Aunque oficialmente faltan algo
más de 24 horas para que hayamos dejado atrás el largo e
irregular otoño, climatológicamente, ya hemos entrado, y de
verdad, en el invierno, con unas temperaturas que, en
algunas zonas, asustan.
Ahí es nada los 13º bajo cero de Teruel, los casi 17º bajo
cero de Burgos, los 12º bajo cero, hace una semana, en las
inmediaciones del Parador de Gredos, en Ávila.
Desde el mes de abril, salvo en circunstancias muy
especiales, la climatología había sido seca. Más bien
parecía un clima desértico, por su carencia de lluvias, que
trajo sus consecuencias, entre otras partes a Ceuta, al
obligar a que “el barquito del agua” tuviera que venir,
desde Algeciras.
Ahora, además del frío que he citado, las lluvias y la nieve
atacan como suele ser normal en esta época del año.
Nieve en Ceuta no, eso sería la noticia del siglo, pero
agua, al menos, fuertes chaparrones, se vienen sucediendo y
aparecen tal como se esperaba para la época en la que
estamos.
Lo que es curioso, es que este frío invernal, de los de
verdad, haya coincidido con la reunión esa de Copenhague, en
la que se está tratando el asunto del calentamiento de la
tierra, y digo que es curioso, porque parece que hasta la
climatología hace burla a los políticos y ha hecho como que
los ponía en el disparadero, con esos más de 20º bajo cero
de Moscú, o con las nevadas de más de medio metro en León, y
con la ciudad surcada por vehículos con las cadenas puestas.
Son hechos aislados, pero muchos, me podrían decir, y que
han aparecido, como aparecen todos los años, un poco antes o
un poco después, pero en este tiempo, e incluso sin haber
llegado, cuando menos oficialmente, a lo que se ha
considerado siempre, en la parte norte del ecuador el
invierno, coincidiendo con el solsticio de invierno y
adaptada esta fecha, desde que el Cristianismo fue Religión
Oficial del Imperio Romano, con las inmediaciones del
nacimiento de Cristo.
Todo, pues, lo oficial, regulado y manipulado por la mano
del hombre. Lo natural es otra cosa, lo natural, de momento,
no se puede transformar por mucho poder que tenga un país, o
todo un continente.
Hablar en Ceuta de un crudo invierno es una auténtica
utopía, incluso estos días que parecía que hacía frío, se
quedaba uno perplejo al ver que la mínima oficial no bajaba
de los 8º 0 9º sobre cero, una temperatura de primavera para
casi todas las mañanas de marzo, abril o incluso mayo en
tierras burgalesas, sorianas y no digamos oscenses.
Ya sé que al llegar a este punto, más de uno me puede decir
que aquí, con el alto grado de humedad se nota mucho más ese
frío, pero con todo y eso, ahora mismo, mientras estoy
escribiendo, cuando parece que está cayendo un nuevo
diluvio, da gusto salir a la calle y comprobar que no es
necesario un abrigo o alguna otra cosa parecida. Es el
invierno de Ceuta, o mejor dicho el otoño en las vísperas
del verdadero invierno, del oficial, para no salirnos de las
normas más rígidas.
Aquí, ahora mismo, en esta época de villancicos, creo que
sería un contrasentido poner alguno de esos que hablan de
que está cayendo la nieve, y no tiene sentido porque agua
podremos tener, viento, también, pero nieve en absoluto.
Mejor así.
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