Me quedo perplejo al ver en
nuestra edición del pasado martes, día 2 de febrero, que
once padres han denunciado agresiones de sus hijos entre
2008 y 2009.
Esto, se me ocurre, es la punta del iceberg, y el futuro, en
este terreno, nos puede llevar a una situación de difícil
retorno.
A lo largo de mi vida he tratado muchísimo con chavales
jóvenes, 41 años de profesión en las aulas, sin una sola
baja y sin una sola liberación, me han permitido conocer a
varios miles de alumnos.
Ahora sigo en la brecha y si bien es cierto, como ya escribí
en la última columna de 2009, que los alumnos que tengo este
curso son de lo mejorcito que he tenido en estos 41 cursos,
no menos cierto es que, uno que, de vez en cuando, tiene que
ir por un pasillo, allí ve lo que en un centro, grande o
pequeño, hay y naturalmente algunos de esos que “se atreven”
a romperle la cara al padre, también se pueden atrever a
cualquier otra cosa, cuando menos se espere.
Los padres, algunos de ellos, son los que ahora, antes que
nadie, están soportando los resultados de la falsa progresía
con todo derechos, sin que existieran los deberes, que ha
pululado por buena parte de nuestro país, un país que si por
algo se ha caracterizado siempre, ha sido por ir dando
bandazos, sin encontrar el punto exacto de hasta donde se
puede llegar y hasta donde no.
Es posible que esos padres que han denunciado las agresiones
o los intentos de agresiones no hayan influido para nada, en
su día, en alabar o en “mal confeccionar, una Ley del Menor
que está ahí, que no ha favorecido a nadie y que está
trayendo todos estos problemas y otros que no se denuncian”.
Los padres, muchos padres, son los que ahora soportan en sus
carnes el comportamiento de sus hijos en casa,
comportamiento que esos propios chavales tenían y tienen con
personas mayores en su barrio o en los centros escolares.
Para muchos padres, sus hijos, si llegaba una nota de
amonestación, simplemente, la culpa era de los profesores a
los que se pagaba para que aguantaran a sus hijos. Y ahora,
cuando el “nene” con 12 o 15 años se le ha subido a las
barbas al padre o a la madre, el camino que les queda por
recorrer es tan corto que, en muchas ocasiones, se quedan
con el “sopapo” recibido y esperando que no se vuelva a
repetir.
Aquellos polvos trajeron estos lodos. La televisión, para
que el nene se entretuviera, privó a muchos chiquillos vivir
de cerca lo que es la familia, y al correr el tiempo esos,
antes niños y ahora jovencitos, no saben de verdad lo que es
y lo que debe representar una familia, porque esa idea está
y estuvo desfasada en su mundo, esa idea no entraba en el
progreso de nuestros días.
Cuantas madres y padres han visto a sus hijos sólo un ratito
al día y qué pocos han sido los que se sentaron con el
chavalín a hacer los deberes del día siguiente. Eran más
cómodas otras cosas, que cada vez, eran más amparadas por
esa falsa progresía demagoga.
Así están las cosas hoy. Y esa idea de que el chaval esté en
“la escuela” sea como sea, la viví ayer hace un año cuando
al haber fallecido el director del IES “Siete Colinas” se
habían cortado las clases del centro. La “mamá” de uno de
los chavales al llegar a la puerta del instituto y ver que
no había clase, aun sabiendo por qué era, el único
sentimiento que tuvo fue:”pues ese no es motivo para que yo
no pueda dejar hoy aquí al niño. Muchas personas se mueren
todos los días y no por eso hay que dejar de dar clase”. Si
se siembra mala simiente no se pueden recoger buenos frutos.
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