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OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE FEBRERO DE 2010

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

El amor, razón de vida
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Todo germina por amor, para cultivarlo hay que custodiar la vida y sus diversos rostros, máxime los desfigurados por el dolor y la desesperación. Haz lo que quieras pero ama. Lo necesita el mundo, tantas veces ahogado por el odio y el rencor. Los humanos hemos ido perdiendo razones humanizadoras, de perdón y condescendencia, volviéndonos descendientes de la arrogancia, creyéndonos poseedores y propietarios de los débiles, convirtiendo de este modo el planeta en una auténtica selva, donde la demencia suicida está a la orden del día. El problema de fondo es un problema de amor, ni con nuestros semejantes, ni tampoco con la naturaleza, nos estamos comportando como personas éticamente civilizadas. El yugo de lo incivil prolifera por todos los puntos cardinales. Urge, pues, un proceso de transformación de la persona, crear un nuevo principio de acción, sin la fuerza bruta, con la fuerza del alma, en el que cuenten todas las culturas. Las diferencias se resuelven con afecto. Gandhi nos instruyó para acercarnos los unos a los otros y alejarnos de los precipicios de la autodestrucción, libres de armas y llenos de autenticidad, con la justicia económica como viento que mueve los poderes. La verdad es, a fin de cuentas, un sinónimo del amor, tan necesario y tan preciso como el aire que respiramos. Sin él vamos a la deriva.

Razón de vida es el amor. Nadie lo duda. El patriotismo no es más que amor. La familia no es más que amor. La persona no es más que amor. Dejemos que el amor nos domine. No le dictemos leyes, como dijo Benito Pérez Galdos. Es palpable, a poco que abramos los ojos, que quien vive en el amor vive en la vida, y la vida le sonríe, porque guarda la esencia de lo que es, un verso más en el poema del mundo. Es cierto que cada poética es única como somos también nosotros. En el fondo, al igual que en la poesía hay un alma que nos permite ver más allá, también en el amor cohabita una fibra que nos permite sentir y ser distintos. El amor cuando lo es, se dice que todo lo cambia para bien. Cuestión de criterio. O de liderazgos. Hacen falta líderes en el mundo que nos cautiven con la verdad. Ya está bien de activar fábricas que desprecian a las personas, que desestiman la voz de los sin voz, que irreverencian las bondades de la existencia humana. Hay que creer y crear en el amor, dejarse crecer amando y crecer con el amor. Debemos pasar de un mal uso y abuso del amar, que no es amor, a un amarse para amar sin condiciones ni medidas. “Ama un solo día y el mundo habrá cambiado”, dijo el poeta inglés Robert Brownig. Ciertamente el amor es tan posible como necesario y sólo nosotros, los humanos, podemos ponerlo en práctica.

Hoy el mundo está hambriento de amor, aunque amar esté en boca de todos. A veces se desgrana una visión utilitaria del amor. Otras veces un amor interesado. Faltan escuelas que nos enseñen realmente a querer, a amarnos sinceramente, a injertar el arte de todas las artes, el arte del amor, en nuestro quehacer cotidiano. Andamos sobrados de desamores. Abandonados a la erótica, sin amparo de amor alguno. Todo se reduce a genitalidad y tiende a comercializarse como nunca. Una sociedad permisiva y altamente erotizada como la actual, difícilmente puede generar un clima de verdadero amor. Que la ONU anunciase recientemente que publicará cada tres meses comunicados de prensa con estadísticas sobre casos de explotación y abusos sexuales en los que esté involucrado el personal de mantenimiento de la paz, me parece tan justo como preciso. En 2009 se produjeron 112 acusaciones, 51 de ellas relacionadas con menores. También es otra esperanzadora noticia, que la citada institución haya creado una red para prevenir la violencia sexual contra las mujeres afectadas por los conflictos armados. El tráfico de mujeres y niños, el turismo sexual y el aluvión pornográfico que nos ciega el corazón, son claros ejemplos de ausencia de amor desprendido. Este amor comercial, utilizado como divertimento por la parte poderosa, siempre acaba en tragedia para la parte más débil.

El genuino amor tiene que tomar de nuevo todas las plazas de la vida y el ser humano debe revivirlo por dentro. Sólo así se puede paladear la poesía de los sentidos. La capacidad de ser para los demás es lo que es el amor, como también lo es la capacidad de reír y llorar juntos. “Venid a dormir conmigo: / no haremos el amor, él nos hará”, dijo Julio Cortázar. Sin duda alguna, el efectivo y afectivo amor nos hace más personas y mejores seres humanos. Es necesario pasar del ser humano animal al ser humano amor. Qué saludable sería para el mundo que las gentes vivieran sólo en el amor y para el amor. Ahí está como testimonio ejemplarizador la amorosa labor de Vicente Ferrer en la India. Vivió y durmió junto a los excluidos, compartiendo sus necesidades y su dolor, reinventando una filosofía de trabajo basada en la acción más tierna, creer firmemente en las personas, en su capacidad de amor y en sus posibilidades de volver la hoja, porque evidentemente todo tiene un haz y un envés. Desde luego, la peor ruta es ir por la vida sin amor, es igual que caminar sin rumbo y estar muerto; o llevar consigo un amor que no perdona, cuando la misma belleza es generosidad en un mundo bárbaro y hostil.

Cognición de luz también es el amor que nos embellece y engrandece. Por ello, hacer del amor un deber creo que es la gran asignatura pendiente en el planeta. Debiéramos tratar de superarla, mejor hoy que mañana. Únicamente el amor en estado puro es la llave maestra para la concordia, puesto que ella por si misma, por lo que es de fuerza positiva, abre todos los corazones humanos. Por amor se han escrito las más níveas cartas de amor y los más grandes sueños se han hecho realidad. Siguiendo esa misma estela de energía, pienso que siempre es un buen momento para sembrarnos de amor y enamorarnos de la vida. El mundo entero debe propiciar el encuentro y actuar de buena celestina.
 

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