La crónica negra rebosa por
doquier rincón del mundo donde habiten personas. Mil plagas
ideológicas incitan a la violencia. Todos tenemos deberes
éticos que cumplir. Hace falta ética económica en las
finanzas y en las empresas, en la vida política y en la vida
social. Aparte de apostar por normas y valores universales,
hay que ser coherentes y ponerlos en práctica. Bien por el
llamamiento de la academia española de las ciencias y las
artes de televisión, a las empresas y profesionales que
trabajan en programas, para que observen celosamente en su
desempeño las normas éticas. Bien por los inversores éticos,
ellos son los que realmente pueden cambiar el mercado de la
codicia. Tomemos la responsabilidad de una economía humana
frente a la selva poderosa del egoísmo, injertemos
voluntades solidarias que contrarresten el afán de lucro. No
pueden seguir adormecidos los valores que sustentan y
dignifican a las personas. El origen de todas las crisis,
también de la actual, brota de la irresponsabilidad de las
gentes. Hasta la libertad creativa del artista necesita
vivirse en relación a unos ideales profundos enraizados en
una innata ética.
En un planeta cada vez más confuso, complejo y
contradictorio, incoherente a más no poder, se precisan como
nunca referentes humanos y referencias acordes con actitudes
éticas. Desde luego, la grandeza del ser humano no está en
el beneficio ni en el poder, radica en la manera responsable
del proceder. Quien es auténtico huye de la
irresponsabilidad del farsante. “Asume la responsabilidad
por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”
–dijo Jean Paul Sastre. Por desgracia, se ha desmembrando la
ética de la actividad humana y el caos está servido.
El ser humano es el principal autor de lo que sucede. A
saber: Si seguimos utilizando el raciocinio de la sordera
ante comportamientos éticos y relegando la libertad de
ideas, jamás vamos a entrar en convivencia con las culturas.
Por el contrario, si activamos el oído ante actuaciones
éticas y las ponemos en valor como primacía de cultivo,
ganaremos unión y se autoafirmará la globalización de la
dignidad de la persona y sus derechos. La talla ética en el
mundo es cuestión de necesidad. España tiene hoy ocho
millones de pobres por la deficiencia ética de la concepción
del trabajo, por el mal uso de la ética del dinero, por la
nula ética de la solidaridad, por la primacía corrupta y por
la ineptitud de gobiernos que sólo saben multiplicar sus
deseos del yo y los suyos.
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