Esta mañana el recibo del agua me
ha dado un pequeño sobresalto. Un golpe no esperado para mi
bolsillo.
Se impone un control del gasto doméstico, por ello tendré
que ir vigilando los trece grifos o salidas de agua de mi
casa.
Parece como si alguien se estuviera duchando tres veces al
día con todos los grifos abiertos.
Este control lo podemos considerar como control climático
porque el agua es un elemento incluido en el clima ¿no?
De ahí a que los gobernantes del mundo quieran hacer, en
Copenhague, un control de temperaturas para que no suban más
de 2º C, existe un abismo de diferencia.
A menos que hayan inventado un termostato celestial que
controle la atmósfera.
O que se pongan a zurcir, cual ojal agrandado, el agujero de
la capa de ozono, mandando a sus muy dignas señoras a darle
por aguja.
Y encima tratan sobre niveles preindustriales. ¿No te jode?
El tan manido Protocolo de Kioto (vean el juego de palabras
que se traen: Kio To = To Kio) no es más que un capítulo
agregado al libro del cuento interminable favorito de los
asiáticos de ojos rasgados (Los otros asiáticos de ojos no
rasgados tienen el Corán).
El cambio climático es una cosa natural que, como olas
cósmicas gigantescas, viene de vez en cuando y se va de vez
en cuanto a lo largo de toda la historia de la Tierra.
Unas veces viene con tanta fuerza, cada 20.000 años más o
menos, que cambia por completo la faz de nuestra bola azul.
El problema está en que no sabemos cuando fue el año cero
del último período.
Hoy en día sabemos qué es lo que produce un tsunami. Y sus
consecuencias.
Antes, ese mismo efecto catastrófico era interpretado como
el Diluvio Universal.
Es que la gente de entonces viajaba escasamente. Nunca fuera
de sus dominios.
Toda la fanfarria que acompaña al tema del cambio climático
no es otra cosa que una manera de pasárselo bien quienes se
creen con el derecho de involucrarse en ello.
Unas vacaciones pagadas por los respectivos Gobiernos, unos,
y por las respectivas ONG’s, otros. Cualquier pretexto, hoy
en día, es válido para tirar de subvenciones (las ONG’s, ya
que los Gobiernos están plenamente servidos).
De esa Cumbre Climática de Copenhague tendrían que salir un
fontanero jefe, un lampista jefe y, por lo menos, un
controlador jefe del cambio climático.
Como si fuera el encargado de las torres de calefacción y
refrigeración de una enorme empresa, de cobertura mundial.
¿Cómo podemos tomarnos en serio a los colectivos protestones
globalizantes y de reivindicaciones?
Que utilicen pegamento y algodón para convertir la estatua
del oso de bronce que existe delante del edificio de la
Bolsa danesa en un remedo de oso polar, es una estupidez sin
igual.
¿Qué culpa tiene el pobre oso de ello? ¿Dónde tiene la
cabeza esa gente?
Se quejan de que están en el paro porque no hay fábricas y,
a la vez, se quejan de que hay demasiadas fábricas
culpables, supuestamente, del cambio climático.
No demos más vueltas al tema. Es totalmente natural el
cambio que estamos padeciendo. Ya digo que vienen en oleadas
esos cambios.
Es de agradecer, de momento, que el clima donde resido
actualmente esté como está.
Ambiente cálido que me recuerda mi ciudad. No llega a ser
totalmente caluroso, pero casi.
Bueno, espero que de esa Cumbre no salga una esperanzada
solución para los patrones empresariales: le daría mucho
campo para reducir personal con el pretexto de hacer un
considerable esfuerzo por contribuir, precisamente, al
cambio climático.
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