Su voz, al igual que sus piernas, comienzan a flojear. La
intensidad y el agotamiento, ya hacen estragos a los que se
une el calor y la falta de noches de sueño. Pero a pesar de
todo, el espíritu sigue vivo, constante, intenso, y
acompañado por tanta muerte y miseria que hacen que un leve
bostezo se conviertan en diez horas más trabajo.
Ya quedan pocas crónicas que enviar a través de las nuevas
tecnologías a los miles de medios de comunicación; pero
mucho por hacer, claro que ya todo está en manos de la
voluntad política para iniciar el proceso de reconstrucción
de un paraíso destruido por la madre naturaleza. “Tardaré
poco en regresar aunque no sé que fecha es la establecida.
Esto no quiere decir que no haya más nada por lo que luchar
porque, desgraciadamente, en Puerto príncipe quedan un
mínimo de cinco años más de trabajo para que regrese, en
cierta medida, la normalidad”, confesaba Germinal Castillo,
responsable de Comunicación de Cruz Roja Española en Haití.
Desde la entidad humanitaria se sigue con el reparto de
ayuda, “que se está haciendo desde el minuto 1” después de
la catástrofe y que, desde entonces, “ni a nosotros, ni a
nadie de otro color, el uniforme ha ayudado a trabajar”.
Pero cierto es que todo tiene una fecha de caducidad. Las
informaciones, los alimentos y las personas entran dentro
del paquete. En Haití, hay cosas caducadas desde hace
tiempo, mucho tiempo, pero “si queremos hay cosas que se
pueden remediar. Todo es cuestión de querer, pero…
¿queremos?”, alzaba, en voz alta, Castillo.
Han sido días duros, tanto físicos como psíquicos, donde el
agua y la fruta han sido los recambios de combustible para
la fortaleza humana; donde los escombros van recobrando
formas para convertirse en el techo de aquellos que
contemplan día a día, el cielo. Y pese a las malas noticias
que rodean a la catástrofe, lamentables sucesos y olas de
violencia que protagonizan los informativos, el contraste de
pareceres sigue patente. “Es curioso, en ningún momento he
sentido nada parecido al miedo; en ningún momento me he
sentido presionado más allá de escuchar las quejas de
personas que, con suerte, sólo tienen lo puesto. No, no he
sentido la inseguridad en ningún momento, más quisiera yo
haber tenido esa sensación de tranquilidad en muchos de los
puntos de España que he visitado. ¿Qué esto es el idílico
paraíso terrenal? Pues tampoco, pero desde luego no es como
nos lo quieren pintar, no, así no es”, recalcaba el
periodista ceutí.
Allí, en el corazón de Puerto Príncipe, los habitantes están
queriendo poner caducidad al dolor, pero nada es fácil
cuando no se tiene de nada, o, como en este caso, menos que
nada. “Yo también tengo caducidad. En breve volveré al mundo
de los Gran Hermano, diarios de fulanita y subidas de IPC;
en breve, tras el consabido jet lag, la rutina diaria
intentará dar cartas de naturaleza a mi caducidad en Haití.
Pero no, me niego a que así sea. Contra todo pronóstico, no
quiero volver (a pesar del cansancio, entre otras cosas),
Haití me tiene cogido y no descarto volver, este es el
Caribe al que me apetece venir. Parece que han pasado meses
desde que pisé Dominicana por primera vez, y desde luego me
llevará vivencias para cuarenta existencias. Como me decía
el galo, es mi primera misión pero no la última. Espero
poder coincidir en la afirmación, no os imagináis cuanto lo
deseo, yo mismo lo desconocía, y es que hay tanto por hacer
todavía…”. Y es que evidentemente, una sonrisa vale más que
mil palabras de miedo o intimidación.
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