Hay dos palabras que, por separado, conectan directamente al
sociólogo italiano Marco Marchioni, fundador del Instituto
que lleva su nombre y que coordina el proceso ‘Soñando con
una escuela para todos, entre todos’, y a Ramón Flecha,
catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona con
el que que el Centro de Profesores y Recursos (CPR) de Ceuta
está empeñado en traer como mascarón de proa del primer
módulo del curso de formación de equipos directivos que
pondrá en marcha el próximo mes de febrero: “La utopía es
posible”.
Ese es, literalmente, el título del libro publicado por el
primero en 1995 y en el que teoriza sobre “la intervención
comunitaria en las nuevas condiciones sociales”. Flecha
también cree que es posible que los sueños se hagan realidad
bajo la premisa, ineludible para Marchioni, de que “no es
suficiente luchar por objetivos justos; hay que luchar con
métodos concretos”. “Quienes en educación oponen ciencia a
sueños no son científicos”, advierte Flecha en una
entrevista recogida en la revista del CPR local: “Quienes
dicen ‘dejémonos de utopías, bajemos a la realidad’ nunca
mejorarán la realidad y ni siquiera llegarán a conocerla.
Quienes dicen que el pesimismo es el optimismo inteligente
son muy poco inteligentes; nunca mejorarán la educación
pero, eso sí, verán refrendada su profecía que fatalmente se
cumple, que las cosas están mal y continuarán peor”.
Todos los datos, aunque haya quienes cuestionen, como los
del paro, su veracidad, indican que las cosas en Educación
en Ceuta están, como mínimo, bastante mal: la ciudad
mantiene índices de fracaso escolar superiores al 50% que,
al contrario que en Melilla, no dejan de crecer. En 2003, en
un texto titulado ‘Reflexiones y propuestas en torno a
educación, escuela y comunidad’ Marchioni ya advertía de que
“una sociedad que quiere ser avanzada y moderna y que quiere
competir en paridad de condiciones con los demás países del
primer mundo no puede permitirse el lujo de dejar en la
cuneta un porcentaje tan importante de personas como el que
se genera con un fracaso medio del 30% del sistema educativo
público”.
En un contexto mucho peor, el actual de Ceuta, la Dirección
Provincial del Ministerio de Educación, los Servicios
Sociales Comunitarios de la Ciudad y el CPR se han propuesto
seguir la línea abierta el año pasado en Juan Carlos I por
la asociación Intercultura para luchar contra el fracaso
escolar uniendo fuerzas en las denominadas comunidades de
aprendizaje, el concepto teórico que sostiene la idea de que
es necesario acabar con la fractura existente entre los
claustros, las familias y el resto de la sociedad en lo que
a la tarea formativa de las nuevas generaciones se refiere,
un proceder que la Ley Orgánica de Educación (LOE) avala en
tanto que consagra la libertad organizativa y pedagógica de
cada centro.
El jueves, en el helipuerto, después de las tres jornadas de
formación y coordinación que sentaron las bases del proyecto
‘Soñando con...’ que se lleva a cabo en los CEIP García
Lorca y Vicente Aleixandre, Marchioni expuso a este
periódico su convicción de que Ceuta puede convertirse en un
“referente nacional” en lo que a la aplicación de las
teorías del desarrollo comunitario se refiere.
“El colectivo más implicado, el docente, la Dirección
Provincial del Ministerio y el CPR, parece que entienden la
necesidad de abrir camino a una perspectiva diferente del
trabajo educativo que implique mucho más a las familias,
pero también al resto de la ciudadanía, a lo que llamamos
comunidad”, constata el italiano, que se fue “impresionado”
con la respuesta de los padres de alumnos del García Lorca a
la propuesta: “No explicamos muy bien cómo pensábamos
organizarlo todo y aparecieron 60 madres y unos pocos
padres, la mayoría de la comunidad árabo-musulmana, algo
inesperado, fantástico, increíble”, destaca.
El colegio que dirige Antonio Palomo es, en ese sentido, una
rara avis, el ejemplo perfecto de la aplicación “intuitiva”
del empeño por involucrar al entorno de un centro en su vida
cotidiana, otra forma de trabajar que levanta algunas
ampollas entre quienes son reacios a salir de la rutina. Su
modelo sirvió de contexto para la tesis doctoral ‘El perfil
del alumnado de compensación educativa del García Lorca’,
obra de Manuel López Ruiz en la que se concluye que “la
educación no es labor sólo de la escuela como institución.
Son todas las instituciones sociales las que han de velar
por la educación de los que mañana serán sus ciudadanos de
derecho”. Por ahí van los tiros, aunque no sea fácil.
En una versión de la realidad un tanto edulcorada Marchioni
cita un caso práctico: “Después de los encuentros que
Antonio [Santana, presidente del Instituto Marco Marchioni]
y yo hemos mantenido en Ceuta nos hemos llevado sorpresas de
profesores que estaban en contra de cualquier idea que les
sacase de su trabajo habitual pero que han ido a los
directores y les han dicho: ‘Cuenta conmigo’. Si los
educadores sociales, los profesores, perdermos la
perspectiva de aquello para lo que hemos estudiado, para
mejorar la sociedad con nuestro trabajo, vamos por mal
camino”, argumenta.
Tres perfiles docentes
Según todas las fuentes consultadas la radiografía de la
disposición del profesorado a contribuir a esta línea de
trabajo es la siguiente: hay un pequeño grupo concienciado
que lo respalda; un gran grupo escéptico y otro pequeño que
no quiere saber nada de la historia.
Es un diagnóstico que comparten Manuel López y Manuel
Serrano, coordinadores de ‘Soñando con...’ en el García
Lorca. “Es una iniciativa bonita y muy interesante porque
aglutina el esfuerzo de todas las instituciones para ofrecer
una alternativa a la exclusión social y el fracaso escolar
en esta ciudad que ya habían planteado, de manera aislada y
menos estructurada, muchas personas en esta ciudad”,
recuerda el primero, que se confiesa “expectante” a la
espera de que se defina “un proyecto serio con una
metodología clara, propuestas viables y financiación
institucional”.
Como profesor Serrano reconoce que entre los docentes hay
“diversidad de opiniones” sobre la metodología comunitaria.
“Hay algunos que se van a implicar al mismo, otros que
estarán expectantes y otros, por qué no decirlo, más o menos
minoritario, que no cree en este tipo de proyectos”, apunta
dispuesto a “tirar del carro” y a convencer a ese grupo que
“piensa de otra forma, respetabilísima, o que lleva mucho
tiempo trabajando en estos ámbitos y han visto sus
inquietudes frenadas y están defraudados”.
El trabajo en conjunto costará, pues, debates, disgustos y
dinero. Pioneros en la implantación de este tipo de
experiencias, los responsables de la asociación Intercultura,
que trabaja en el desarrollo de una “comunidad de
aprendizaje” alrededor del CEIP Juan Carlos I desde el curso
pasado, cuenta para ello con una subvención nominativa de la
Consejería de Educación y el año pasado recibió otra del
Ministerio.
El presidente de la Federación Provincial de Asociaciones de
Vecinos (FPAV), José Ramos, que conoció a Marchioni hace dos
años cuando le invitó a Ceuta por primera vez la Ciudad,
también ha ofrecido ahora al CPR “toda la ayuda que el
movimiento vecinal pueda ofrecer para luchar contra la lacra
del fracaso y el abandono escolar”.
A nivel institucional ‘Soñando con...’ tiene, hasta ahora,
el compromiso de la Dirección Provincial y de la Ciudad de
poner a su disposición “todos” los recursos humanos y
materiales a su alcance. El Instituto Marco Marchioni tiene
previsto cerrar en el plazo de aproximadamente un mes una
‘hoja de ruta’ en la que se comprometa a aportar “la parte
de formación, asesoramiento y seguimiento” para que el
proceso cristalice “en la firma de un convenio de tres años
de duración como mínimo que tenga unos recursos mínimos
necesarios para sostenerlo en el tiempo”.
“El proceso se adapta a la gente”
A juicio de Marchioni, ni las condiciones socioculturales de
la Ciudad ni las socioeconómicas de cada barriada suponen
mayor problema. Sobre la cohabitación de una comunidad árabo-musulmana
y otra cristiano-occidental, como las denomina el profesor
de la Universidad de Cádiz Rafael Jiménez en su estudio
sobre el fracaso escolar, el italiano opina que “no es un
tema de dificultad, sino de complejidad”. “En todas partes
vamos hacia la interculturalidad y aquí partimos ya de esa
realidad muy consolidada, lo que es una virtud”, se
felicita.
Que los colegios elegidos para desarrollar el proceso de
desarrollo comunitario estén enclavados en barriadas de
poder adquisitivo medio no demasiado alto tampoco es un
escollo, según su parecer, insalvable: “Hay que desterrar la
idea”, pide, “de que lo comunitario se aplica sólo a zonas
marginales o empobrecidas. Lo comunitario es una necesidad
de todo tipo de realidades. No se puede vincular siempre
esto al subdesarrollo. Lo comuntiario es un método para
mejorar situaciones de cualquier tipo”.
“Al contrario”, termina, “la gente con mucho dinero suele
tener menos tiempo, pero no es un problema económico sino de
actitud: un proceso se adapta a los tiempos de la comunidad,
no al revés, y si en un contexto tenemos muchas madres que
son amas de casa eso nos permitirá trabajar mucho por las
mañanas, por ejemplo”.
|