La mejor definición de lealtad es
decir siempre lo que uno siente y estar dispuesto a dejar el
puesto de trabajo si lo que uno dice no gusta. Me da la
impresión de estar parafraseando a alguien que tuvo en
España una labor destacada.
Decía Camilo José Cela que pensar en viejo no le
abrumaba y, sin embargo, pensar en joven, en sano y
arrogante joven, le parecía tan insípido... Hace meses un
político cayó en desgracia y los más jóvenes –con opinión-
de esta hermosa ciudad salieron en tromba para hacer leña
del árbol caído.
Los más jóvenes –con opinión- de esta hermosa ciudad, tanto
nacidos en ella como foráneos, no tuvieron la menor piedad
ante un hombre que había sido presa de sus debilidades de
humano. Las que todos tenemos en mayor o menor medida.
Máxime cuando se tratan de relaciones sexuales.
Los más jóvenes –con opinión- de esta hermosa ciudad
decidieron que había llegado el momento de sambenitar en
plaza pública a una persona a la que buscaban continuamente
con el único fin de obtener de ella cualquier prebenda.
Uno, que ya es mayor, por edad, creyó que los más jóvenes de
esta hermosa ciudad –con opinión- no formaban parte de esa
legión de sepulcros blanqueados que tanto se da entre la
edad provecta. Por muchas y variadas razones que ahora no
convienen reseñar. Pero está visto que uno se sigue
equivocando en este aspecto más que en lo futbolístico se
equivocan los directivos de la Asociación Deportiva Ceuta y
Carlos Orúe.
Pensaba yo que el momento culminante como tartufo, farsante
e hipócrita se alcanzaba aproximadamente a partir de los
cincuenta años. Pero mira por dónde, qué casualidad, en esta
hermosa ciudad la hipocresía ha comenzado a dar la talla a
edad temprana.
Quizá sea debido, por qué no, a que tanta intelectualidad
(!) reunida en tan pocos quilómetros cuadrados ha propiciado
que se dé este fenómeno. No olvidemos que los intelectuales,
salvo raras excepciones, nunca fueron trigo limpio
(recomiendo la lectura de ‘Intelectuales’ por Paul
Johnson).
Sea como fuere, no dejo de reconocer, como ya escribí fechas
atrás, que es una bendición de Dios que Ceuta pueda contar
con casi setenta criaturas con la edad en la boca –con
opinión- y poseedoras de cabezas privilegiadas (!).
Por lo cual no tuve el menor inconveniente en decirle al
consejero de Economía, Turismo y Empleo, Guillermo
Martínez, la semana pasada, que bien podría ya ponerse a
intercambiar pensamientos sublimes por turistas. Y así
resolvería el problema del paro que tanto acucia a Juan
Luis Aróstegui. Pues me parece que es todo un lujo, que
no podemos permitirnos, desperdiciar tanta cordura e
inteligencia sobrantes.
En fin, que a partir de ahora tendrán que tener ustedes
mucho cuidado con esta “caterva de intelectuales (!) jóvenes
–con opinión-, tartufos y embusteros, que consideran que las
verdades incómodas son delito de lesa conveniencia”. Verán
ustedes que les aconsejo cuidado. Porque en mi caso,
créanme, cuanto más se preocupen por mí, más me creceré. Y,
además, cuando hablan de uno tanto sucede lo mejor: que
termina uno despertando más interés. ¡Ojú qué gustazo...!
|