Lo voy a tener que explicar otra
vez, para que el personal se entere de qué va la cosa, ante
la insistencia de algunos que alegan me río de la crisis que
estamos atravesando. Para mejor entendernos y no faltar a la
verdad lo que, realmente, me dicen algunos que me estoy
tomado la crisis a broma.
Todos estos se basan en algunos de mis escritos en los que
al hablar de la crisis que venimos padeciendo y lo que te
rondaré morena, según los entendidos en el asunto como es el
gobernador del Banco de España,, he alegado que yo no he
notado la crisis por ninguna parte, por la sencilla razón,
que desde que nací he estado en crisis.
O sea que desde el día que mí madre tuvo a bien traerme a
este mundo, he seguido en crisis permanentemente. Por tanto,
no es que me lo tome a bromas, es que como nunca he salido
de ella, pues no me afecta para nada.
Claro que si a mí papá, por esas cosas que tiene la vida, le
hubiesen dado algún carguito de esos que se reparten por el
asunto del dedo, y gracias a el, hubiésemos ido de
vacaciones cada año, incluso a visitar algún que otro país
extranjero, comiendo y bebiendo en los mejores restaurantes
del mundo mundial sin que, jamás, hubiese faltado nada en mi
casa, seguramente que cuando las cosas han venido mal, y
empezábamos a tener ciertas carencias en casa y, por
supuesto, de vacaciones nada de nada, con toda seguridad que
notaria mucho la crisis que estamos padeciendo.
Lo que pasa es que, milagro tenía que hacer papá, no para ir
a esquiar a Sierra Nevada si no para buscar los dos duros
par poder llevarnos algo a la boca. Y ni te cuento lo de las
vacaciones, ni a la puerta de la calle. Vamos, tengo que
decir, que lo único que sabía era que Algeciras era esa otra
orilla que se ve, desde, Ceuta, con tiempo de poniente. Eso
sí, sabía que había un barco que, cada día, hacía la
travesía entre ambas ciudades.
El jamón no lo conocí hasta que fui mayor de edad. Me lo
presentaron un día mientras miraba, en Casa Marcelino, unas
cosas que había colgadas metidas en unas fundas por la que
asomaban unas pezuñas negras. Lo de comerlo, eso fue otra
cosa. Tuvo que pasar algún tiempo desde que me presentaron
hasta que pude comprar, si mal no recuerdo, cien gramos con
los que nos dimos todo un festín en casa.
Miren, queridos míos, no es que me tome a broma el asunto de
la crisis que estamos padeciendo. Es, simple y llanamente,
que me gusta tomarme las cosas con cierto optimismo e ir por
la vida sonriente, porque como decía la sabia de mí abuela:
“No es más rico el que más tiene, si no el que menos
necesita”. Y la verdad, necesito lo justo para vivir.
Es más, recuerdo que publiqué un artículo, dando unas reglas
o unos consejos para salir de la crisis, empleando pocos
millones de euros y, a pesar de que algunos gabinetes
peninsulares de economía estudiaron el mismo, me llamaron y
me mostraron su conformidad, me pusieron la pega de no se
qué de la macro economía. Si embargo, sigo insistiendo que
mí fórmula era la mejor para salir de la crisis. Por cierto,
antes de que se me olvide. coincidía mucho con la del premio
Nobel de Economía.
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