La reunión transcurre festiva
porque las bromas se suceden. Alguien se descuelga diciendo
que si a él le diera, un suponer, por decir niño repelente
de quién nos acordaríamos. Y otro de los presentes, sin
titubear, exclama: ¡De ese toro suelto al cual Manolo
se viene refiriendo de vez en vez! Risa generalizada.
Pero a mí no me agrada que esa persona, me estoy refiriendo
al toro suelto, por más que sea un adefesio y muy conocida
por haber lucido protuberancias en la frente con precocidad
y haya dado siempre grima por ello, sirva de mofa estando yo
presente. Y aconsejo un cambio de tercio. Y todos los
asistentes a la cuchipanda aceptan mi propuesta.
Hablemos, pues, de esa mujer fea, feísima de la muerte, de
la que tú hiciste mención días atrás, propone otro. No.
Porque le he leído a Alfonso Ussía que un hombre
educado jamás le dice a una mujer fea. Aunque ésta no dude
en humillar a cualquier hombre con cargo por no seguirle el
juego a ella. Eso sí, ser periodista y fea, tampoco es una
tragedia. Así que para mí seguirá siendo una chicharra
panzona. Risa generalizada.
Pues entonces, Manolo, que sea Juan Luis Aróstegui el
protagonista de nuestros comentarios de sobremesa. Quien se
me dirige conoce perfectamente al muchacho que clama todos
los jueves contra Juan Vivas. Y que lleva ya mucho
tiempo tirándole los tejos a Mohamed Alí. Nadie es
perfecto. La voz, que sale de una esquina de la mesa, suena
redonda y causa rechifla general.
Otro interviniente lo hace para decir que le gustaría
conocer el nombre del periodista que ha recibido doce mil
euros por parte de un político para pagar estudios
universitarios. Dinero que fue ingresado en una cuenta a la
que no tuviera acceso el periodista. Para que éste no
pudiera quedarse con la cantidad regalada. Ya que el
periodista en cuestión ha ganado fama más que merecida de
quedarse, en cuanto tiene la menor oportunidad, con lo que
no es de él.
Y, claro, todas las miradas se dirigen hacia mí. Y me veo
obligado a dar la correspondiente explicación. El nombre del
periodista no saldrá de mi boca ni tampoco el del político
que tuvo a bien mostrarse generoso con el profesional de un
medio cuya vetustez se está produciendo a paso de
legionario.
-Tú siempre tratando de ocultar las extralimitaciones de
Juan Vivas.
Quien me señala forma parte de un grupo que no puede ver a
Vivas ni en pintura. Un grupo cuyos componentes le achacan
al presidente la mucha pleitesía que le rinde a ciertas
familias de esta ciudad. Y salen a relucir nombres de padres
e hijos que van presumiendo de que Vivas actúa al dictado de
ellos.
-Pues no, conocido mío, te equivocas... Juan Vivas no ha
sido el político que ha ingresado en una cuenta bancaria
doce mil euros a ese periodista que lleva poniendo la mano
desde que usaba babero.
Al final, y tras hablar de priapismo, debido a que nos hemos
enterado de un caso reciente que ha habido, se me inquirió
si es verdad que Vivas tiene a Napoleón como ídolo. Y
dije que sí. Lo que no pude aseverar, porque lo desconozco,
es si JV tiene el don extraordinario, que tenía Bonaparte,
de poderse dormir a ratos en cualquier parte, y en el
momento que lo deseaba. Pero prometo escribir otro día de
cómo Vivas gusta de mirarse en tal genio.
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