Estos días pasados, todavía de
resaca de Reyes de quitar escaparates y las guirnaldas, de
echar más horas que el marinero del Rhone, estaba viendo
imágenes sin ton ni son , que eran escombros y muchos
ciudadanos de color muertos por doquier. No sabía de donde
procedían, más el malestar que he sufrido del cólico C.M.D.
me había dejado sin apenas fuerzas para hacer los artículos,
y si encima algún rezagado me decía, si todavía iba a abrir
el domingo, estaba mi cabeza como una peonza dando vueltas
en los tiempos de la Plaza de los Reyes. Una vez me doy
cuenta de la magnitud del suceso, del terremoto de la fuerza
de una bomba de seis toneladas, según los sismógrafos, con
un balance provisional en HAITI, de 200.000 muertos y tres
millones de heridos, según la ONU, la catástrofe más grande
de de la historia de Naciones Unidas.
Donde todos los países han prestado su ayuda, y dejando
HAITI en manos de los Estados Unidos, para organizar y
gestionar un país que ha quedado reducido a polvo y
escombros. Me hago la siguiente pregunta, ¿no sería mejor
largarnos de Afganistán y volcarnos en la ayuda de los
necesitados y agradecidos del pueblo de HAITI, donde todo el
hombro que arrime uno es insuficiente, pero agradecido, en
HAITI no nos pondrán bombas debajo del paso de los BMR, ni
saldrán barbistas con los kalasnikov, ni insurgencia de los
cojones, pidiendo que nos vayamos, por lo menos, bomberos,
médicos, ingenieros, equipos de salvamento, ayuda de
logística y organización del aeropuerto, se sabrán
reconfortados por prestar una ayuda, de suma importancia,
como rescatar una niña tras muchas horas de entre los
escombros y ver que está con vida.
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