En mis paseos por la capital,
visitando de vez en cuando librerías en busca de algo
interesante, me he topado infinidad de veces con mi foto.
Bueno no es mi foto exactamente pero es de alguien
clavadito.
Precisamente en la portada de un libro he encontrado un
retrato de mi perfil, cuando tenía 20 años, y lo he
comparado con una de mis fotos. Exacto. Aunque se
positivamente que no soy yo.
Bien, ¿a qué viene esto? Pues, a que Gaspar Llamazares se ha
cabreado de lo lindo porque el FBI americano, de los Estados
Unidos de América del presidente Obama, ha utilizado un
retrato suyo para hacerlo pasar por Bin Laden. ¡Cojonudo!
Solo falta que los agentes del servicio secreto de cualquier
país occidental «lo fusilen» en plena calle o en su asiento
del escaño. ¡Es de coña esto!
Parece cómico pero no lo es… ¿Por qué no usan el retrato del
Papa para buscar al lugarteniente de Bin Laden? Se parecen
mucho salvo por el cabello. Uno lo tiene blanco, de
santidad, y el otro entrecano tirando a negro, de demonidad.
Menos mal que a Gaspar Llamazares se le ha ocurrido
suspender su viaje al Líbano, no sea que le cuelguen en los
cedros del ídem.
Una inmensa llamarada ha saltado desde los palacios que
suelen pisar la realeza del país. No es para menos si se
encuentran de golpe y porrazo con una fortuna que alguien
tocado del seso, tal vez atacado por el Alzheimer, les ha
dado como herencia.
Ignoro si ese empresario menorquí tenía familiares y/o
allegados más cercanos.
Lo que ha hecho este señor es una burrada en toda regla.
Podía donar ese patrimonio a los pobres y verdaderamente
necesitados de ello.
No señor, para quien no tiene problemas en su vida. Para
quién dispone en usufructo de todo el patrimonio que quiera
sin pagar impuestos.
Y hablando de impuestos…, me parece otra burrada que la Ley
General Tributaria obligue a “atracar” al heredero
quedándose con un 68%.
Aviso a navegantes: dilapiden cuanto antes su fortuna, justo
cuando crean que van a morir en pocos días, organizando
banquetes y otras cosas para pobres.
Que gasten ese 68% de su fortuna en esas cosas antes de que
se la coma el fisco. De esa manera habrá cumplido con dos
deberes sagrados, quedar a bien con Hacienda, por eso de
donaciones sociales, y cubrir las necesidades de mucha gente
necesitada de verdad.
Los príncipes no tienen tiempo de fundar fundaciones.
Lo que no puedo negar a ese millonario fallecido es que era
un “forofo” de la realeza. Mira que crear una plaza en la
zona de crecimiento de la capital menorquina, Ciutadella, y
ponerle el nombre de Don Juan de Borbón para después
construirse una mansión donde residió hasta el fin de sus
días. Se creería el rey ¿no?, de ahí que conceda la herencia
a “sus descendientes”.
Al menos se la podía haber dado a un familiar suyo que vive
en Mataró, de apellido Llabrés, amigo mío.
Pero lo malo de ello es que este ciudadano mataronense no
dispone de la cantidad necesaria para tributar a Hacienda
antes de quedarse con la herencia…, al fin y al cabo se
quedaría con nada. O al menos con una mansión en Menorca
para pasar las vacaciones.
Varios decenas de millones de euros no es ninguna bicoca
¿verdad?
Mientras tanto yo sigo siendo pobre. Las únicas llamaradas
que vislumbro son las de mi mechero cuando enciendo el
pitillo.
Ni siquiera me ha tocado el mínimo premio de Euromillones.
A los príncipes no hace falta que les toquen, ya los tocan
millonarios estrambóticos.
Mala entrada del obispo Munilla, decir que hay males mayores
que la tragedia de los pobres habitantes de Haití…
espiritual que es el tío.
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