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OPINIÓN - DOMINGO, 7 DE FEBRERO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Teófila Martínez y la Pepa
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Teófila lleva todas las trazas de convertirse en la alcaldesa perpetua de la Cádiz señorial. De la que tanto dio que hablar cuando los franceses se tuvieron que conformar con asediarla para que las gaditanas se hicieran tirabuzones con las bombas que tiraban los fanfarrones.

Por fanfarrones y chauvinistas, me refiero a los franceses, se levantó el pueblo de Madrid contra ellos. Y todo porque sus ciudadanos estaban hasta los huevos de sufrir las vejaciones de las tropas napoleónicas. Las que se paseaban por la capital del reino tratando continuamente de herir el amor propio de los españoles. Habría sus excepciones. Sin duda. Por tal motivo, mosquearon tanto a Daoíz y a Velarde, que éstos hicieron posible con su coraje que el pueblo llano dijera agua va. Y es que cuando los españoles, de natural tranquilo, dicen agua va no hay más remedio que ponerse a rezar.

Gracias a aquel levantamiento popular contra José Bonaparte (que siendo abstemio fue tachado de estar todo el día colocado), mientras las mejores familias madrileñas miraban desde los balcones la justa revuelta, como si estuvieran asistiendo a una fiesta inesperada, toda España se sumó a la lucha contra el invasor.

Pero los franceses, que lo iban conquistando todo, se quedaron sin poder entrar en la ‘Tacita de Plata’. Y los gaditanos, tan suyos ya, no paraban de decirle a los gabachos que en Cádiz había que mamar... Y es que la Cádiz de entonces era un hervidero de políticos que acabaron siendo el único poder efectivo de España.

Y, claro, los diputados allí cobijados decidieron darle vida a la Constitución de 1812. Una auténtica revolución que dejaba a Fernando VII, el Rey ausente, a la altura del betún. Así, las Cortes de Cádiz (en donde se establecieron en 1811) acordaron, entre otras muchas medidas, la libertad de imprenta, el reconocimiento de la igualdad de derechos políticos de americanos y peninsulares, la abolición de la Inquisición, la extinción de los señoríos, y la liberalización de la agricultura, de la ganadería, de la industria y del comercio. Entre otras muchas cosas más.

De La Pepa, es decir de la Constitución de 1812, suele disertar mucho y bien TM: ‘La Teo’ para sus conciudadanos y que, como ya he dicho anteriormente, lleva camino de convertirse en alcaldesa perpetua de Cádiz. Y seguro que, durante su visita de hoy sábado a Ceuta, cuando escribo, habrá hablado de la Constitución del XIX, ante los innumerables militantes del Partido Popular.

Teófila es un caso parecido a Juan Vivas. Me explico: cuando se presentó a las elecciones gaditanas, en 1995, nadie de su partido daba un duro por ella. Y, sin embargo, terminó arrasando en las urnas. Ahora es una fuerza poderosa dentro del PP. Cuando yo veo a la alcaldesa de Cádiz, me la imagino también formando parte de aquella Cádiz de principios del siglo XIX, donde se maquinaba no sólo contra los franceses sino que se empezaba a crear opinión por medio de periódicos, gacetillas, reuniones de cafés y asociaciones. ‘La Teo’ me parece una figura adelantada a su tiempo, llegada un buen día, procedente de las montañas de Cantabria, al Cádiz donde ya se hacía chacota de los cursis. No obstante, incluso contando con TM, el Cádiz actual sigue sin levantar cabeza en muchos aspectos. Menos mal que tienen el Carnaval. (Mención especial para dos intelectuales (!): Víctor Ramírez y Juan José Oliva).
 

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