Recuerdan la época de la Oprobiosa
Dictadura? Yo prácticamente no, porque no la viví ya que
estaba en mi Rif amaestrando camaleones, así que, ni las
torturas, ni los crímenes, ni la represión brutal iban
conmigo. Pero yo estaba informada de buena tinta ya que iba
una vez cada quince días al cine en Melilla, donde, los
no-asesinados por la Dictadura acudían a ver el No-Do y las
películas fascistas de Alfredo Landa que se llamaban cosas
así como “Vente a ligar al Oeste” y de paso, los vivos
comían pipas y golosinas. De hecho hoy, mismamente, recuerdo
como si acabara de acontecer, las canciones deplorablemente
ejecutadas por cantantes pro-régimen y sobre todo una que
constituía una exaltación propagandística que contaba con el
estribillo de “¡Vamos a españolear!”.
Era melodía que complacía sobremanera a los no exterminados
y, los nacidos de la emigración nos conmovíamos hasta las
lágrimas con los sones de “nuestro” Manolo Escobar “Que
vivan, los cuatro puntos cardinales de mi Patria…¡Que vivan!
Los cuatro juntos… Que forman nuestra bandera y el escudo de
mi España..” ¡Entraba una cosa por el pecho! Daban ganas de
España, mono de piel de toro, aunque muchos de nosotros no
conociéramos la Madre Patria más que por fugaces
referencias. Pero “nos sentíamos” españoles, parte de algo
muy enorme, inmenso, importante. Desconocíamos cualquier
alusión al inconsciente colectivo, no sabíamos nada de
raíces, ni de memoria genética y teníamos el corazón partío
entre nuestro Rif pedregoso que fue español y esa península
lejana que nos tenía olvidados. Por eso respirábamos hondo
al decir ¡Vamos a españolear! Y nos sentíamos parte de algo,
un cacho desgajado de un todo y al tiempo sentimiento y
sangre de ese todo. Y hoy, como no me mataron en los años
universitarios franquistas, aunque si anularon las prórrogas
y en segundo curso de carrera se llevaron a media clase a la
guerra del Sáhara, rescato y recupero verbos dormidos.
En Marruecos estábamos en tierra extraña y llorábamos como
magdalenas al escuchar los “Suspiros de España”. Y hoy,
nosotros, no los hijos de la emigración, tan ninguneados por
los sucesivos Gobiernos, sino los que mamamos la leche de
los kirieleyson y de los gori-goris inciensados y luego, a
fuerza de pensar y comparar y porque nos salió de los
cojones nos declaramos cristianos convictos y confesos,
nosotros, los no-ateos o séase no-laicos, que somos más
chulos que un ataúd tuneado y que nos crecemos con las
putadas, hemos acuñado el grito de “¡Vamos a cristianear!”.
Eso sí, me revienta que, por sentirse “contestatarios” y
antisistemas-fetén, más de uno se haya subido al carro de
esta religión nuestra, que es nuestra cultura y son nuestras
túrdigas y que estuvo en la última bocaná de nuestros
muertos. Vale, vale, mea culpa por mi falta de caridad,
bienvenidos sean los reconvertidos. A mogollón a las
iglesias, en multitudes tras los pasos de la Semana Santa,
comprando en los chinos por seis euros los pendones rojos
con el Niño Dios retratado para anunciar su Nacimiento desde
cientos de balcones españoles.
¿Qué los ateos quieren prohibirnos nuestra Santa Cruz? Pues
el que tenga huevos y quiera demostrarlo que se pille el
pins con la crucecita, como hacemos todos los andaluces y a
pincharlo en las chaquetas y en los abrigos y a customizar
prendas con estampitas antiguas de Comunión y en el llavero
el Crucifijo, cruces por todo quisque, en plan provocón que
si no quieres gazpachuelo te vas a tomar el tuyo y el del
abuelo. De hecho, para estar en la onda de dos tipos
sociales: la gente guapa y los antisistema- maverick
(palabra inventada por Orson Wells cuando recogió un premio
y significa ser antisistema con categoría) para estar en
plan fashion hay que usar y abusar de nuestra liadísima y
maravillosa parafernalia religiosa, que es puro arte y que
tiene un nosequé que no se puede aguantar. Usar y abusar
garbosos, en plan altivo y a la voz de ¡Vamos a cristianear!.
Y al que no vaya de ese rollo le podemos montar un exorcismo
a precios económicos con agua bendita y ristras de ajos
incluidos en el precio, todo por cortesía del Pater Don
Cecilio “Exorcismos a domicilio”. ¡Ele!.
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