Siéntate, Manolo, y tómate
una cerveza conmigo.
-Con mucho gusto, amigo, que hace tiempo que no charlamos.
-¿Has visto lo poco que te quiere la gente cuando las cosas
te van mal?
-Sí, Fernando, sí; pero esa forma de proceder no
debiera sorprendente. Ya que forma parte de la condición
humana.
-Será así, coño, pero ve a contárselo a la persona que cae
en desgracia... A ver qué piensa ella.
-Lo que debe pensar es que una vez que ha tocado fondo sólo
le vale levantarse. Reinventarse. Nunca agitarse. Tener
paciencia. Que ya escampará.
-Lo que tú dices está muy bien dicho. Y hasta suena bonito.
Pero no me negarás que verte de la noche a la mañana siendo
motivo de comentarios generalizados, obscenos en cantidad,
debe doler lo suyo.
-Sí, por supuesto que sí; aunque lo que más amargura causará
es que sean los que más favores te deben y que tantas veces
te prometieron fidelidad, vayan ahora negándote de corrillo
en corrillo, de reunión en reunión y en todos los sitios
donde se encarte.
-Ahí sí que estoy total y absolutamente de acuerdo contigo,
Manolo. Y por eso te voy a contar lo siguiente...
-No sigas..., pues ya tenía conocimiento de lo que tú me
estás diciendo.
-¿Qué te pareces, pues?
-Una canallada. Y una forma de comportamiento ruin y desleal
con personas necesitadas de ayuda en tales momentos.
-¿Te imaginas lo que hubiera sucedido aquí si Rodríguez
Zapatero, por ejemplo, hubiera sido grabado y
fotografiado como lo ha sido Silvio Berlusconi en los
últimos meses y además prometiendo prebendas a las chicas?
-Pues sí. Ya que es sabido como nos las gastamos los
españoles, y sobre todo los de provincias, cuando los
hombres se desatinan por abajo. Nos comportamos como
verdaderos inquisidores.
-Ve con cuidado, pues lo mismo te sale alguien diciendo que
tú defiendes todo lo que nace de la bragueta.
-Lo que sí estoy de acuerdo es con lo que decía, no ha
mucho, un afamado periodista y escritor italiano, Roberto
D’Agostino.
-¿Qué decía...?
- Entre otras varias cosas muy interesantes, que todo lo
bonito nace del miembro. Entendamos por ello, los líos de
cama. Ya que no olvidemos que los grandes hombres de Italia
no se dieron tregua en semejantes menesteres.
-O sea, que tú perdonas esas debilidades.
-Yo no perdono nada, porque no soy nadie para impartir
lecciones de moralidad. Y mucho menos sin haber oído a la
parte afectada. Si bien prefiero que un político sea acusado
de ser muy activo en el sexo, un infiel sin mirar con quien,
e incluso hasta que sea tachado de venalidad, antes que se
demuestre que es un tonto de nacimiento. Un bobo con terraza
adornada con macetas de geranios.
-Ya una vez te leí que te fías más de un malvado que de un
necio.
-Cierto. De los malos siempre esperas que tengan ese día
bueno que tienen todos los de esa laya para salir
beneficiado. En cambio, los tontos ni son buenos ni
agradecidos. Y encima son cobardes.
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