Con la globalización hemos
descubierto que el mundo real es mucho más pequeño que el
mundo de la imaginación. Queda demostrado con el aluvión de
engaños y fraudes, con la multitud de acciones contrarias a
la verdad y a la rectitud, que aunque viene de antiguo,
lejos de eclipsarse, continúan iluminando abecedarios que
nos enganchan. El mismo afán y desvelo por agradar, por
cierto tan de moda hoy en estos tiempos de apariencias, lo
hemos convertido sin sonrojo alguno en el primer arte de
fingir. Ya no digamos del embrujo por lo exótico, que sigue
acrecentando adictos como nunca. Creer en patrañas, como
pitonisas y videntes, es síntoma de esa confusión e
inseguridad que se vive. Sólo hay que marcar un teléfono
para que te arreglen la vida, pero de entrada te desarreglan
el bolsillo. Otra estafa más, que sigue cebándose con gentes
que andan a la búsqueda de sí, y con los que se comercian
sus desgracias. Los mismos derechos humanos en ocasiones
también han servido de chantaje, se han expoliado tanto en
el mundo de hoy que hasta el concepto ha perdido
legitimidad. Unas veces por manipulación política, otras por
avaricias humanas, lo cierto es que la esclavitud mental
todavía persiste por ejemplo. La defensa de todo ser humano
no es un privilegio religioso o partidista, es algo innato,
forma parte del ser humano, por lo que es, y ha de serlo en
libertad. Lo mismo sucede con el deseo de probar nuevas
sensaciones para alcanzar sueños. La caída en el orbe de las
adicciones es otra estafa más, porque no refuerza la vida,
sino que la destruye.
Bajo el engaño de tantas ilusiones se han cometido tantas
injusticias, se han restado tantas libertades, que se han
multiplicado los engaños y a la falsedad le han salido alas
que vuelan por doquier parte del mundo. El fraude electoral
campea por muchos países que presumen de demócratas.
Precisamente, la actual crisis del mundo y de las distintas
sociedades pienso que tienen su origen en el corazón mismo
de las personas. La superación creo que pasa por cambiar
mentalidades y estilos de vida. Educar no es adoctrinar,
sino templar el alma para la convivencia bajo la
autenticidad de ser uno mismo. Ahí radica el esfuerzo que
debemos llevar a cabo todos para con todos. Ya está bien de
tanto ejército fraudulento voceando: ¡el mundo soy yo! Nadie
puede imponer un nuevo orden porque sí, y mucho menos
obviando al ser humano como sujeto de derechos y deberes.
Habría que declararles la guerra a la legión de seductores
que a diario nos engañan y manipulan. Astutamente piensan en
la manera de vencernos, y a veces lo consiguen incluso sin
convencernos, y toman decisiones por nosotros con total
descaro. Ahí está el fraude ideológico, instruyendo ideas y
actitudes de forma tácita, debido a la fuerza de empuje que
tienen ciertas tácticas estratégicas. Al manipulador le da
igual los sentimientos de las personas, los franquea sin
miramientos, lo que pretende es dominar y dirigir su
conducta.
Otro cáncer del momento actual, son las prácticas en las que
los intereses particulares e injustos prevalecen sobre la
colectividad del bien general. Tal es el caso del cohecho y
la corrupción política, del fraude por eludir la justa
contribución social, o la utilización indebida de fondos
públicos para enriquecimiento personal. Considero, pues, que
la fiscalidad y la lucha contra el fraude debiera ser
prioridad en todos los gobiernos del planeta, tanto en sus
relaciones internas como externas. En este sentido, la
Presidencia española de la Unión Europea dice que va a
prestar especial atención a la cooperación de las
administraciones públicas de los Estados miembros en la
lucha contra el fraude. Sin duda, creo que sería bueno para
el mundo que Europa apostase por una fiscalidad más justa y
eficiente, hasta ahora no lo hizo, diera ejemplo de
transparencia en la lucha contra la evasión fiscal y sobre
la fiscalidad del ahorro, que fomentase la cooperación en
materia de información en el área de la fiscalidad y que
mejorase los instrumentos que permitan hacer efectivo el
cobro de deudas; o que llegase a acuerdos antifraude con
terceros países y refrendase el compromiso en materia de
cláusulas anti-abuso. Veremos si se llevan a la realidad las
promesas y si cunde el ejemplo. Falta hace que así sea; el
fraude mundial que nos impregna el cuerpo y también el alma,
no se puede sostener por más tiempo.
Por dinero todo se hace, también la estafa mayor de comprar
vidas humanas, pero asimismo tiene un lenguaje que entienden
todos los países, y debieran entenderlo prioritariamente
para dar un salto de calidad a los más desfavorecidos. Los
pobres son a los que más les afectan los fraudes. Son
mártires y presas fáciles. No hace muchos días, la
Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
denunciaba el fraude del que fueron víctima miles de
personas, con la promesa de mejor vida que en sus países.
Este tipo de estafas se producen a diario. Pienso que es el
momento de poner justicia a este vandalismo. Y en cualquier
caso, frente a todos estos ríos de sustracciones, trampas,
timos y contrabandos, que circulan por el planetario como
perro por su casa, hay que proclamar la apremiante necesidad
de renovarse éticamente, de cambiar estructuras, modos y
maneras de ser y actuar, lo suyo es hacerlo desde dentro,
desde las raíces más hondas del ser humano. Porque tan grave
es el engaño que se realiza eludiendo obligaciones legales
como usurpar derechos con el fin de obtener un beneficio. Un
buen comienzo es el pacto mundial de la ONU que pide a las
empresas: asegurarse de que no sean cómplices en abusos de
derechos humanos y que trabajen contra la corrupción en
todas sus formas, incluidas la extorsión y soborno. Algo es
todo en la mayoría de las veces.
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