Me he traído para España mucho más de lo que me llevé para
Haití. Situaciones duras, difíciles de digerir, pero he
aprendido mucho”. Con estas cortas pero intensas palabras
confesaba Germinal Castillo lo que ha significado para él
convertirse de la noche a la mañana en el responsable de
Comunicación de Cruz Roja Española en Puerto Príncipe, donde
la vida y la muerte se han dado la mano en un desafío que,
en sus primeros momentos, planteaba la madre naturaleza.
Todavía mantenía el rostro cansado, duras facciones que
reflejaban el agotamiento acumulado en estos últimos quince
días, y una mirada quizás confusa, en la que se difuminaban
la alegría de regresar junto a los seres queridos, y la
nostalgia y el saber de que aún queda mucho por hacer.
“Vuelvo yo, con una maqueta muy ligera de equipaje, y con
ganas de hacer muchas más cosas. Esto no va a ser, ni puede
ser, una anécdota. Es un compromiso, más aún del que tenía”,
aclaraba con firmeza. Mantenía la calma, templanza, voz
serena; pero era inevitable que apartase la mirada y
permitiera que el recuerdo, tan cercano y vivo, se adueñara
de sus palabras, de sus gestos, de esa tristeza melancólica
que no le ha permitido deshacer el equipaje esperando que el
teléfono vuelva a sonar. “Te das cuenta de lo mucho que se
necesita cualquier tipo de ayuda, por ello, estaría
dispuesto a volver cuando hiciera falta, a Haití o a donde
me mandaran. Sin duda”, admitía el voluntario de Cruz Roja
Española.
Su soltura por la romántica lengua francesa fue una de las
cualidades por las que desde Madrid lo enviaron a la tierra
de los temblores, sin embargo, el idioma, base de la
comunicación eficaz y fluida, ha sido muy variado. Por eso,
mientras le preguntábamos la necesidad de las palabras,
soltaba sus primeras risas. “Los dos idiomas que se
utilizaban era el inglés y el francés pero en la calles se
hablaba el ‘creole’, el criollo haitiano. Aunque he venido
defendiéndome, más que aceptablemente, en inglés porque no
me ha quedado más remedio”, puntualizaba Castillo.
Durante estos días, los ceutíes, los españoles, los
americanos y toda el globo terráqueo ha visto oleadas de
violencia en las calles haitianas que se han convertido en
las noticias por excelencia de telediarios, informativos y
miles y miles de páginas que han dado la vuelta al mundo.
Noticias que adquirían grandes dimensiones cuando una
multitud de personas perseguían camiones repletos de agua,
todoterrenos con mantas y cálidas visitas, y disparos que
neutralizaban el sonido ambiente de un pueblo que lloraba
por una simple gota de humanidad. “Jamás he sentido miedo,
nunca me he sentido agredido, pero es cierto que el no tener
nada y que tu vida dependa de otras, crea malestar. Y debían
entender que no podíamos llegar a todos al mismo tiempo
cuando se trata de la mayor catástrofe de la historia
reciente”, explicaba, sin poder eludir la gestualidad que le
despertaba hablar de tanta y tanta miseria que ha escondido
bajo sus sombras cientos de cuerpos sin vida.
Pese a todo, las circunstancias, los hechos, las anécdotas y
la creencia en algo que va más allá de la mente humana, han
despertado en Germinal Castillo un rayo de esperanza que
cobraba brillo en sus ojos cuando recalcaba esa llegada que
de todas partes ha llegado hasta Puerto Príncipe. “No he
parado desde que llegué pero no sé el resto de
organizaciones. Lo que puedo asegurar es que, euro que ha
llegado, euro que se ha invertido en Cruz Roja en toldos,
mosquiteras, cubas de agua, hospitales de campaña,
medicamentos, potabilizadoras, mantas... La ayuda se ha
repartido pero es tantísimo que parece que no se ha hecho
nada cuando trabajábamos doce horas y parecían 24. Luego,
llegabas al campamento y seguías; la organización, el día
siguiente, el envío de fotografías, las crónicas, la
atención a los medios y un sin fin de cosas más”, relataba
Castillo, sin abandonar esa sonrisa que le producía el
enumerar y evocar todas esas vivencias que le han dado una
fuerza que el creía guardar en el baúl de los recuerdos. Aún
así, las malas pasadas que juega el caprichoso destino nunca
llegan solas y se plantean como retos que parecen
insuperables. “Lo pasas mal cuando ves que alguien sufre
pero no tienes elección. Puedes ir a llorar y, de hecho, es
así porque no eres insensible. Pero no tienes el derecho de
desfallecer, no puedes, es imposible, a eso no vas. Afrontas
la situación y en mi caso, me he sentido muy arropado por
los compañeros”, confesaba orgulloso y agradecido.
El dolor une, nos recalcaba Castillo, pero Haití, su gente,
sus niños, sus familias sin hogar y sin nada que tener, han
conseguido embriagar y enamorar el corazón del ceutí, que en
situaciones extremas, ha comprobado y experimentado lo que
significa la palabra, solidaridad. “Todas las heridas se
curan pero dejan cicatrices; también soy consciente de que
es una oportunidad única de hacer un trabajo que me gusta y
de poder ayudar. Pero, al mismo tiempo, todo eso se puede
hacer porque hay un mogollón de gente en todos lados
haciendo otras cosas. De nada sirve que Germinal, de Cruz
Roja, esté en Haití, si no hay compañeros que facilitan la
comunicación, si no hay periodistas que hablen de lo que se
está haciendo, que hay unos ciudadanos que saben lo que está
pasando, que hay personas que están aportando dinero... Es
una cadena, una organización humana que traspasa la Cruz
Roja”, finalizaba, con la mejor voz de toda la entrevista.
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