... Referirnos a nuestras pequeñas
miserias, cuando en Haití han muerto miles de criaturas y
cientos de miles agonizan porque, los inútiles que han
enviado toneladas de “ayuda” no se pararon a pensar, en el
arrebato humanitario, en algo tan simple como en la forma de
hacer llegar esa ayuda a la población. El aeropuerto de
Puerto Príncipe abarrotado, pero no hay gasolina, ni
vehículos, ni personal para repartir en condiciones. Hasta
que lleguen los americanos. Por supuesto.
Y mientras nos golpean el alma con imágenes de cadáveres y
nos hieren el sentimiento pensando en cómo los haitianos,
que son tan creyentes, están viendo quemar a sus difuntos
sin el mínimo ritual, el que el PSOE lance con timidez la
cuestión de la sucesión de ZP, es algo que nos deja
indiferentes. Las grandes catástrofes humanitarias, en su
brutalidad, narcotizan el corazón ante los problemas
domésticos y nuestros ocho millones de pobres ya no nos
parecen “tan” pobres. Y el hecho de que, la mendicidad y la
prostitución poligonera sean las actividades empresariales
más pujantes de España, tampoco nos conmueve demasiado.
Estas tragedias blindan ante las calamidades nuestras de
cada día, porque nos dan un punto de comparación
infinitamente más horroroso. Ante la maldad del destino para
con el pueblo haitiano, las maldades de nuestros poderosos,
la injusticia institucionalizada, las arbitrariedades, los
abusos consentidos, el blindaje de los que ostentan
poder-bolígrafo, la infinita desprotección del pueblo
español, nuestra enorme podredumbre se desinfla haciendo el
sonido de una pedorreta “prrrufff…”. En el fondo ¿De que nos
quejamos? Por lo menos no tenemos a nuestras familias bajo
toneladas de escombros, ni a nuestros niños heridos, ni
corremos el riesgo de que el presidente de Haití emigre a
Madrid y pida el puesto de Fiscal General del Estado. Y se
lo den por aquello de la “Alianza de Civilizaciones”. Parece
una frivolidad llevarnos las manos a la cabeza ante
hediondas injusticias sin respuesta, cuando en Puerto
Príncipe el hedor de los muertos impregna los paladares.
¿Qué mascullan? ¿Qué deje de angustiarme y les relate algo
“muy” hediondo que les haga pensar en otra cosa? Vale. Pero
primero una pequeña oración por las madres haitianas y por
sus hijos y ahora les cuento. ¿Saben que le han vuelto a
denegar la libertad a Juan Antonio Roca cuando le faltan
apenas tres meses para cumplir el máximo de cuatro años de
prisión preventiva? Alegan, que el ex alcalde de Marbella
presenta “grave riesgo de fuga”, cuando saben perfectamente,
que el ex alcalde marbellí, el todopoderoso Roca, aquel que
guardara las llaves del cofre del tesoro de los haberes
públicos, saben y sienten que Roca no se va a ir a ninguna
parte, porque hay algunos “detalles” que aclarar con el
primer juez instructor, el jueztorres y su adorado primer
administrador judicial. Algo extremadamente incómodo. Muy
tema-Estrasburgo. ¿Les adelanto? La familia Roca tenía un
lindo chalet en Mallorca, que fue intervenido
automáticamente, en virtud de la presunción de inocencia,
por el juez y puesto bajo la férrea tutela del administrador
judicial, garante de los bienes embargados en virtud de la
sacrosanta presunción de culpabilidad e infamia de los
imputados no juzgados ni condenados.
El administrador, pese al sueldo millonario que tenía que
pagarle Roca por imperativos legales, pasó de la casa. Que
fue okupada por diferentes mangurrinos, drogadictos y demás
y saqueada durante meses. Se formaban colas para arramplar
con todo. Mobiliario, electrodomésticos, adornos, sábanas,
toallas, lámparas… La propiedad desvalijada y absolutamente
destruida. En la escala Ritter el terremoto alcanzaría una
fuerza 5 para definir el grado de devastación, ruina total.
¿Qué si actuó de oficio algún fiscal-garante de la legalidad
para defender los derechos del preso? ¡Por favor, no sean
crédulos! ¿Qué que les pasó al juez y al administrador y
cuanto han tenido que indemnizar? No les ha pasado nada. Por
lo menos hasta ahora, en España. ¿Qué les cuente como el
juez dejó agonizar a los maravillosos caballos? Otro día.
Porque parece una frivolidad hablar de un preso de mierda
comparado con la tragedia de Haití y es frívolo pensar que,
ese preso, está mejor guardadito que en la calle reclamando
y pidiendo incómodas cuentas , porque no nos interesa
meditar sobre pequeños horrores, sino sobre el horror
supremo.
Conformémonos pues con nuestras miserias y nuestra basura,
porque más miseria están pasando allí y si lo nuestro
apesta, también Puerto Príncipe es pura pestilencia de
pobres cadáveres sin enterrar.
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