No quería escribir sobre lo
ocurrido entre Mohamed Alí y José Antonio Carracao.
Porque es un tema que ha sido ya muy manoseado. Y por qué no
decirlo: porque habiendo sido servidor el que comparó al
líder de la UDCE, nada más asistir a sus primeras
actuaciones como político, con la flor del vilano, siempre a
merced de los vientos, me atreví a pronosticar desde el
primer día que ese pacto no llegaría a buen fin. Y que sólo
era un claro ejemplo de cómo Alí no tenía el menor
inconveniente en ponerle dos leños hermosos a Juan Luis
Aróstegui.
Por cierto, dicen, quienes hacen proselitismo del hombre
fuerte del PSPC, que éste ha llevado los leños con dignidad
encomiable. Tal es así que Aróstegui ya le ha perdonado a
Alí su romance con los socialistas y se encuentra dispuesto
a darle una nueva oportunidad al queridísimo amigo, que
vuelve al redil con las orejas gachas y clamando sentirse
víctima de un racismo que ha estado a punto de causarle una
depresión como la catedral de Burgos.
A lo que iba, y perdonen la digresión, que al final y debido
a que hoy escasean los asuntos a los que sacarle punta, he
decidido escribir también del tostón que han protagonizado
el secretario general de los socialistas y el que más manda
en la UDCE.
Mohamed Alí, cuando se le ha pasado ya el entusiasmo de
verse muy votado dos veces y de haber lucido su porte como
jefe de la oposición durante varios años, se ha dado cuenta
de que las cuentas no le cuadran. Que los dineros que
ingresa no son los esperados por él.
Conviene recordar que Mohamed Alí es un abogado con
capacidad suficiente para disfrutar de una clientela si no
millonaria sí amplia. Y que ha ido aumentando a medida que
su popularidad como político se hacía mayor. Pero se ha
encontrado de la noche a la mañana con que su bufete se ha
ido llenando de clientes que no pagan la minuta. Por
considerar que la deuda queda zanjada con el voto que dicen
depositar en las urnas a favor de la UDCE.
Así que el clientelismo político que mantiene al partido de
la Unión Democrática Ceutí sale del trabajo profesional del
letrado Alí y de su socio, si es que lo tiene. Y, claro,
nuestro hombre anda que se sube por las paredes. Lo cual le
hace preguntarse más veces de las debidas: ¿Cómo es posible
que, llevando seis años como jefe de la oposición, todavía
no he sido capaz de ponerme al frente de algún chiringuito
desde el que poder repartir entre los míos aunque sea una
parte ínfima del gran pastel de las administraciones?
Y a fe que lo ha intentado. Lo hizo tratando de pactar con
el PP. Sin éxito. También le tiró los tejos al PSOE. En
balde. Y, a partir de ahí, Mohamed Alí decidió que lo mejor
era meterles el miedo en el cuerpo a los dos partidos. De
manera que no dudó en cortejar a Juan Luis Aróstegui.
Mas como esa alternativa está condenada al fracaso, en
cuanto José Antonio Carracao le dijo ven... Lo dejó todo.
Convencido de que estaba ante su gran oportunidad: la de
pegar un braguetazo al estilo de Tita Cervera.
Eso sí, cuando los socialistas le dijeron que nones, se
agarró al racismo para cubrirse las espaldas. ¡Qué pena!
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