A Eva Perea me la
presentaron, hace ya varios años, en un despacho compartido
por Javier Martí y Sebastián Fernández, en el
edificio municipal. Estaba recién llegada a aquella oficina,
no sé en calidad de qué, pero el hecho es que a los pocos
días, en otras de mis visitas, la eché de menos y me dijeron
que se había dado el piro. Así que le perdí la pista.
Pero pronto descubrí que había sido nombrada directora del
Instituto Ceutí de Deportes. En vista de que Susana Román
decía estar ya hasta el moño de un cargo en el cual los
había que la trataban como si fuera tonta del bote. Mientras
Susana recalaba en la consejería de Educación, Cultura y
Mujer.
Pero en el ICD, y como directora, Perea duró lo que se dice
un amén. Pues su llegada sirvió para que los misóginos del
organismo la trataran de la misma manera que habían tratado
a la profesora de esgrima. Y Eva, como no podía ser de otra
forma, pidió traslado deprisa y corriendo.
De modo que se imponía otro cambalache: en esta ocasión, con
Cristina Bernal; que prestaba sus servicios en la
consejería de Economía. Quien, por cierto, ni siquiera tuvo
tiempo de descubrir si Víctor Íñiguez formaba parte
del entramado existente para amargarle la existencia a las
mujeres que se atrevieran a aceptar la dirección. Ya que
salió corriendo hacia la consejería de Mabel Deu, sin
mirar hacia atrás.
Aquel trasiego de mujeres, en un cargo de cierta relevancia
en el ICD, dio que hablar en su momento. A mí me llegaron
diversos comentarios. Algunos saturados de malaúva. Pero
uno, aunque no lo crean, sabe abstenerse de publicar ciertas
cosas.
Ahora, dado que hay un hombre como director -llamado
Benjamín Álvarez y que, además, es cuñado del presidente
de la Ciudad-, mucho me temo que quienes perseguían
sañudamente a Susana, a Eva y a Cristina
estarán todo el día haciéndole la ola a Álvarez. Dedicándole
toda clase de ditirambos. Agasajándole sin descanso. No vaya
a ser que un simple mal modo contra el director-gerente sea
causa de un mosqueo presidencial y tengan que pagar por
todas las malas acciones cometidas antes contra las mujeres.
Pues bien, todo lo referido se me ha venido a la memoria
leyendo hoy la entrevista que Ernesto Muñoz le ha
hecho a Jorge Uriel Gómez. Y en la que dice que será
nombrado diputado, sustituyendo a Gordillo, gracias a
que Eva Perea había renunciado al escaño que le pertenecía.
Y estoy a punto de hacerme cruces. Sí, como lo oyen, me
asombro de manera escandalosa al comprobar que todavía
alguien es capaz de hacerle una higa a un escaño en el
Ayuntamiento. Cuando tenemos a Juan Luis Aróstegui,
por ejemplo, haciendo lo que haga falta para lograrlo.
Pero pronto rectifico. Pues a mí el gesto de Perea también
me llena de dudas. Así que me gustaría sentarme frente a
ella para preguntarle si su generosidad con Uriel ha sido
deseada o impuesta por circunstancias que no deban salir a
la palestra. Porque, digo yo, no es lo mismo actuar en una
consejería, casi como florero, que ser diputada. Por muchas
y variadas razones. En fin, sabe más la loca en su casa...
Por la misma razón, Jorge Uriel se habrá acordado ahora de
lo bueno que es Gordillo. ¡Coño, hay cariños, tan a
destiempo, que suelen matar! Y éste, por qué no, quizá sea
uno de ellos. Máxime cuando el mes es propicio para ponerse
sensiblero.
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