El artículo Los Siete Magníficos ,
dejó una intriga en el final de la narración, fue en el
comedor del C.I.M. de Cádiz, cuando nos disponíamos a
desayunar, con el canguelo que llevábamos todos encima,
cogemos el colacao, las madalenas y nos ponemos a compartir
mesa sin mantel, con un marinero, eramos los pelones por
excelencia, junto a uno que vestía de marinero. Mi vaso de
colacao, se “mueve” a lo que le digo al marinero si aquello
era una “novatada” o si tenía que atenerme a algo que pasaba
por ser el primer día de los días de la mili…, el marinero
que parecía un tío normal, de no ser así no se habría
sentado con nosotros, me dijo que el no había hecho
absolutamente nada, a lo que yo me decidí a meter los dedos
en el vaso, y descubrir el misterio de “porqué se había
movido”, saqué tres o cuatro cristales enormes y eso me hizo
entrar en una angustia enorme, más que nada por pensar en
que hubiera sido si me hubiera bebido de un golpe el vaso de
colacao, si me habría rajado antes la lengua, los labios, el
interior de la boca, o si me habría reventado la garganta,
de haber muerto desangrado, el primer día, de la manera más
tonta y cómo se habrían enterado mis padres, de pensar en
cómo era eso de la mili, que un hijo sufriera una cosa así
el primer día, sin uniforme, sin pelado, sin botas y sin
material. Salí pitando, con lo que me entró, me dio tiempo a
ir a la cantina, y por diez duros, tomarme un café en vaso
de plástico y una milhoja, ambos manjares sabían a gloria.
Desde aquel trance en el comedor, me pegué más de un mes sin
desayunar en el comedor. En la oscuridad del previo al
amanecer, se oye por los altavoces, Forme todo el personal
de este Centro, en el Patio de Armas. Una música de bello
recuerdo por su armonía y solemnidad, daba paso al turno de
guardia entrande, al CIM de San Fernando, una vez formada.
Se Izaba la Bandera Nacional, y todos a sus destinos, y
nosotros a las puertas de nuestras Brigadas, ya por fín como
corderitos, nos vamos con los cabos monitores y
suboficiales, a las Barberias y Peluquerias, y
posteriormente a la zona de duchas y primer vestuario. Las
“motos” estaban enfurecidas e iban pasando por nuestras
cabezas, todos nos quedamos “mirando” al que posteriormente
sería el “canario” porque era enteramente Jesucristo, y
claro lo dejaron sólo con la cresta de un indio de esos
pieles rojas, le metieron la moto hasta por la cara, y no lo
reconocimos, hasta mediados el tiempo de Instrucción, los de
Ceuta, son los primeros en reconocerme con la cresta y la
cabeza como una pelota de tenis..
Ostia Chellarám…., yo sólo sonrío y paso a las duchas, donde
un marinero con la experiencia de sastre, suelta al verme
L-46, no era una lancha de desembarco, era mi número de
talla, y ya tenía mi traje de faena, la ropa interior, los
tenis bamba y por supuesto la boina, y una ducha de
velocidad máxima, entre los gritos y chillidos de los cabos,
de que aquello no era el Hotel Ritz para estar plácidamente.
Ahora todos al clínico, al Hospital para pasar
Reconocimiento Médico, esos días del stress y de la
incertidumbre, tenía dolores por el pecho, y al empezar el
reconocimiento médico, ya iba pasando por rayos, por
auscultación, peso, y se iba oyendo al fondo, a varios
pelones, que tenían que pasar aparte por reconocimiento de
pecho, hoy día ve uno en las noticias, futbolistas que son
descartados para la práctica del fútbol, ahí los médicos lo
tuvieron que ver muy claro, al descartar al menos a cuatro
chavales, para hacer el servicio militar, se tuvieron que
dar la vuelta, con el traje de faena y el pelado , era
triste una vez entrado de marinero, el no poder continuar ,
pero la medicina tiene esas cosas.
De vuelta al Cuartel de Instrucción, subimos a la Sala de
Proyecciones, donde la tele está cerrada con llave. Se
presentan los mandos, un joven y apuesto Oficial, a la sazón
Teniente de Navío es nuestro Comandante de Brigada, Don
Angel Torres Blanco, se convirtió en nuestro líder y nuestro
ídolo, ese don y esa persuasión en sus dotes de mando, nos
encandiló a todos los 170 marineros voluntarios que éramos.
De Oficial de Brigada, un Subteniente de Infantería de
Marina, Don Luis Sanchez Ruiz, éste hombre era la mili, la
Armada y el Cuartel pegado al ser humano, ya nos entró el
temblique al verlo , al hablar y sabía más que el Palo Macho
del Cuartel. Los demás suboficiales, uno condestable, o sea
artillero, uno torpedista, y otro contramaestre, cada uno
con su manera de ser y mandar, pero el que ya había dejado
su firma el Subteniente, de cuando llegaba por las mañanas a
formar al Patio de Armas, nos convertíamos en Museo de Cera…
continuará….
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