El mercado político de invierno se mueve sin rumbo claro,
aunque en la acción desplegada se vislumbra un deseo
irrefrenable de quitar poder al PP y a Juan Vivas.
Esto es como aquello que escribió Komatsu en la entrada de
su factoría, haciéndolo motivo de culto: “Poder a
Caterpillar”, una forma de alentar a sus huestes a fin de
restarle mercado a su competidor aventajado.
“Poder a Vivas”, sería el caso.
Aún siendo parcelas distintas, más fácil lo tuvo Komatsu,
que obtuvo una gran cuota de mercado, posicionándose como
número 2 en el mundo. Se acercó mucho, pero no lo
suficiente, Fue así que no pudo con Caterpillar.
Sin embargo, en la proclama de Komatsu no subyace el deseo
de aniquilamiento de su competidor más inmediato; antes
bien, lo que Komatsu pretende es mantener encendida la vela
de la tensión, no ya porque busque el desmoronamiento de su
competencia más activa, sino porque su propia acción
corporativa precisa de ella, una acción en la que hasta el
más insignificante de los actores tiene su guión y lugar
predominante. Se trata de mantener los ojos bien abiertos en
todos los niveles y la mejor forma de conseguirlo es mirando
permanentemente a su competencia, aquella con la que no
puede descuidarse.
La oferta del PSOE a UDCE refleja un comportamiento
parecido, aunque sólo en términos de estrategia, pues la
idea del PSOE no es otra que restarle poder al PP y a Juan
Vivas, al tiempo que se lo pone muy caro a quien formula
propuesta de unión y buenaventura: su disolución y
liquidación absoluta. Una andanada cruel y digna de rechazo
para quienes postulan mediante principios éticos y morales,
posición que parece nunca abrazaron algunos terratenientes
de UDCE, a la vista de que a los pocas horas formularon
cónclave con fumata blanca incluida.
Por un lado, Komatsu con su poder a Caterpillar, Carracao
con su poder a Vivas y Ali con su poder a las bases.
Tanto a Komatsu como a Carracao les asiste el derecho de la
opción a restar poder a sus competidores. Una acción que
legitiman los mercados, tanto comerciales como políticos;
sin embargo, a quien no asiste el derecho es a Ali con su
decisión de restarle poder a sus bases, a sus propias
siglas. Hacer desaparecer un partido sólo porque lo pide
otro hace el efecto de atentado de lesa dignidad. Puede que
su acción no sea más que el resultado de una búsqueda
permanente de un perfil propio nunca encontrado, una forma
de manifestar su cansancio, una forma de explicar un declive
anunciado, un fin en el calendario.
En el mundo de las empresas el trámite de la liquidación es
mucho más estricto que el de la disolución. En el de los
partidos políticos es al revés, cuando menos en la UDCE.
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