Está convencido de tener la mejor
molondra de esta tierra. Y que ha nacido para dirigir los
destinos de ella. Cuando jamás ha dejado de ser un muchacho
acomplejado y necesitado de hacerse notar derrochando
malaúva sin solución de continuidad. En realidad,
Aróstegui es el resultado de quienes les reían sus
gracias, menudo gusto, que a él le servían para hacerse el
fuerte a ver si daba el pego de hombre decidido, audaz y
capaz de demostrar que era el Che Guevara de
Ceuta.
Vestía como un guerrillero y se daba pote de poder
ridiculizar a la gente que a él le conviniera. Yo tuve la
mala suerte de verle actuar en un pub y estuve a punto, con
mis cuarenta y tantos años, de sacarlo del local a gorrazos
limpios.
Era un chiquilicuatre. Un tonto con ínfulas de
revolucionario y que preconizaba su anarquismo chapucero con
el único fin de poder disimular que era miembro de una
familia que veneraba el carlismo. Un hecho que le obligaba a
comportarse de manera tan extravagante como cachondeable.
Por lo visto era la única forma que tenía de rebelarse
contra las ideas que prevalecían entre los suyos. Como si
ser carlista fuera un oprobio.
Como dice David Rodero, en su análisis del viernes
pasado, el paso de Aróstegui por el Ayuntamiento, como
hombre fuerte del gobierno de Fructuoso Miaja, fue un
desastre en todos los sentidos. Habría que recordarle todas
sus actuaciones tan incompetentes como saturadas de puntos
negros. David Rodero lo calificó de gran caradura. Pero yo
diré de Aróstegui que es el influyente de Ceuta que tiene la
cara de hormigón armado más lograda. Esa cara que le permite
decir cada dos por tres que la prensa está vendida a Juan
Vivas y que todos los periodistas están comprados.
Cierto es que los periodistas son incapaces de decir ni pío.
Puesto que son sumisos a la voluntad de un secretario
general de un sindicato de clase con una historia que él
está manchando sin cesar. Y rodeado de una clase media
satisfecha. Cuyos componentes viven sometidos a los
caprichos de un fulano que se levanta cada mañana dispuesto
a convertirse en el protagonista principal de la ciudad.
Protagonismo que busca aunque en el empeño deba estar todos
los días tirándole de la levita a Mohamed Alí. A ver
si así obtiene la tan ansiada acta de diputado para poder
hacer de filibustero en los plenos. Ya que el hombre cree
que Castelar no le hubiera llegado a él ni a la
altura de los tobillos. Si bien el tiro le puede salir por
la culata.
Y será posible en cuanto Mohamed Alí se percate de
que si acaso se presenta a las elecciones el Partido
Democrático y Social de Ceuta le puede quitar votos a
granel. Y podría darse el caso de que uno de los suyos se
quedara sin escaño y éste fuera a parar a las manos del
sindicalista que, siendo concejal con Miaja, tenía montada
su oficina en un bar cercano al edificio municipal.
Pues bien, este Aróstegui es el que no ha tenido el menor
inconveniente en llamarle palanganero a Guillermo
Martínez Arcas: consejero de Economía, Turismo y Empleo.
Cuando palanganero, en su acepción de insulto, significa
empleado de prostíbulo.
(A ver qué dicen ahora intelectuales (!) tan afamados como
Raquel Chaves, Iván Chaves y J. Manuel González
Navarro)
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