Todo germina por amor, para
cultivarlo hay que custodiar la vida y sus diversos rostros,
máxime los desfigurados por el dolor y la desesperación. Haz
lo que quieras pero ama. Lo necesita el mundo, tantas veces
ahogado por el odio y el rencor. Los humanos hemos ido
perdiendo razones humanizadoras, de perdón y
condescendencia, volviéndonos descendientes de la
arrogancia, creyéndonos poseedores y propietarios de los
débiles, convirtiendo de este modo el planeta en una
auténtica selva, donde la demencia suicida está a la orden
del día. El problema de fondo es un problema de amor, ni con
nuestros semejantes, ni tampoco con la naturaleza, nos
estamos comportando como personas éticamente civilizadas. El
yugo de lo incivil prolifera por todos los puntos
cardinales. Urge, pues, un proceso de transformación de la
persona, crear un nuevo principio de acción, sin la fuerza
bruta, con la fuerza del alma, en el que cuenten todas las
culturas. Las diferencias se resuelven con afecto. Gandhi
nos instruyó para acercarnos los unos a los otros y
alejarnos de los precipicios de la autodestrucción, libres
de armas y llenos de autenticidad, con la justicia económica
como viento que mueve los poderes. La verdad es, a fin de
cuentas, un sinónimo del amor, tan necesario y tan preciso
como el aire que respiramos. Sin él vamos a la deriva.
Razón de vida es el amor. Nadie lo duda. El patriotismo no
es más que amor. La familia no es más que amor. La persona
no es más que amor. Dejemos que el amor nos domine. No le
dictemos leyes, como dijo Benito Pérez Galdos. Es palpable,
a poco que abramos los ojos, que quien vive en el amor vive
en la vida, y la vida le sonríe, porque guarda la esencia de
lo que es, un verso más en el poema del mundo. Es cierto que
cada poética es única como somos también nosotros. En el
fondo, al igual que en la poesía hay un alma que nos permite
ver más allá, también en el amor cohabita una fibra que nos
permite sentir y ser distintos. El amor cuando lo es, se
dice que todo lo cambia para bien. Cuestión de criterio. O
de liderazgos. Hacen falta líderes en el mundo que nos
cautiven con la verdad. Ya está bien de activar fábricas que
desprecian a las personas, que desestiman la voz de los sin
voz, que irreverencian las bondades de la existencia humana.
Hay que creer y crear en el amor, dejarse crecer amando y
crecer con el amor. Debemos pasar de un mal uso y abuso del
amar, que no es amor, a un amarse para amar sin condiciones
ni medidas. “Ama un solo día y el mundo habrá cambiado”,
dijo el poeta inglés Robert Brownig. Ciertamente el amor es
tan posible como necesario y sólo nosotros, los humanos,
podemos ponerlo en práctica.
Hoy el mundo está hambriento de amor, aunque amar esté en
boca de todos. A veces se desgrana una visión utilitaria del
amor. Otras veces un amor interesado. Faltan escuelas que
nos enseñen realmente a querer, a amarnos sinceramente, a
injertar el arte de todas las artes, el arte del amor, en
nuestro quehacer cotidiano. Andamos sobrados de desamores.
Abandonados a la erótica, sin amparo de amor alguno. Todo se
reduce a genitalidad y tiende a comercializarse como nunca.
Una sociedad permisiva y altamente erotizada como la actual,
difícilmente puede generar un clima de verdadero amor. Que
la ONU anunciase recientemente que publicará cada tres meses
comunicados de prensa con estadísticas sobre casos de
explotación y abusos sexuales en los que esté involucrado el
personal de mantenimiento de la paz, me parece tan justo
como preciso. En 2009 se produjeron 112 acusaciones, 51 de
ellas relacionadas con menores. También es otra
esperanzadora noticia, que la citada institución haya creado
una red para prevenir la violencia sexual contra las mujeres
afectadas por los conflictos armados. El tráfico de mujeres
y niños, el turismo sexual y el aluvión pornográfico que nos
ciega el corazón, son claros ejemplos de ausencia de amor
desprendido. Este amor comercial, utilizado como
divertimento por la parte poderosa, siempre acaba en
tragedia para la parte más débil.
El genuino amor tiene que tomar de nuevo todas las plazas de
la vida y el ser humano debe revivirlo por dentro. Sólo así
se puede paladear la poesía de los sentidos. La capacidad de
ser para los demás es lo que es el amor, como también lo es
la capacidad de reír y llorar juntos. “Venid a dormir
conmigo: / no haremos el amor, él nos hará”, dijo Julio
Cortázar. Sin duda alguna, el efectivo y afectivo amor nos
hace más personas y mejores seres humanos. Es necesario
pasar del ser humano animal al ser humano amor. Qué
saludable sería para el mundo que las gentes vivieran sólo
en el amor y para el amor. Ahí está como testimonio
ejemplarizador la amorosa labor de Vicente Ferrer en la
India. Vivió y durmió junto a los excluidos, compartiendo
sus necesidades y su dolor, reinventando una filosofía de
trabajo basada en la acción más tierna, creer firmemente en
las personas, en su capacidad de amor y en sus posibilidades
de volver la hoja, porque evidentemente todo tiene un haz y
un envés. Desde luego, la peor ruta es ir por la vida sin
amor, es igual que caminar sin rumbo y estar muerto; o
llevar consigo un amor que no perdona, cuando la misma
belleza es generosidad en un mundo bárbaro y hostil.
Cognición de luz también es el amor que nos embellece y
engrandece. Por ello, hacer del amor un deber creo que es la
gran asignatura pendiente en el planeta. Debiéramos tratar
de superarla, mejor hoy que mañana. Únicamente el amor en
estado puro es la llave maestra para la concordia, puesto
que ella por si misma, por lo que es de fuerza positiva,
abre todos los corazones humanos. Por amor se han escrito
las más níveas cartas de amor y los más grandes sueños se
han hecho realidad. Siguiendo esa misma estela de energía,
pienso que siempre es un buen momento para sembrarnos de
amor y enamorarnos de la vida. El mundo entero debe
propiciar el encuentro y actuar de buena celestina.
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