Vamos a hacer un concurso, en el
que pueden participar todos nuestros lectores. Advierto que
el concurso y el premio que vamos a otorgar, es de mí
particular y personal persona, por lo que exoneramos de
cualquier responsabilidad al consejo de administración de
este periódico. O sea, más claro, para que no haya dudas,
las reclamaciones se deberán hacer o bien a mi persona o al
maestro armero.
El premio consiste en un plasma gigante sin pantalla, dos
botellas de anís del mono vacías, cinco yogures caducados y
veinticinco billetes de quinientos veintidós euros.
Como habrán observados, porque ustedes son una jartá de
observadores, es un grandioso premio el que estamos
dispuestos a repartir. Y por qué repartimos tan maravillosos
e irrepetible premio, se preguntarán ustedes. La
contestación es de lo más fácil del mundo mundial, porque
somos así de buenos. Es algo que no podemos remediar.
Habíamos querido añadir al suculento premio, una caja de
polvorones de cinco kilos, con cuarenta años de antigüedad,
pero a cuantos proveedores que nos hemos dirigidos, en estos
momentos, nos han comunicado carecer de existencia.
Nos han sugerido estos proveedores que puede ser, aunque lo
dudan, que como los chinos de la China, hacen de todo, igual
lo podríamos encontrar en algunos de sus establecimientos de
todo a 100.
Sentimos tener que comunicarles que por más que hemos
buscados en esos establecimientos, no hemos conseguido
encontrarlo. Si bien, todo hay que decirlo, en alguno de
ellos, en esas naves gigantescas que tienen de toda clase de
artículos, nos han sugerido, que si le traemos una muestra,
en veinticuatro horas tenemos los cinco kilos de polvorones
con su antigüedad y un certificado de autenticidad de los
mismos. ¡Lo que no hagan los chinos!.
Naturalmente ustedes se estarán preguntando, desde que hemos
empezado a anunciarle el fabuloso concurso, en qué va a
consistir el mismo.
Oiga, lo entiendo y lo comprendo, y máxime cuando nunca
jamás se ha hecho un concurso de estas características en
medio de comunicación alguno. Y es que, teniendo en cuenta
lo fabulosos del premio, hay que tener un gran valor para
llevarlo a cabo.
Bien vamos, de una vez por todas, a desvelar en qué consiste
este único e inigualable concurso, del cual somos los únicos
responsable servidor de ustedes y el maestro armero de
turno. Por cierto, ¿quedan maestro armeros?.
Bueno vayamos al asunto que tratamos el concurso es
enormemente fácil y en él pueden participar desde niños de
par de meses hasta ancianos de 124 años. O sea que no hay
discriminación alguna.
El concurso en sí, trata de enviar una tarjeta, en el que se
especifique qué calle, de nuestra tierra, mañana no estará
cortada y, por tanto, no habrá vallas en la misma.
Lógicamente, cuantas más tarjetas envíen, más oportunidades
tendrán para llevarse el fabuloso premio.
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