la próxima temporada el panorama laboral
español, muchos jóvenes han optado por iniciar su
preparación para hacerse con una plaza de funcionariado de
las que el Estado ofrece.
Y, de entre todas las posibilidades que existen para entrar
a trabajar en el seno del Estado Español, la de ingresar en
las Fuerzas Armadas es la que más adeptos ha estado
cosechando en este tiempo de incertidumbre económica.
Empleo digno y estable
No hay que dejar de observar que, en los tiempos que corren,
la oferta que la actual vida militar ofrece es tremendamente
jugosa: a una retribución anual que gira en torno a los
15.000 euros hay que sumar que el dueño de este puesto de
trabajo, muy estable, va a gozar, además, de una protección
por desempleo, de un alojamiento según régimen interior de
las unidades que se complementa con un apoyo para la compra
o para el alquiler de la vivienda, de Seguridad Social y de
un seguro de vida y de accidentes, de medidas de especial
protección para las situaciones de embarazo y de post-parto
y de posibilidades reales de promoción con las que ascender
y prosperar dentro del estamento militar teniendo, además,
la posibilidad de especializarse en un campo concreto.
De esta manera, el panorama que ofrecía la posibilidad de
hacer carrera en las Fuerzas Armadas ha cambiado
radicalmente en los últimos años, e incluso se puede decir
que ya empezó a hacerlo poco antes de que la actual crisis
económica estallase.
Una profesión que había sido demasiado a menudo directamente
descartada y hasta denostada por los jóvenes desde hacía
décadas ha venido resultando cada vez más atractiva desde la
aplicación de la Ley 8/2006 de 24 de abril de Tropa y
Marinería, con la que se implantó de manera definitiva un
nuevo modelo militar profesional.
Profesionalización
Esta ley estableció un nuevo sistema en el que, para
consolidar la plena profesionalización, se realiza un uso
más racional de los recursos humanos que incide directamente
en el profesional que ingresa en las Fuerzas Armadas, que se
siente más y por más tiempo vinculado a ellas en todos los
aspectos por medio de las mencionadas ventajas laborales y
debido también a una adecuación de su edad a la misión que
va a tener que desarrollar.
Las expectativas de futuro del militar, además, se ven
incrementadas con un abanico de salidas laborales y con unas
medidas socioeconómicas que tienen en cuenta los años de
servicio realizados.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, ya que las
Fuerzas Armadas exigen una preparación y una vocación para
ingresar en su seno que no todos los aspirantes a ello son
capaces de alcanzar.
Como para cada puesto funcionarial, el número de plazas
ofrecidas por el Estado es limitado: el pasado año 2009, se
pusieron a concurso 86.000, las mismas que se han fijado
para este 2010.
Según se aclara en la Ley de la Carrera Militar 39/2007 de
19 de noviembre, el número total de plazas que se ofrecen
cada año se sitúa entre las 130.000 y las 140.000. Estos
totales, sin embargo, lo abarcan todo: todos los estratos de
las Fuerzas Armadas incluyendo los mandos.
Más calidad
Si bien la competencia puede llegar a ser feroz, este hecho
es visto de forma positiva por otros profesionales del
estamento militar como el Teniente Coronel Antonio Mármol
Fernández, jefe del Área de Reclutamiento de Ceuta, que
afirma que “esta nueva avalancha de aspirantes aumenta la
calidad en la selección, ya que nos permite hacernos con los
candidatos más idóneos y mejor preparados para desempeñar el
puesto de trabajo que en las Fuerzas Armadas ofrecemos”.
Y es que, no en vano, durante el pasado 2009 el alud de
aspirantes a hacerse con un lugar en el estamento militar
fue tan grande que el Centro de Reclutamiento de Cádiz tuvo
que derivar a miles de ellos al Centro de Reclutamiento de
Ceuta debido a la proximidad entre ambas ciudades y al hecho
de que el centro ceutí siempre ha servido de apoyo al
gaditano. De la misma manera, aunque en menor grado, se han
derivado aspirantes al Centro de Reclutamiento de Melilla.
Trabajo y vocación
El otro punto indispensable que hay que tener en cuenta a la
hora de optar por alguno de los puestos de trabajo que
ofrecen las Fuerzas Armadas es, tal vez, el más importante:
la vocación.
Pensar en ingresar en el mundo militar para hacerse con un
simple seguro ante la crisis dentro del funcionariado del
Estado supone siempre un grave error.
Durante los primeros años de pertenencia a las Fuerzas
Armadas, el recluta que ha adquirido la plaza ha de saber
que es temporal, y que si bien puede renovarla, puede, de
igual manera, perderla.
Durante sus seis primeros años, el trabajador posee un
contrato que es renovable y por lo tanto ha de demostrar con
su trabajo, con su esfuerzo y con su servicio a los
españoles que tiene algo que aportar al estamento militar.
Una vez que ha superado estos seis años de preparación y
prueba, el recluta puede acceder por fin a un contrato de
larga duración. Este contrato, a su vez, se puede bifurcar
en dos futuras opciones: en la primera, que abarca hasta los
cuarenta y cinco años de edad, el trabajador puede pasar a
engrosar las filas de los reservistas de especial
disponibilidad, que reciben todos los meses una
contraprestación por sus servicios.
En la segunda, el militar puede optar a ser militar de
manera permanente hasta cumplir los cincuenta y ocho años,
fecha en la que ya puede optar a la jubilación.
Requisitos
Los requisitos para poder acceder a un puesto de trabajo en
el seno de las fuerzas armadas exigen haber cumplido la
mayoría de edad, los 18 años, pero no haber tampoco
sobrepasado los 27. El certificado de haber cursado por lo
menos Segundo de Secundaria es otro requisito y, además, los
aspirantes han de pasar un reconocimiento médico.
En la fase de concurso se valoran los méritos académicos y
generales del candidato, y en la de oposición se le realizan
las pertinentes pruebas físicas y psicológicas tras lo cual
se procede al último examen: una entrevista realizada por un
psicólogo.
Muchos han vuelto la mirada hacia el mundo militar como una
salida ante la crisis: sin embargo, ingresar en estas filas
requiere de una gran preparación, de vocación y de capacidad
de sacrificio.
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Los cambios que ha introducido la Ley 8/2006 en la mejora de
las condiciones en las Fuerzas Armadas
El modelo militar plenamente
profesional en España terminó, definitivamente, de
implantarse con la Ley 8/2006 de 24 de abril de Tropa y
Marinería.
Esta nueva ley estableció un sistema entonces novedoso para
consolidar la plena profesionalización de la plantilla del
estamento militar realizando un uso más racional de los
recursos humanos que incide directamente en el profesional,
vinculándole más y por más tiempo en las Fuerzas Armadas por
medio de la adecuación de su edad a la misión que va a tener
que desarrollar, de la incrementación de su abanico de
salidas laborales y de nuevas medidas socioeconómicas que
tienen en cuenta los años de servicio realizados.
Así, a una retribución anual en torno a los 15.000 euros, se
suma la protección por desempleo, el alojamiento según
régimen interior de las unidades, apoyo para la compra o el
alquiler de una vivienda, Seguridad Social, seguro de vida y
de accidentes, medidas de protección especial para las
situaciones de embarazo y de post-parto y posibilidades
reales de promoción con opción para la especialización en un
campo concreto.
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