Teófila lleva todas las
trazas de convertirse en la alcaldesa perpetua de la Cádiz
señorial. De la que tanto dio que hablar cuando los
franceses se tuvieron que conformar con asediarla para que
las gaditanas se hicieran tirabuzones con las bombas que
tiraban los fanfarrones.
Por fanfarrones y chauvinistas, me refiero a los franceses,
se levantó el pueblo de Madrid contra ellos. Y todo porque
sus ciudadanos estaban hasta los huevos de sufrir las
vejaciones de las tropas napoleónicas. Las que se paseaban
por la capital del reino tratando continuamente de herir el
amor propio de los españoles. Habría sus excepciones. Sin
duda. Por tal motivo, mosquearon tanto a Daoíz y a
Velarde, que éstos hicieron posible con su coraje que el
pueblo llano dijera agua va. Y es que cuando los españoles,
de natural tranquilo, dicen agua va no hay más remedio que
ponerse a rezar.
Gracias a aquel levantamiento popular contra José
Bonaparte (que siendo abstemio fue tachado de estar todo
el día colocado), mientras las mejores familias madrileñas
miraban desde los balcones la justa revuelta, como si
estuvieran asistiendo a una fiesta inesperada, toda España
se sumó a la lucha contra el invasor.
Pero los franceses, que lo iban conquistando todo, se
quedaron sin poder entrar en la ‘Tacita de Plata’. Y los
gaditanos, tan suyos ya, no paraban de decirle a los
gabachos que en Cádiz había que mamar... Y es que la Cádiz
de entonces era un hervidero de políticos que acabaron
siendo el único poder efectivo de España.
Y, claro, los diputados allí cobijados decidieron darle vida
a la Constitución de 1812. Una auténtica revolución que
dejaba a Fernando VII, el Rey ausente, a la altura
del betún. Así, las Cortes de Cádiz (en donde se
establecieron en 1811) acordaron, entre otras muchas
medidas, la libertad de imprenta, el reconocimiento de la
igualdad de derechos políticos de americanos y peninsulares,
la abolición de la Inquisición, la extinción de los
señoríos, y la liberalización de la agricultura, de la
ganadería, de la industria y del comercio. Entre otras
muchas cosas más.
De La Pepa, es decir de la Constitución de 1812, suele
disertar mucho y bien TM: ‘La Teo’ para sus conciudadanos y
que, como ya he dicho anteriormente, lleva camino de
convertirse en alcaldesa perpetua de Cádiz. Y seguro que,
durante su visita de hoy sábado a Ceuta, cuando escribo,
habrá hablado de la Constitución del XIX, ante los
innumerables militantes del Partido Popular.
Teófila es un caso parecido a Juan Vivas. Me explico:
cuando se presentó a las elecciones gaditanas, en 1995,
nadie de su partido daba un duro por ella. Y, sin embargo,
terminó arrasando en las urnas. Ahora es una fuerza poderosa
dentro del PP. Cuando yo veo a la alcaldesa de Cádiz, me la
imagino también formando parte de aquella Cádiz de
principios del siglo XIX, donde se maquinaba no sólo contra
los franceses sino que se empezaba a crear opinión por medio
de periódicos, gacetillas, reuniones de cafés y
asociaciones. ‘La Teo’ me parece una figura adelantada a su
tiempo, llegada un buen día, procedente de las montañas de
Cantabria, al Cádiz donde ya se hacía chacota de los cursis.
No obstante, incluso contando con TM, el Cádiz actual sigue
sin levantar cabeza en muchos aspectos. Menos mal que tienen
el Carnaval. (Mención especial para dos intelectuales (!):
Víctor Ramírez y Juan José Oliva).
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