Dicen que Mariano Rajoy no
disimula su satisfacción cuando mira a su alrededor y se ve
rodeado de dirigentes treintañeros y cuarentones, guapos y
formados. Y que tanto él como Javier Arenas,
todopoderoso actualmente en el PP, disfrutan de lo lindo
cuando comprueban cómo la derecha se va nutriendo de jóvenes
cada vez más perfeccionados físicamente.
Cierto es que no han hablado de eugenesia. Ni mucho menos
han recordado lo que decía el doctor Marañón: “La
necesidad que había de que médicos, educadores y padres de
familia pensasen en los peligros de un matrimonio a ciegas”.
Ni tampoco han decidido poner anuncios en los periódicos
para captar a los más guapos e inteligentes. Y a ser posible
que hayan hecho doctorados y máster de carrerilla. Mas es
bien sabido que las personas poco agraciadas lo tendrán más
que difícil para ocupar cargos relevantes en el partido a
escala nacional.
En la calle Génova están eufóricos debido a lo mucho que las
cámaras quieren a María Dolores de Cospedal y a
Soraya Sáenz de Santamaría; a Jorge Moragas y a
Antonio Basagoiti, entre otros más. Y sueñan con que
entre lo más selecto de sus filas la calvicie sea excepción
y primen las melenas ondeando al viento.
La mujer deseada por los barandas del PP es ojizarca, de tez
muy blanca y mirada fresca. Me imagino que ya le habrán
dicho a Ana Mato que evite exponerse tanto a los
rayos ultravioleta, porque de seguir así se le puede poner
la cara como una pasa. Y ella ha de predicar con el ejemplo.
Las féminas que ambicionen pertenecer a la cúpula del
partido y hasta postularse como ministrables, aparte de
mostrar un alto nivel cultural y de conocimientos, deberán
aprender a sonreír con frecuencia pero procurando no abrir
la boca. Pues ese detalle sería interpretado como un gesto
sexy. Y no es bueno que se las compare con Bibiana Aido.
Una chavala de pueblo, sin apenas estudios, y que cuando
sonríe se lleva de calle a los viejos verdes.
Los hombres y las mujeres, nacidos entre los setenta y los
ochenta, y que ambicionen abrirse paso en el PP, han de
cuidarse mucho. Así que tendrán que esforzarse en el
gimnasio hasta hacerse con unos abdominales marca José
María Aznar. Han de lucir cuerpos vigorosos. Lo bastante
fuertes para despertar entre los votantes un deseo
irrefrenable de poseerlos para revolcarse y poder forcejear
con ellos. Eso sí, se les perdonará, por el bien de la
causa, exhibirse como objetos deseados.
Tampoco tales aspirantes a acceder al poder podrán vestir de
cualquier manera. De ningún modo. Han de ir a la última
moda. Y cuidar hasta el menor detalle. Los hombres han de
lucir, a ser posible, zapatos italianos. Y sería error casi
imperdonable, hacerlo sin abrillantar o con los talones
mínimamente gastados. Puesto que semejante descuido no lo
toleraría Javier Arenas. Quien sabe de sobra que un hombre
con los zapatos sucios o deteriorados los tacones es, sin
duda, un bulto sospechoso.
Me imagino que Rajoy, que no ha tenido más remedio que
aceptar las ideas de Arenas, que sabe que la eugenesia sigue
vigente, se habrá percatado de que él, si hubiera tenido que
competir ahora, con su sonrisa conejil, vaga e indefinida,
habría fracasado rotundamente. En Ceuta, sin embargo,
Márquez y Bel están en condiciones para, al
menos, no desentonar como diputados.
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