Aunque el Instituto de las Religiosas Adoratrices Esclavas
del Santísimo Sacramento sobrepasa el siglo y medio de vida,
los inicios de la congregación de las hermanas Adoratrices
en Ceuta se remontan al año 1935, por lo que pronto cumplirá
75 años de historia. Superado con creces el ecuador de la
segunda República Española, la situación política de Ceuta
era relativamente tranquila. José Victori Goñalons, quien
había sido nombrado alcalde de la ciudad apenas dos años
antes (17 de septiembre de 1933), se erigió en uno de los
principales artífices de la implantación de las Adoratrices
en Ceuta.
Ante las necesidades y escasez de recursos que sufría la
casa de Tánger, ciudad donde la congregación venía
desarrollando su labor desde 1933, dos hijas de casa,
Paulina de Jesús y María Covadonga de la Cruz, decidieron el
1 de abril trasladarse a Ceuta en busca de ayuda. Una vez
llegaron a la ciudad, se hospedaron en el asilo
Misericordia.
Durante los primeros días de su estancia en Ceuta, las dos
hijas de casa solicitaron ayuda en diferentes viviendas,
pero la fortuna nos les acompañó.
La suerte cambió el 4 de abril cuando por casualidad se
detuvieron ante un gran edificio. Desconocían el lugar donde
se encontraban, por lo que a un joven que estaba en la
puerta (creyendo que se trataba de un miembro del personal
de servicio de un domicilio particular) preguntaron si
podían ver a los “señores”. De forma muy amable les contestó
que se encontraban en el ayuntamiento, pero que si deseaban
hablar con el alcalde volvieran el día siguiente que seguro
les recibiría.
Con la ilusión de poder entablar conversación con el alcalde
de la ciudad, las hijas de casa Paulina de Jesús y Mª
Covadonga regresaron un día más tarde al ayuntamiento. La
fortuna volvió a sonreírles porque José Victori Goñalons les
recibió en su despacho, interesándose por la labor que
desempeñaba la congregación de las Adoratrices. Tal fue su
entusiasmo que invitó a las hermanas a participar en la
sesión plenaria prevista para ese mismo día.
En el transcurso del pleno, y ante la presencia de todos los
concejales, las hermanas volvieron a exponer el trabajo que
realizaban en pro de las jóvenes necesitadas, consiguiendo
la aprobación por parte de los ediles para la implantación
en Ceuta de la congregación.
La ayuda no se hizo esperar porque ese mismo día el
ayuntamiento les ofreció una vivienda ubicada en la zona de
Hadú. Incluso se comprometió a pagarles las 500 pesetas que
costaba el alquiler mensual. El primer paso se había dado,
aunque restaba aún lo más difícil: la creación de la nueva
casa en Ceuta. Al día siguiente, y satisfechas por lo
conseguido hasta el momento, regresaron a Tánger.
Subvención
Dos días más tarde se desplazó a Ceuta la madre superiora de
la casa de Tánger, Pilar de la Muela acompañada de la Hija
de casa Mª Covadonga. El primer destino fue el santuario de
Nuestra Señora de África donde se encomendaron, tras subir
al camarín, a la patrona de la ciudad. Posteriormente se
dirigieron al Ayuntamiento con la intención de formalizar el
compromiso adquirido anteriormente. En el consistorio les
recomendaron que formularan una instancia para, en caso de
ser aprobada, poder recibir la subvención con la que
pudieran fundar la casa en Ceuta.
El 12 de abril recibieron la contestación favorable,
confirmándose una ayuda mensual de 6.000 de las antiguas
pesetas. Desde Ceuta se comunicó a la madre superiora
general la noticia de la aprobación de la subvención, dando
la madre Diosdada Andía del Corazón de Jesús luz verde a la
creación de la casa:
“Parece cosa de Dios la apertura de esta casa. Sigan
adelante, siempre que ello no suponga una carga para el
Instituto, que no puede afrontar ningún gasto extraordinario
debido a los muchos que ha tenido con motivo de la
República”. (Crónicas Adoratrices Ceuta. Año 1936)
Primera madre superiora
Para el nuevo hogar de las Adoratrices en Ceuta, la madre
superiora general designó a Mª Inés de la Cruz como madre
superiora. Junto a ella fueron destinadas la madre Pilar de
la Muela, las hermanas Adelaida García Oña e Isabel
Berasategui, y las hijas de casa, Mª Covadonga y Paulina de
Jesús.
En principio se había elegido para instalarse una casa
ubicada en la barriada de San José (Hadú), pero esta opción
quedó posteriormente descartada al considerar que podía
suponer un inconveniente el que se encontrara en la
periferia de la ciudad, barajando alquilar una vivienda en
la calle Mina, posibilidad que finalmente también fue
desechada.
El 19 de julio, Mª Inés de la Cruz y Pilar Muela junto a las
hijas de casa emprendieron el viaje desde Tánger con destino
a Ceuta para materializar la fundación. Tras visitar el
templo de Nuestra Señora de África se dirigieron al Asilo
Misericordia, donde permanecieron las dos hermanas hasta la
creación del nuevo hogar. Las Hijas de Casa fueron acogidas
por la familia Lagarde –primos de una Adoratriz- que se
brindó a ofrecerles su vivienda ante la imposibilidad de
pernoctar en el asilo. Las religiosas continuaron buscando
una ubicación para la casa hasta que el 22 de julio tuvieron
conocimiento que era alquilada una vivienda en el centro de
la ciudad. Casualmente ya la habían visitado anteriormente
pero consideraron que económicamente no era viable. La casa
que estaba situada en la calle Mártires, en las
inmediaciones del Puente Almina –actualmente Plaza de la
Constitución- pertenecía a África González Palacios. Su
yerno, Antonio Sancho, manifestó a las Adoratrices que pese
a que hasta cincos personas habían mostrado su interés por
convertirse en inquilinos de la vivienda, prefería que ésta
fuera destinada a la creación de la casa-colegio, por lo que
rebajó el precio del alquiler mensual a 250 pesetas y
ofreció además una vivienda anexa con varias habitaciones y
un dormitorio con capacidad para quince camas. Ante tantas
facilidades, las Adoratrices no lo dudaron.
A principios del mes de agosto rubricaron el contrato de
arrendamiento con la familia Sancho y recibieron las llaves,
comenzando inmediatamente el equipamiento del nuevo hogar.
Fueron numerosos los objetos -camas, utensilios de cocina,
vajilla, muebles, etcétera…- y ornamentos religiosos –Vía
Crucis, altar de estilo gótico, reclinatorios…- que
recibieron tanto por parte del Ayuntamiento como de los
diferentes párrocos de la ciudad. El 9 de agosto el Vicario
Capitular, Emilio F. García procedió a la bendición de la
casa. La sociedad ceutí se volcó con las Adoratrices, y
prueba de ello es que no faltaron las aportaciones: 250
kilos de carbón, maderas para la construcción de lo bancos
de la capilla, carne y pescado a diario, rebaja en el precio
de la luz eléctrica, entre otras muchas donaciones que
hicieron mucho más fácil su implantación en Ceuta.
No faltó la visita del alcalde de la ciudad, José Victori
Goñalons que tras recorrer las instalaciones se comprometió,
además de seguir prestando su colaboración, a solicitar al
gerente de las Oficinas del Acueducto que concedieran agua
gratis, aprobándose posteriormente la petición hecha por el
primer edil de la ciudad.
“El día más grande y feliz”. Así calificaron las Adoratrices
en las crónicas, el 12 de septiembre, fecha en la que se
celebró la primera misa en la nueva casa. La misma fue
oficiada por Emilio García Fernández, secretario del vicario
capitular.
Primera colegiala
El 11 de septiembre se registró la entrada de la primera
colegiala interna en la historia de las Adoratrices en
Ceuta. Sin romper la discreción y confidencialidad con la
que las religiosas velan por la intimidad de las chicas
acogidas, la primera colegiala se llamaba María. Era
costumbre una vez ingresaban ponerle un sobrenombre, por lo
que pasó a llamarse Natividad. Nació en Casares (Málaga),
tenía 6 años y era huérfana de padre y madre. Las
necesidades económicas provocaron que recalara como
sirvienta en una casa. Fue precisamente la familia de la
vivienda donde trabajaba quien recomendó su ingreso en las
Adoratrices al sufrir una leve enfermedad mental, que con el
paso del tiempo se vio agravada. Permaneció varios años como
colegiala hasta que en 1942 fue trasladada a un centro de
salud mental en Cádiz.
Paralelamente al internado o casa de acogida, las
Adoratrices pusieron en marcha la academia nocturna. La
madre María Teresa Llerena y la Hermana Valentina Aguado
–ambas procedentes de Tánger- se incorporaron a la casa de
Ceuta al objeto de organizar la academia que ya contaba con
191 chicas inscritas. El 7 de octubre dio inicio la labor
docente de las Adoratrices en Ceuta.
Poco tiempo después, comenzaron las clases de corte y
bordado impartidas por las propias religiosas a un reducido
grupo de chicas.
La casa de Ceuta, pese al poco tiempo que llevaba implantada
en la ciudad consiguió ganarse el respeto y cariño de los
ceutíes, y prueba de ello es que durante las fiestas
navideñas enviaron numerosos obsequios.
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