Haití, la pobre Haití, se ha
convertido en un mar de dolores, víctima de una tierra que
tiembla y se resquebraja, que se hunde y se confunde ante
los baños de la desesperación. La pregunta surge casi de
inmediato: ¿Cuándo podremos predecir un terremoto? Y en todo
caso, ¿por qué no ayudamos a poner remedio antes de que se
produzcan desastres? Para prevenidos no hay declives.
Mientras en países avanzados se construye utilizando
materiales sismorresistentes, no así en los países pobres
como Haití. ¿Por qué no se tienen provisiones de emergencia
para este tipo de desastres? ¿Sabemos qué hacer durante un
movimiento sísmico? Quizás debiéramos reflexionar sobre
estos interrogantes e incentivar las ayudas a priori, no
sólo económicas, también formativas y de desarrollo.
Es de justicia que ante una catástrofe humanitaria se
produzca la cooperación y colaboración de inmediato, pero
hay asistencias como la preparación que se agradecen, sobre
todo cuando surge la desgracia. Hoy por hoy, está visto que
no afecta lo mismo un terremoto en un país que tenga
edificios protegidos para este tipo de seísmos que otro que
tenga chabolas.
El mundo se solidariza, en parte porque el dolor que entra
por los ojos del corazón tiene un gran poder educativo, y lo
hace ante el triste espectáculo de la ruina causada por el
terremoto en Haití, país del Caribe que conviene recordar
tiene la renta per cápita más baja de todo el hemisferio
occidental, es decir, que puede decirse que es el más pobre
de América. Es necesario destinar mayores recursos al
desarrollo. Haití por si misma ya era una ruina. Los
desastres nunca vienen solos. La miseria es tan grande que
se sienten olvidados e incluso rechazados por el mundo. Por
ello, tal vez lo más esperanzador sea compartir primero su
sufrimiento, que sientan en verdad nuestro calor humano de
ayuda, tanto afectiva (de abrigo) como efectiva en auxilios
materiales.
Por desgracia, estamos siendo testigos de la creación de un
mundo en el que la avaricia de unos pocos está dejando a la
mayoría en los márgenes de la historia. En el amor, sólo en
el amor auténtico, se encuentra la clave de toda esperanza,
la mejor ayuda humanitaria. Los calvarios en Haití se
multiplican, pero los haitianos nacientes o de adopción, han
de saber que existe en todos nosotros un fondo de humanidad
que se va haciendo cultura y cultivo. Sin duda, esta actitud
solidariamente humana les dará fuerza para levantar cabeza.
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