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OPINIÓN - VIERNES, 5 DE FEBRERO DE 2010

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

La ética como responsabilidad
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

La crónica negra rebosa por doquier rincón del mundo donde habiten personas. Mil plagas ideológicas incitan a la violencia. Todos tenemos deberes éticos que cumplir. Hace falta ética económica en las finanzas y en las empresas, en la vida política y en la vida social. Aparte de apostar por normas y valores universales, hay que ser coherentes y ponerlos en práctica. Bien por el llamamiento de la academia española de las ciencias y las artes de televisión, a las empresas y profesionales que trabajan en programas, para que observen celosamente en su desempeño las normas éticas. Bien por los inversores éticos, ellos son los que realmente pueden cambiar el mercado de la codicia. Tomemos la responsabilidad de una economía humana frente a la selva poderosa del egoísmo, injertemos voluntades solidarias que contrarresten el afán de lucro. No pueden seguir adormecidos los valores que sustentan y dignifican a las personas. El origen de todas las crisis, también de la actual, brota de la irresponsabilidad de las gentes. Hasta la libertad creativa del artista necesita vivirse en relación a unos ideales profundos enraizados en una innata ética.

En un planeta cada vez más confuso, complejo y contradictorio, incoherente a más no poder, se precisan como nunca referentes humanos y referencias acordes con actitudes éticas. Desde luego, la grandeza del ser humano no está en el beneficio ni en el poder, radica en la manera responsable del proceder. Quien es auténtico huye de la irresponsabilidad del farsante. “Asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es” –dijo Jean Paul Sastre. Por desgracia, se ha desmembrando la ética de la actividad humana y el caos está servido.

El ser humano es el principal autor de lo que sucede. A saber: Si seguimos utilizando el raciocinio de la sordera ante comportamientos éticos y relegando la libertad de ideas, jamás vamos a entrar en convivencia con las culturas. Por el contrario, si activamos el oído ante actuaciones éticas y las ponemos en valor como primacía de cultivo, ganaremos unión y se autoafirmará la globalización de la dignidad de la persona y sus derechos. La talla ética en el mundo es cuestión de necesidad. España tiene hoy ocho millones de pobres por la deficiencia ética de la concepción del trabajo, por el mal uso de la ética del dinero, por la nula ética de la solidaridad, por la primacía corrupta y por la ineptitud de gobiernos que sólo saben multiplicar sus deseos del yo y los suyos.
 

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