PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MIÉRCOLES, 30 DE DICIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mohammed Alí Amar, ‘Nayim’
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Técnica es el perfecto conocimiento del oficio. De cualquier oficio. Eso es algo que debe saber todo entrenador de fútbol. Porque una cosa es manejar el balón con maestría y habilidad de malabarista circense, y otra, conocer los secretos del juego para que la capacidad de golpear la pelota con todas las superficies y en los sitios adecuados, sea rentable para el equipo y a su vez un regalo para la vista de los espectadores.

Nayim, en su día, allá cuando los años ochenta estaban tocando a su fin y comenzaban los noventa, ya destacaba por el excelente trato que le daba al esférico pero también por cómo lo ponía al servicio de las cualidades de sus compañeros. De no haber sido así, jamás hubiera podido estar varias temporadas en el Tottenham Hotspur. Cuando en la Premier League aún se le agradecían más los servicios prestados a los jugadores que corrían sin tomarse el menor respiro.

De aquella época, de cuando Nayim se atrevió a afrontar el reto de jugar en una liga donde todavía eran mirados con recelos los jugadores extranjeros, conservo yo un grato recuerdo de él. Por lo bien que me atendía en cuanto le llamaba, que no eran pocas veces, para que me contara detalles de un fútbol que trataba de acercarse definitivamente al del continente.

Tras ese paso por el Reino Unido, donde el jugador ceutí consiguió crecer en todos los aspectos, porque contaba con una base excelente, llegó al Zaragoza y se encontró con que José Aurelio Gay estaba en su apogeo futbolístico, acompañado también por Solana y Aragón, en la zona vital del medio terreno, y lo pasó mal. Hasta el punto de que sus deseos de jugar llegaron a cambiarle el carácter, siempre amable y repleto de buenas maneras. Y, claro, tardaron muy poco en tildarle de polemizante. Y resaltaron sus enfrentamientos con Víctor Fernández.

Así, la estancia de Nayim en el club maño, de no haber sido porque la Diosa Fortuna, caprichosa en extremo, tiene en ocasiones un comportamiento tan razonable como justo, hubiera pasado sin pena ni gloria, por más que su enorme calidad, como futbolista y persona, estuviera fuera de toda duda.

Mas llegó el momento crucial de su vida. Nada que ver con aquel otro de la final de la Copa del Rey frente al Celta de Vigo, sino la noche mágica que vivió en el Parque de los Príncipes, en París, donde dejó a Seaman, portero del Arsenal, llorando por los rincones. Mientras él, el jugador ceutí, autor de una volea jamás vista, pasó a engrosar el museo de los grandes de un deporte que necesita de acciones extraordinarias para que los aficionados las puedan describir de carrerilla y a su vez el relato pase de padres a hijos.

De aquella Recopa de Europa, ganada por el Zaragoza, lo más recordado y relevante, sin duda, fue el gol de Nayim. Un gol que, gracias a internet, sigue teniendo vigencia. Pero tampoco es menos cierto que sería injusto basar su carrera sólo en ese logro. Aunque sea por desconocimiento.

Ahora, gracias a que Gay es el entrenador, Nayim ha sido elegido para ser su escudero. Su hombre de confianza. Y yo me he alegrado mucho de esa oportunidad que le han concedido los directivos del Zaragoza. Ojalá que su concurso sirva para que el equipo permanezca en la Primera División.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto