A Mohamed Alí le pones un
micrófono delante de él y dice lo primero que se le viene a
la cabeza. De manera que no cesa de dar petardos. Es decir,
que sigue obteniendo rotundos fracasos y quedando, pues,
desairado. Más o menos como se dice que estuvo Cagancho
en Almagro.
Fracasadas sus conversaciones con el secretario general de
los socialistas, José Antonio Carracao –por no
conseguir colocarse en el sitio de Aquilino Melgar o
en el de Carlos Torrado-, en cuanto tuvo la alcachofa
a la altura adecuada, no se cortó lo más mínimo en achacar
la falta de acuerdo al racismo que existe tanto en el
Partido Popular como en el Partido Socialista Obrero
Español. Y se quedó tan pancho.
Con lo cual no sabemos si Mohamed Alí pecó de negligencia,
rebozada de mala leche, o de idiotez supina. Dado que todos
sabemos que tal proceder es grave en cualquier parte de
España, pero mucho más en este lado de ella.
Pero a pesar de tantos desatinos como viene cometiendo el
jefe de la oposición, en cuanto abre la boca, más que
hacerle meditar en la necesidad de ser más precavido al
hablar, parece ser que en encuentra en sus desaciertos los
mejores estímulos para hacerse notar. Aunque sea a costa de
que su figura política se vaya deteriorando sin solución de
continuidad.
Ahora, cuando aún están recientes las discrepancias con los
socialistas, y fresca todavía la ofensa de llamarnos
racistas a todos los que votamos a cualquiera de los dos
grandes partidos nacionales, vuelve a meter nuevamente la
pata.
Me explico: el líder de la UDCE, tras preguntársele qué le
parecía la supresión del barco a las seis de la mañana, por
parte de Euroferrys, no ha dudado en destacar que el
mantenimiento del barco de los lunes se debe, simple y
llanamente, a la necesidad de favorecer a los funcionarios.
Y, claro, se le ha visto el plumero. Se ha retratado como
es.
Así que, no contento con demostrar, a cada momento, la
aversión que siente por los funcionarios, ha declarado la
siguiente majadería: con la decisión de suspender los
viajes, excepto los lunes, se ha sacrificado, una vez más,
el interés general porque se le ha antojado a una naviera. Y
se hizo la luz.
Con tales declaraciones, tan irresponsables, uno se echa a
temblar en cuanto piensa que Mohamed Alí pudiera tener poder
de decisión gubernamental. Seguro que correría raudo a
recabar los consejos de José María Campos y familia,
como asimismo de miembros de la causa, con el fin de recibir
un cursillo acelerado de cómo es posible declarar, sin
ningún tipo de sonrojo, de utilidad general lo que sólo es
beneficio para quienes sólo buscan, sin arriesgar nada,
beneficios a tutiplén.
Con declaraciones de esa guisa, el hombre que más manda en
la UDCE, de quien no me cansaré nunca de airear que lo ha
tenido todo para consagrarse cual político más que destacado
en esta ciudad, demuestra que sigue empeñado en despilfarrar
los votos que le dieron los suyos para que supiera
administrarlos con inteligencia y habilidad suficientes.
Y todo, y créanme que lo digo con pesar, porque Mohamed Alí
no deja de dar tumbos. Y acabará, si no lo es ya, siendo un
político nada fiable. Cuando es una persona estupenda.
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