Ha existido, existe y existirá una
gran diferencia en la celebración de Navidad y la de Año
Nuevo. Son dos fiestas totalmente diferentes en todos los
conceptos. Mientras la Navidad es una festividad cristiana y
familiar al cien por cien, Año Nuevo es una fiesta en la que
le decimos adiós a un año que se va y recibimos con alegría
al año que entra. Eso al menos es lo que pienso y creo que
todos tenemos el mismo concepto de ambas celebraciones.
Y como cada uno, cuenta la feria según le va, seguro que
habrá a quienes les duela tener que despedir un año que ha
sido bueno para él y recibir al nuevo con la incertidumbre
si será, al menos, igual de beneficioso que el anterior.
Pensamiento este, sobre todo, para los que tienen dinero y
grandes empresas, y han hecho los cálculos de cuales deberán
ser sus beneficios. Teniendo en cuenta que, si esos cálculos
son de un veinte por ciento de beneficio y resulta que, a
final de año, sólo le ha reportado un dieciocho, será un mal
año porque según todos ellos, han perdido un dos por ciento.
Por supuesto que las celebraciones de Año Nuevo de mí época
de chaval, con las de los momentos actuales, han dado un
cambio radical.
Antes toda la diversión consistía en ir a la calle, charlar
con los amigos, dar una vuelta, dependiendo del tiempo que
hiciese y vuelta a casa y mañana será otro día.
Los bailes familiares brillaban por su ausencia para los
“capitalistas”, pues los únicos bailes que se hacían, se
llevaban a cabo en las pocas sociedades que existían, en
nuestra tierra, dedicados exclusivamente a los que tenían el
“parné”. O sea, lo de siempre, para no variar.
Entrar algunos de los “capitalistas”, en aquellos bailes de
sociedad era, poco menos, una odisea que ninguno nos
atrevíamos a afrontar, porque teníamos la completa seguridad
que sería un fracaso.
Hoy la cosa, con el paso del tiempo, ha cambiado lo suyo, y
es raro los chavales que se quedan encasa después de tomar
la uvas porque, todos ellos, se van a los diferentes bailes
que se han organizado en diferentes putos de la ciudad. Unos
organizados por sociedades, donde pueden entrar los
“capitalistas”, otros organizados por grupo de amigos o por
estudiantes dispuestos a ganar unos euros para el viaje fin
de estudio.
Gracias a ese cambio experimentado por la sociedad, hoy día,
nadie se queda sin ir a uno de esos bailes y divertirse
hasta el amanecer, despidiendo el año y dándole la
bienvenida al que entra. Lo que, personalmente, me llena de
satisfacción ver, a toda esa juventud, vistiendo sus mejores
galas prestos a divertirse y pasarlo bien.
Lo único que puede causar alguna molestia pequeña, por
supuesto, es que cuando legan a casa agotados, dejan la ropa
tirada en cualquier sitio, porque sólo piensan en descansar.
Ese es el peaje que tenemos que pagar los padres, para que
nuestro hijos consigan lo que nosotros no pudimos
conseguir.¡¡Viva la juventud!!
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