La histeria le ha podido siempre.
Sobre todo cuando se mira al espejo y éste le devuelve el
reflejo de lo que es: una mujer tan poco agraciada como para
oponer toda clase de resistencia a relacionarse con los
demás. Siempre y cuando no esté encerrada en su cubículo.
De hecho, su malaúva se va fraguando al darse cuenta de que
no es posible presentarla en sociedad. Entre otros motivos,
sin duda, porque ella sigue prefiriendo andar entre
bastidores para ver si así consigue templar la acrimonia de
la bilis que la corroe.
En varias ocasiones asistí a sus desmayos. A mí me gusta más
decir insurtos (Vocablo usado por los hermanos Quintero).
Con el único fin de llamar la atención del editor para que
éste se creyera que la culpa de sus achaques las tenían los
compañeros de la redacción y de pensión. Porque la
maltrataban.
De esa manera fue causando lástima a la par que se convertía
en la soplona de la empresa y hasta se quedaba dormida en el
despacho del director hasta muy avanzada la noche. Para que
supieran los propietarios de la cosa que estaba dispuesta a
sacrificarse por el negocio más que si le perteneciera. Los
compañeros, desde luego, terminaban todos dándose el piro.
Un día estuvo en un tris de ser despedida. Pero alguien
intervino a tiempo para que el dueño no la pusiera en la
calle. Ese alguien y un delegado del Gobierno que la
apadrinó. Menuda vista tuvo el gachó. Pues creyó haber
encontrado la figura ideal para satisfacer sus deseos de
ordeno y mando. Y se vio metido en un lío de aquí te espero.
Menos mal que él puede contarlo. No tuvo la misma suerte,
desgraciadamente, Elena Sánchez.
Y la mujer se fue envalentonando. Si la primera gran jugada
le había salido bien por qué no seguir probando a ver si le
buscaba las vueltas a otro cargo importante para que éste
también se sumiera en la miseria. Y así poder presumir de
haber contribuido al derrumbe de otro gran jefazo.
Y a fe que lo ha venido intentando. Aunque los cargos ya
están avisados. Y si no han hecho las denuncias
correspondientes, por algunas situaciones afrentosas, es
porque órdenes superiores les piden calma ante ataques
desmesurados y peligrosos. Pero todo tiene un límite. Máxime
cuando hay cierto temor entre quienes deben tenerlo, a que
haya, cualquier día, una desgracia, en forma de muerto, en
El Poblado Marinero. Una muerte anunciada.
Quien me habla, experto en estas cuestiones, está al tanto
de que todo lo que se ha venido diciendo contra el Jefe
Superior del Cuerpo Nacional de Policía, José Luis Torres,
tiene un porqué. El cual es un ataque al Cuerpo Nacional de
Policía, alimentado por varias personas que tratan de
aprovecharse de cuantos escándalos puedan producirse en ese
recinto de esparcimiento nocturno.
Así que habrá que estar al tanto de todas las broncas que se
vayan produciendo a partir de ahora en el Poblado Marinero.
Porque esas reyertas pueden ser intencionadas. Con el fin de
probar que todo es debido a la dejadez con que se viene
empleando la Policía Nacional. Y si se produce una muerte,
en el revuelo, miel sobre hojuelas. Ya que habrá portadas
luminosas y el ya dijimos lo que iba a ocurrir lo repetirán
millones de veces. Y, como remate, dirán también impropios
del Delegado del Gobierno y del Jefe Superior del Cuerpo
Nacional de Policía. Oído al parche.
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