He tenido la oportunidad de preguntar recientemente a una
lider feminista que participaba en una mesa redonda, sobre
la nueva ley del aborto. En el momento del coloquio, le
expresé mi extrañeza porque, en su intervención, había
ignorado completamente la existencia de la principal víctima
de lo que ella llamaba, impropiamente, interrupción
voluntaria del embarazo: el nasciturus. A la vista de tan
llamativo olvido, le pregunté si para ella no existía una
vida a proteger legalmente, si no era objeto de derecho,
cuales eran los fundamentos del mismo en los que basaba su
tesis y si conocía que con motivo de la primera ley del
aborto, el Tribunal Constitucional había urgido a legislar
la protección del no nacido. Nada, ni una mención sobre la
pregunta. En su respuesta obvió referirse a algo que tuviera
que ver con esa palabra, y soltó un discurso de antemano
preparado.
Cuando otra de las intervinientes en la mesa redonda mostró,
con cruda realidad, las imágenes brutales que estas
intervenciones llevan consigo, la participante feminista y
sus acompañantes en la sala, se encogieron en los sillones y
ocultaron su cara.
En los numerosísimos debates radiofónicos y televisivos que
con motivo de la imposición a la mayoría de los españoles,
de esta execrable ley, no he oído ni una sola vez, por parte
de los proabortistas, una referencia al feto. Y es que el
aborto provocado es un acto ignominioso que hiere la
inteligencia de hasta sus defensores.
No hay en tan repugnante acto nada ético, pero tampoco
racional, por ello, lo mejor es no entrar a debate ignorando
completamente la existencia de una de las partes del
conflicto, en este caso la más débil.
No hay confrontación ideológica, solo el uso demagógico de
sentimientos hacia la mujer que se encuentra en tan difícil
situación y para la que no reclaman la más mínima de las
ayudas. Son precisamente las personas y grupos que rechazan
esta ley, las que acompañan y ayudan a la mujer a resolver
los problemas que se presentan y se puedan presentar
posteriormente a cualquier decisión que tomen. Ellos conocen
bien lo grave que puede ser para la gestante el síndrome
postaborto, también ignorado por los abortistas.
La ley que contraviene a todas las civilizaciones y culturas
que en el mundo han sido, que fue rechazada por toda la
comunidad científica y por todos los estamentos jurídicos y
religiosos, ha sido aprobada por una exigua mayoría
parlamentaria, conseguida con la compra, con el dinero de
todos, de un puñado de votos a cambio de algunas prebendas,
contra el sentir mayoritario de los españoles, evidenciado
en todas las encuestas.
Quiero pensar que si esta fuese la verdadera democracia, yo
ya me habría borrado.
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