Muchas han sido las veces que uno
ha escrito sobre el pánico de los parados. Tratando de
describir el drama de quienes se quedan sin trabajo. Porque
está demostrado que los desempleados experimentan una
angustia que sólo quien ha pasado por ese mal trance es
capaz de comprender.
Quienes sufren la privación brusca, total, del trabajo, son
fáciles de manejar. Porque más allá de la inquietud material
que padecen, son personas que se pasan todo el día echándole
la culpa a la sociedad que les ha arrebatado la posibilidad
de ganarse la vida. El hombre parado también duda de sí
mismo y de su capacidad. Ya que volver a casa, día tras día,
sin haber encontrado empleo es, sin duda, un mal trago. Y el
que escribe lo ha vivido en sus propias carnes.
Así que no resulta tarea difícil movilizar a los parados en
contra de las instituciones. De hecho, el secretario general
de CCOO viene reuniendo a los parados ante el edificio del
Ayuntamiento y el de la Delegación de Gobierno, por tocas.
El lunes pasado, le tocaba a Juan Luis Aróstegui
plantarse con sus parados en la plaza de los Reyes. Y hasta
allí me fui con ánimo de ver cómo se desarrollaba la
congregación de personas en un espacio donde siempre resulta
más propicio oír comentarios de los viandantes que en la
Avenida de Sánchez Prados.
Y en efecto, nada más llegar a la plaza de los Reyes presté
oído a lo que se decía en una reunión: Parece ser, por lo
que estoy viendo, hablaba una mujer, que en Ceuta sólo están
paradas las personas de religión musulmana. Ya que apenas se
dejan ver los cristianos que están sin trabajo. Y es que ni
siquiera mi hijo se ha dignado formar parte de la protesta.
Otra persona, en este caso hombre, respondió que todas las
criaturas allí reunidas, ante la Delegación del Gobierno,
estaban siendo usadas por Aróstegui. El cual no hace más que
aprovecharse de la tragedia de los parados para obtener
beneficios políticos. Pues todos sabemos que anda deseando
demostrarle a los votantes de Mohamed Alí que está
con ellos. A lo que contestó un tercero: “Mire usted,
Aróstegui es la persona más buena que ha nacido en esta
ciudad. Y lo demostró con creces cuando fue el concejal más
poderoso en el gobierno presidido por Fructuoso Miaja.
Lo primero que hizo es colocar a sus amigos y votantes en el
Ayuntamiento. A dedo. Incluso, en aquel tiempo, sólo con
mandar un fax ya estaba la persona recomendada por él
formando parte de la nómina municipal. Y qué decirle de
cuando llegaba la hora de conceder viviendas de protección
oficial. Entonces, me consta que se volcaba con los más
necesitados. Nada más que por eso, oigan ustedes, habría que
ir pensando en erigirle un busto en lugar destacado de la
ciudad. Pero en vida, ¿eh?; es decir, cuanto antes”.
Terminada la manifestación, me vi caminando, por casualidad,
a la vera de un sindicalista que había acudido como yo a
presenciar el espectáculo en la plaza de los Reyes. Y lo
primero que me dijo es que Aróstegui está guillado. Que por
mera ambición política está dando pasos muy peligrosos. Y,
como el sindicalista con quien paseo lo conoce muy bien, me
asegura que jamás se puede acometer ninguna tarea con Juan
Luis. Porque, cuando lo requerido se está consiguiendo, da
marcha atrás para poder volver a mostrar su fobia contra las
autoridades
(Hoy resaltamos dos mentes preclaras (!) de la modernidad:
Javier Martínez y Javier García).
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