LUNES. 11
Me saluda una persona a la que conozco desde hace muchísimos
años. Y decidimos tomar café para charlar detenidamente. Y
lo hacemos de vivencias que aún tenemos en sitio muy a mano
de la alacena de la memoria. Tampoco tiene el menor
inconveniente en conversar sobre los ataques que ha venido
recibiendo el Jefe Superior de Policía, José Luis Torres.
Y debo decir que me habla muy bien de él. Y de lo mucho que
ha sentido verle sometido a un trato denigrante en la
prensa. Y, sin tener que preguntarle, me va enumerando los
nombres de quienes han intervenido para que el comisario
haya sido puesto como chupa de dómine. Sambenitado de manera
inmisericorde. También me preguntó si sabía lo que se cuece
en ‘El Poblado Marinero’. Y le respondí que me habían
hablado por encima de ese asunto. Nada más que por encima. Y
él, mi conocido, no dudó en ponerme al corriente de ciertas
prácticas que terminarán, de seguir así, poniendo en
entredicho al presidente de la Ciudad. Quien, según mi
interlocutor, ya tendría que haber actuado. Máxime cuando
despacha cada día con José Antonio Rodríguez,
consejero de Gobernación.
MARTES. 12
Se llama Manolo Camacho. Pero a él le gusta que se le
llame ‘El Gato Camacho’. Apelativo que se ganó cuando jugaba
de portero. Porque El Gato llegó a destacar como guardameta.
E hizo sus pinitos como profesional, lejos de Ceuta. Pero de
eso hace ya muchos años. De él debo decir que sigue viviendo
el fútbol con la misma pasión de siempre. Hoy, cuando me
saluda, me dice que está entrenando a los porteros del
Murallas de Ceuta Fútbol Club. Y que tiene mucho interés en
presentarme al entrenador del equipo que juega en el grupo X
de Tercera División, Guillermo Ganet. Y le respondo
que no tengo el menor inconveniente en cumplir su deseo.
Manolo Camacho, perdón, ‘El Gato Camacho’, me ha distinguido
siempre con su amistad. Y, desde luego, me consta el mucho
afecto que le tiene a Jaco Zafrani. Con el que suele
pasar su tiempo hablando de fútbol. A propósito, hace ya
mucho tiempo que no coincido con Jaco. Así que aprovecho la
ocasión para decirle a su amigo que le deseo lo mejor.
MIÉRCOLES. 13
A las cinco de la tarde. Sí, a esa hora suena mi teléfono.
Quien me llama es Ángel Muñoz, gerente de esta Casa.
Y lo hace para decirme que pasará a recogerme para darme una
sorpresa. Apenas cinco minutos después, me veo montado en su
coche y llevado hacia una dirección desconocida. En pocos
minutos más, estoy echándome abajo ante una nave y ya en su
interior descubro una máquina de tres pisos que está en
marcha con el fin de ajustarle lo preciso para que comience
a tirar toda clase de publicaciones. Y es cuando se me
ocurre decir lo siguiente: Influyente es el propietario de
este artefacto de tres pisos. Entre otras cosas. Este
periódico se hace en Ceuta. ¡Albricias! ¡Aleluya! ¡Viva ‘El
Pueblo de Ceuta’! Ni que decir tiene que mi salutación cayó
la mar de bien, porque fue improvisada y porque me salió de
donde a mí me dio la gana gritarla. A partir de ahora, como
comprenderán ustedes, El ‘Pueblo de Ceuta’ estará en la
calle a la hora que lo desee su editor. Por más que Llueva o
ventee. O se suspenda el tráfico marítimo. Es un logro
conseguido por un empresario que, en tiempos poco propicios
para invertir, ha sido capaz de mejorar la productividad de
un periódico que camina de manera ascendente. Hecho que
obliga a su plantilla a redoblar esfuerzos en todos los
sentidos.
JUEVES. 14
Coincido con Raimundo Romero en el Hotel Parador La
Muralla y nos ponemos a beber la copa de la amistad. De modo
que nos permita hablar de todo un poco. Empiezo
preguntándole por Benjamín Álvarez, también gallego
él, y por si fuera poco cuñado de Juan Vivas. A quien
no le veo el pelo desde hace ya no sé qué tiempo. Raimundo,
tan buena gente como comedido, me dice que debe estar
saturado de trabajo debido al cargo que desempeña en el ICD.
Pronto, eso sí, cambiamos de conversación. Porque el
secretario del Centro Gallego de Ceuta no duda en hacerme el
artículo de la próxima laconada que se celebrará en el Hotel
Tryp, el 6 de febrero. Es un acontecimiento tradicional que
se hace para dar la bienvenida al Carnaval. Y a la que
pienso asistir como invitado. Y de esa manera tendré la
oportunidad de charlar con Rogelio Martínez,
presidente del Centro Gallego y, desde luego, con mi más que
conocido Ignacio Monteagudo.
VIERNES. 15
Finalizada mi charla con José María Campos, a la
altura de la Joyería La Esmeralda, de la que hice columna el
sábado, me detengo nuevamente para saludar a Mabel Deu
y a Susana Román. Mujeres que siempre me cayeron
bien. Susana, magnífica deportista, nunca tuvo quejas de mi
manera de tratarla. Tampoco la consejera de Educación,
Cultura y Mujer, creo que tenga motivos para mirar hacia
otro lado cuando me ve. Las dos decidieron vestirse con
ropajes de Reyes Magos durante la fiesta de la epifanía. Y
es Mabel, dada la cordialidad que existe entre nosotros, la
que me dijo que estaba segura de que yo no la había
reconocido caracterizada de Melchor. Y le dije que sí. Que
cuando se acercó a mí en la sala de estar del Hotel Tryp y
me hizo los consiguientes arrumacos, sabía perfectamente que
era ella. Y ya aproveché la ocasión para darle mis quejas
acerca de cierto comportamiento del presidente de la Ciudad.
Mas Mabel, tan adicta a Juan Vivas, me negó con
insistencia que el presidente pecara de lo que yo le estaba
acusando.
SÁBADO. 16
Me dice un médico conocido, tomando el aperitivo, que hay
que tener mucho cuidado con los quilos de más. Y, sobre
todo, si se tiene la tensión disparatada. Y si encima se
fuma o se bebe, el riesgo que asume la persona es
descomunal. Y ¿qué le puede pasar si a todo lo que tú has
dicho se le añade que esa persona está presa de todos los
demonios porque ve cómo una empresa que nació hace quince
años ha sido capaz de pasar por encima de otra que sólo
puede presumir, y a fe que lo hace, de ser muy antigua? Pues
que el sujeto tiene todas las papeletas para que le dé un
soponcio de aquí te espero. Y si, amén de todo lo reseñado,
doctor Molina, al sujeto se le dice que su mujer lo
engaña, desde hace muchos años, con el primero que llega. Es
decir, con su compañero del alma, aunque éste sea
físicamente la calavera del miedo de la televisión pública;
y con el lechero y con el repartidor del butano o con
cualquier tío que se ponga a tiro... “Manolo, si todo
eso concurre en una persona, lo lógico es que ésta tenga
todas las papeletas para pegar un pellejazo en cualquier
momento. Por más que su edad esté comprendida entre los
cuarenta y los cincuenta y tantos”. Bueno, tendré piedad de
alguien que está asumiendo tantos riesgos. Aun siendo un
cobarde a nativitate. Y un gilipollas integral. Según dice
la calavera de la televisión pública, que le contó la esposa
del susodicho zambombo en la intimidad. Toca reírse y jugar
con él al abejorro. De momento. No vaya a ser que vuelva a
asustarnos. ¡Qué miedo de pajarraco!
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