Fue en diciembre de 2008, el día
13 hizo un año, cuando se consumó la refundación del PSOE de
Ceuta, tras unos meses en los que Salvador de la Encina
estuvo dirigiendo la ingrata tarea, considerada por los
damnificados como purga de corte estaliniana. Y nadie se ha
acordado de recordar aquel acto, celebrado en el Hotel Tryp,
y que acabó más o menos como el rosario de la aurora.
Me consta que De la Encina llegó exhausto al momento final.
Hastiado de tanto soportar denuestos contra su persona. Y
deseando que la elección de José Antonio Carracao,
como secretario general, terminara cuanto antes para darse
el bote y olvidarse de la misión que le habían encomendado
en Ferraz y que aceptó con la disciplina que le caracteriza.
Aunque, como persona inteligente que es, bien sabía que el
encargo que le dio Pepe Blanco se las traía.
De aquel día, sábado por más señas, tengo aún vivo el
recuerdo de cómo la sala de estar del establecimiento
hostelero parecía la casa de tócame Roque. Alguien, en un
momento determinado, dijo que el salón parecía una casa de
putas. Dado el desorden general que allí reinaba y los
insultos que atronaban el espacio.
Eran doce los militantes excluidos, más o menos, los que se
bastaban y sobraban para mantener viva una riña que tenía, y
así lo escribí entonces, aires de patio de vecindad de aquel
Madrid del XIX, que tanto gustaba relatar a Mesonero
Romanos. Pero la cosa pudo terminar en tragicomedia.
Vista la ferocidad mostrada por quienes no aceptaban haber
sido expulsados del partido.
Eso sí, aleccionando a los repudiados socialistas se hallaba
un tal Martínez. A quien el cuerpo le pedía gresca. Y
se movía de un lado a otro dando consignas y alentando el
enfrentamiento entre partes. Del tal Martínez me quedó un
regusto amargo y nunca más me preocupé de él. A pesar de que
alguien me dijo que tenía un cargo en la dirección
provincial del Ministerio de Educación de esta ciudad.
Mas el momento más disparatado, es decir, la pérdida de la
vergüenza por parte de los convocados, con el fin de mostrar
su desagrado porque Carracao se convirtiera en secretario
general del nuevo PSOE, sucedió cuando De la Encina apareció
en la sala de estar caminando hacia la calle. Le dijeron
impropios. De los que tampoco se libró el padre del recién
nombrado secretario general.
Pasado un año de aquel espectáculo lamentable y bochornoso,
en el que se dieron cita algunos afiliados del PSPC
-recuerdo sobre todo a una imitadora de la ‘Lolita’ de
Nabokov-, conviene decir que la refundación de los
socialistas de Ceuta acabó con las discordias internas, que
tantos vuelos tomaron cuando Antonia María Palomo,
secretaria general, decidió darse el piro. Pero no ha
servido para que en la calle de Daoíz, sede del partido, se
vuelvan a vivir momentos de tanta ilusión como en otros
tiempos.
Y la verdad, por dura que sea, es necesario decirla: José
Antonio Carracao está haciendo una labor aseada. Sin duda. Y
hasta se vislumbran mejoras para su partido. Aunque sería
absurdo silenciar que la actual situación sólo le va a
permitir, por más que busque cobijo en la UDCE, ir tirando.
Y nada más.
Lo cual es muy poco para que él crezca en todos los sentidos
y se convenza de que tiene madera de líder para plantarle
cara a Juan Vivas.
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