Cuando en pleno debate sobre el
modelo educativo en España y con la petición de todo el
profesorado de que se les conceda la categoría de autoridad
pública, la violencia contra este colectivo sigue siendo una
asignatura pendiente del sistema educativo. Uno de los casos
más recientes ha tenido lugar en un IES de Andalucía. Con la
intervención de la Policía Nacional ha sido detenido un
menor de catorce años por insultos y amenazas a una
profesora, con “te voy a reventar la cabeza y rajar el
cuello”, en presencia del resto de alumnos, los cuales
también sufrían actitudes ofensivas por parte del mencionado
menor.
Pero, para llegar a esta gravísima situación, nuestro
“héroe” realizaba todo un completo repertorio como escupir
en el suelo, abrir ventanas, arrojar mobiliario al suelo o
destrozar efectos personales de otros compañeros y de la
profesora.
Denunciado el caso de la amenaza, este fue denunciado por el
centro educativo y la Policía inició las gestiones para
localizar al joven agresivo hasta proceder a su detención,
que tras tomarle declaración fue puesto en libertad y
entregado a su familia, precisando la Policía Nacional que
los hechos fueron denunciados a las Fiscalía de Menores.
Preocupa, a partir de este momento, la situación de la
escolaridad de este alumno. Con sus catorce años da la
impresión que se encuentra en 1º o 2º de la ESO, aunque
dadas las circunstancias, se supone que su rendimiento
escolar es muy deficiente, por lo que, con toda seguridad,
su escolarización obligatoria no la terminará. Y, puesto a
disposición de la Fiscalía, es posible que sea incluido en
un programa para modificar su conducta, porque de no ser
así, ya imaginamos lo que le espera a este conflictivo
alumno. Claro, que si se considera el caso como “cosas de
niños”, posiblemente en el centro, el Consejo Escolar,
estime conveniente una expulsión temporal de varias semanas.
Es importante tener presente que en el llamado Pacto
Educativo, uno de los puntos exigidos por Sindicatos,
profesorado, sociedad en general, es la recuperación de la
autoridad perdida por los enseñantes, por lo que es
necesario establecer los cambios oportunos en las normativas
de convivencia escolar que dispongan los medios legales
necesarios para que se recupere el control de la disciplina
en clase y se les devuelvan la autoridad. Es necesario que
la administración educativa ofrezca amparo legal y
asistencia jurídica a los sufridos profesores y maestros,
pero no sólo en el caso de que el docente sea denunciado,
sino también para responder a denuncias falsas y a
situaciones de agresiones y acoso. Veamos en que queda todo.
La conducta agresiva de los alumnos es muy frecuente
encontrarla en el aula, pasillos, recreos, salidas de
clases… Destacan en comportamiento general por la
agresividad que manifiestan hacia los demás en su relación
cotidiana con ellos. Tal agresividad se presenta bajo
conducta de peleas, insultos, empujones, amenazas… de las
que son objeto sus propios compañeros y, como estamos viendo
en la actualidad, sus profesores y maestros.
Una de las causas que origina el comportamiento agresivo del
niño, se encuentra en el seno familiar, donde las propias
relaciones padres/hijos pueden ser el germen del citado
comportamiento, que se pone de manifiesto en el centro
educativo. Además del modelo de imitación negativo de los
padres, en el ámbito familiar, pueden existir otros
personajes que se constituyen como modelo de imitación, ya
que cualquier miembro familiar adulto, puede ser imitado.
Además del grupo de pertenencia del alumno, existen otros
aspectos de carácter ambiental que también aportan su
correspondiente peso específico a la génesis, mantenimiento
y consolidación de la conducta agresiva. Nos referimos a
aspectos tales como la televisión, cine, las personas
adultas y otros sectores que manifiestan unos patrones
comportamentales caracterizados por el exceso de agresión
verbal, desmesurada asertividad, expresión intolerantes de
actitudes, situaciones muy beligerantes… Y, en momentos
actuales, el ordenador, mal utilizado, en particular, el
acceso a Internet.
El niño, inmerso en tales contextos ambientales, va
adquiriendo su repertorio conductual, caracterizado por una
tendencia a resolver, de un modo agresivo, cuantos eventos
problemáticos de interrelación con sus compañeros del
colegio o de la misma calle le son planteados. Y es en su
propio centro donde se pone de manifiesto las conductas
agresivas que tan negativamente afecta al rendimiento
escolar del niño y a su propia adaptación al colegio.
Pero, por otra parte, el ambiente que rodea al niño puede, y
de hecho en la mayoría de los casos es así, constituirse en
un modelo negativo de imitación inductor de conductas
agresivas. El ambiente formado por otros compañeros, que
manifiestan actitudes beligerantes y por otros
comportamientos caracterizados por la agresión verbal o
física, es un excelente caldo de cultivo para que el niño
aprenda a desarrollar tales conductas imitativas. En lo que
se refiere al control de la conducta agresiva del alumno, lo
más conveniente es crear ambientes distendidos y relajantes
que contribuyan a rebajarla y el entrenamiento de
habilidades interpersonales, siendo el juego en común,
controlado, un gran factor de convivencia.
La agresividad en los alumnos se pone de manifiesto en la
última década, siendo profesores y maestros las víctimas
propiciatorias. En las aulas siempre han existido conflictos
entre chicos y, en menor medida, entre chicas, aunque sus
diferencias las dirimían en los recreos y en la calle.
Esperemos lo que nos trae el Pacto Educativo sobre este
tema.
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