LUNES. 28
Es el Día de los Santos Inocentes. Y, aunque las bromas de
mal gusto han ido desapareciendo y también gran parte de las
otras, recelo de una noticia que me llena de satisfacción:
Mohamed Alí Amar, ‘Nayim’, ha sido nombrado segundo
entrenador del Real Zaragoza. Porque así se lo ha propuesto
José Aurelio Gay: ex compañero y actual entrenador
del equipo maño. Mis dudas, sin embargo, se aclaran muy
pronto. Ya que coincido con Nayim en la Avenida de Sánchez
Prados y me confirma la buena nueva. Y le felicito. Puesto
que no me cabe la menor duda de que esa designación le llega
en el momento justo. Y ha hecho más que bien aceptándola. Y,
desde luego, debo decir que a mí me gustaba Nayim como
jugador y me ha caído siempre la mar de bien como persona.
Por ser educado, atento y porque luce siempre buenas
maneras. Uno le desea lo mejor en su nuevo cargo. Ah, no se
olviden de que el ceutí sabe idiomas. Un complemento, muy
importante, para que pueda desempeñar otras labores en el
seno del equipo aragonés.
MARTES. 29
Lluvia y viento nos han concedido una tregua Navideña y yo
me voy a pasear. Pues llevaba varios días sin poder darme mi
vuelta por el centro de la ciudad. Y tengo la oportunidad de
hallarme con Teodoro Ezequiel. Quien ha venido a
pasar las fiestas a su tierra. A Teodoro lo tuve yo como
compañero en esta Casa. Y confieso que siempre me sorprendió
su voluntad de aprender como autodidacto que es. Ahora, al
cabo de los años, cuando lleva ya varios disfrutando de un
puesto en el Ministerio de Fomento, me cuenta que ya ha
escrito su primera novela. Y que, en su afán por saber cada
día más, lleva muchos meses estudiando narrativa en un
centro madrileño. Y aprovechamos la ocasión para hablar de
literatura. De nuestros gustos al respecto. Y, durante la
charla, compruebo que Teodoro sigue entusiasmándose con la
tarea de escribir. Un sentimiento que a buen seguro le
seguirá proporcionando muchas satisfacciones. Y así se lo
hago saber.
MIÉRCOLES. 30
Otra vez tengo que sacar en esta sección a Sergio Moreno.
Y con todo merecimiento. Me explico: alguien necesita ayuda
urgente y me pide que se lo diga a Sergio por si éste puede
interceder por él. Y allá que me presento en la Delegación
del Gobierno. Y, aunque el jefe de Gabinete está disfrutando
de unos días de vacaciones, tengo la suerte de hallarlo en
su despacho. Le pongo al tanto de la situación y a partir de
ahí hace las llamadas oportunas hasta darme una buena
noticia para la persona que espera ansiosa el resultado de
la gestión. Luego, tras revisar varios papeles acumulados en
su mesa, me invita a tomar el aperitivo en ‘Casa Ángel’.
Especialidad en comida gallega. Establecimiento que está en
Millán Astray. Y allí me encuentro con que el dueño del
restaurante es Ángel Vilar. A quien conocí en los
años noventa, como jefe de barra, en la que entonces era
Cafetería Real. También puedo saludar a su hermana Maite.
Ángel me dice que sus padres van a estar un año ayudándole a
sacar adelante el negocio. Y le auguramos un futuro
espléndido. Sobre todo si la cocina sigue funcionando de
manera tan extraordinaria y el servicio no decae. Sitio,
pues, recomendable.
JUEVES. 31
Tropiezo con Pepe Ríos en la plaza de los Reyes y,
como buen madridista que es, se pone a contarme que ha
pasado unos días en Madrid y que había estado en la ciudad
deportiva de Valdebebas viendo como se entrenaba la
plantilla del equipo de sus amores. Metidos en conversación
futbolística estábamos, Pepe y yo, cuando se nos unió
Manolo Gómez Hoyo. De modo que en cuanto el primero dijo
adiós el segundo se quedó conmigo. Aunque la charla tomó
otro rumbo. Al decirle yo que, como escuchante de la radio
muy de mañana, había tenido la oportunidad el día anterior
de darme cuenta de los aciertos que tiene Yolanda Bel
como predictora de lluvias intensas y fuertes vientos. Y
Manolo, siempre tan entregado a la causa de la consejera de
Medio Ambiente y portavoz del Gobierno, no dudó en exclamar:
¡Es que Yolanda vale mucho...! Eso sí, lo que no le conté a
Manolo es lo que momentos antes me habían dicho acerca de
las relaciones entre Bel y Márquez. Vamos, que son
inexistentes. Y la razón, según supe, es porque se odian sin
miramientos desde hace ya mucho tiempo. Lo que sea sonará.
Ah, Gómez Hoyo no dejó de mirar ni un instante al cielo. Y
lo hacía sin disimular su satisfacción. Y es que, aunque con
cierto retraso, los pantanos están ya a punto de
desbordarse.
VIERNES. 1
Meses hacía que no le veía. Y pensé que el motivo de no
coincidir en nuestro diario callejear, podría deberse a que
Emilio Lamorena estaba disfrutando de su retiro
costasoleño. Pero ayer por la noche, dos horas antes de la
ceremonia de las uvas, recibí una llamada suya para
felicitarme las fiestas y el día de mi santo que estaba a
punto de serlo. Por tal motivo, sé que Emilio está pasando
las Navidades en Ceuta. Y aprovechamos la ocasión para
hablar de cuanto nos apetecía. Y también para
intercambiarnos algunos cromos. Emilio, que siempre fue un
buen lector de periódicos, tiene la buena costumbre de leer
éste todos los días y fiestas de guardar. Y cuando, por
cualquier motivo no se puede hacer con el periódico de
papel, no tiene el menor inconveniente en llamar a su amigo,
Pepe Sillero, para que éste le guarde los ejemplares
que no haya obtenido. La conversación dio también para
hablar de política. Faltaría más. Mas nuestras opiniones, en
este caso, deben quedar almacenadas en la alacena de la
memoria.
SÁBADO. 2
Un viejo conocido de cuando yo llegué a la ciudad me saluda
en la plaza de la Constitución, desde cuyo puente nos
ponemos a mirar hacia el Poblado Marinero –por cierto, una
vista extraordinaria-, y con la retranca que le caracteriza
me pregunta:
-¿Es verdad que dejarás de escribir en ‘El Pueblo de Ceuta’?
-¡Coño! ¿Y por qué?
-Porque parece ser que no estás muy a gusto...
-Pues ya sabes tú más que yo.
-¿Estás o no estás a gusto?
-Tengo la impresión de que estás hablándome por boca de
ganso.
-Bueno, en realidad me lo dijeron en una cena que tuve el
día de Fin de Año. Y la cosa se daba por hecha.
Cuando al fin se despide mi conocido, me pongo a pensar para
intentar acordarme si yo le he contado a alguien,
últimamente, mi estado de ánimo en relación con mi oficio de
escribir. Y, claro, una de dos: o me falla la memoria, o
alguien me conoce tan bien que trata de sondear mi voluntad.
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