El domingo pasado, en la
Miscelánea semanal, que sigue ganando lectores a porrillo,
le dediqué un párrafo a Pablo Ferreras Guerrero.
Joven empresario que lleva once años destacando en negocios
nocturnos capaces de colmar las apetencias de ocio de
cuantas personas decidan acudir a “El Refugio de Buda” o
bien a “Él Ático”.
De Pablo Ferreras tengo yo una impresión inmejorable. No
puedo negar que me cayó bien desde el día que me lo presentó
Karim Bulaix: propietario del Hotel Ulises. Pero
tampoco es menos cierto que Pablo ha sabido ganarse mi
estima y respeto por la forma que tiene de comportarse y por
ese saber estar que le distingue en todo momento.
El hijo de Ángela Guerra, nombre que no se le cae de
la boca a Pablo, es de fiar. Y ha conseguido a edad temprana
dar pruebas evidentes de ser un hombre en toda la extensión
de la palabra. Es decir, un hombre de verdad. De los que han
entendido que en la vida hay que trabajar duramente para
poder mantener una familia sin perder un ápice de
integridad.
De él sé, porque me lo ha dicho alguien en quien confío
muchísimo, que da pruebas constantes de honradez y rectitud
inalterables, impropias de su edad. Pero que tampoco está
dispuestos a servir de muñeco para que jueguen al abejorro
con él.
PFG lleva ya un tiempo que se siente perseguido. Todo
comenzó desde que se hizo cargo de “El Ático”, pub de éxito.
Así que no cesan de ponerle trabas en todos los sentidos.
Tal vez porque en ese local no se consume ni Ballantine ni
Beefeater.
Los intuitivos acertamos en la misma medida que cometemos
errores de bulto. Ojalá que en esta ocasión sea lo segundo.
Pero mucho me temo que estoy apuntando en la dirección
debida.
Y es así, porque, hechas algunas averiguaciones, he podido
enterarme de que hay un policía que, asesorado por un
superior, desea hacerse por todos los medios con Él Ático’.
Y no descansarán hasta conseguir sus propósitos. Aunque en
el empeño hayan de actuar con la maldad solapada que tan
buenos resultados les está dando en el desempeño de otros
menesteres.
De momento, quienes tienen puestos los ojos en El Ático, con
el fin de quitarle la explotación a Pedro Ferreras, han dado
un paso en falso, acudiendo a los sindicatos policiales para
que éstos le pidan a Juan Vivas que investigue el
acoso en forma de denuncias que sufre la UIR por parte del
propietario del pub. Las mismas que están ya en el juzgado
correspondiente y se encuentran en fase de instrucción.
Denuncias que se refieren todas a dos protagonistas: agentes
de la UIR y empleados del pub.
Pero los sindicatos policiales, recibidas las quejas de los
agentes, quieren obtener respuesta del área competente; en
este caso Fomento, a fin de acceder a los permisos y
licencias con que cuenta este negocio, y demás
regularizaciones para saber si los empleados del pub pueden
impedir a ciertas personas la entrada al local.
Una petición que nos parece absurda como contraproducente.
Porque si hay denuncias y éstas se encuentran ya en el
juzgado, lo que deben hacer los agentes es esperar a que el
juez instructor decida. Mas nunca seguir persiguiendo
sañudamente al pub que no vende ni Ballantine ni Beefeater.
Y es que hasta para hacerse las víctimas hay que emplear el
sentido común.
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