La ‘movida’ juvenil en Ceuta tiene otro punto de encuentro
en el centro de la ciudad que está causando pavor entre los
residentes: el pasaje de González de la Vega. Las molestias
han llegado a extremos insospechables durante la Nochebuena
y la Nochevieja, cuando los jóvenes eligieron de manera
masiva estos soportales para guarecerse de las inclemencias
del tiempo sin tener que renunciar a la parranda, dejando
tras de sí un rastro de vómitos, orines y pintadas en las
paredes.
Un botellón muy concurrido y en pleno centro de Ceuta. Los
vecinos del pasaje que une la calle González de la Vega con
la Plaza de España dicen no poder soportar más las
incomodidades y molestias que vienen padeciendo desde hace
más de un año: centenares de jóvenes que se concentran a las
puertas de sus casas cada fin de semana para beber y que
tampoco se privan de orinar, vomitar o hacer grafitis en las
paredes ante la estupefacción de los residentes.
El incordio ha llegado al paroxismo durante estas fiestas,
cuando el pasaje se convirtió en el enclave perfecto para
guarecerse de la lluvia sin tener que alejarse del centro
para disfrutar de la Nochebuena y la Nochevieja.
“El 31 subí a casa a las tres y era impresionante la
cantidad de jóvenes que estaba celebrando la fiesta en el
pasaje. Era prácticamente imposible acceder hasta el portal
del edificio”, explicó un vecino a EL PUEBLO.
De hecho, continuó relatando el mismo testigo, los jóvenes
tuvieron menos problemas y se llegaron a adentrar en el
vestíbulo de uno de los dos edificios de viviendas situados
en el pasaje, que se encuentran rodeados de comercios. Los
jóvenes tuvieron que ser desalojados por los vecinos y
continuar la parranda en la vía pública.
La presidenta de la Asociación de Vecinos del Centro, Blanca
Vallejo, apuntó que la entidad lleva recibiendo denuncias de
los residentes de este pasaje desde hace más de un año, que
se ha puesto en conocimiento de la Ciudad y que esta se ha
comprometido a disponer medios para evitar la situación.
Pero ninguno de ellos se ha hecho notar para los
perjudicados.
“Las paredes del pasaje se han pintado hace poco y ya tiene
varios grafitis”, apuntó la presidenta de los vecinos.
“Deberían hacer algo, como poner carteles informando de que
se les puede multar si continúan dibujando en las paredes.
Pero nada de esto ocurre”, apostilló Vallejo.
Además de la suciedad, otro efecto indeseable pero también
inevitable de este tipo de concentraciones juveniles es el
ruido. “El techo del pasaje está hueco. Todo el ruido que se
hace aquí sube directamente para las casas”, apuntó otro
residente.
Los habitantes del pasaje están temerosos de asumir ningún
protagonismo en la denuncia del problema y han depositado
toda la capacidad de interlocución con la Ciudad en la
asociación de vecinos. “Sí, aquí se padecen muchas molestias
cada fin de semana, pero de esta casa no ha partido ninguna
denuncia”, contesta a través del portero automático, con
cierto recelo, una de las vecinas del inmueble.
Y lo peor es que pasaran la fiestas y, a menos que se
remedie, el botellón seguirá celebrándose bajo sus camas.
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