Autor de textos tan sugestivos como ‘Violencia social y
juventud. Comunidad y cambio social: teoría y praxis de la
acción comunitaria’, el presidente del Instituto Marco
Marchioni (IMM), Antonio Santana (Las Palmas, 1967) no es un
teórico al uso. Chupa con tachuelas y pelo largo con coleta,
una decena de “procesos comunitarios” en marcha repartidos
por toda España a sus espaldas, se confiesa “encantado” con
Ceuta, una ciudad a la que llegó por primera vez de la mano
de la Consejería de Bienestar Social hace casi dos años y a
la que ayer retornó por cuarta vez para ayudar a construir
la primera dinámica comunitaria del país impulsada por dos
centros educativos y la que volverá en enero con Marchioni.
Pregunta.- ¿Cómo le explicamos a la gente lo que es un
“proceso comunitario” para que se anime a involucrarse?
Respuesta.- Es un proceso socioeducativo que se pone en
marcha en una comunidad, en un barrio, con el propósito de
mejorar su calidad de vida a través de la organización
comunitaria y de la participación de la ciudadanía
implicando en él a quienes viven, trabajan y la administran.
P.- Aparentemente ese proceso de consenso no sigue
ninguna pauta fija ni tiene un director que ejerza como tal.
¿Cómo se ordena, entonces, para que no caiga en el caos?
R.- No se trata de atajar directamente las consecuencias o
lo que los agentes entienden que funciona mal. Todo es
multicausal y, por lo tanto, la idea es actuar sobre las
causas de los conflictos para, así atajar múltiples
consecuencias al mismo tiempo. En esos espacios de
participación es en los que se define la forma y el
contenido de lo que se puede hacer.
P.- Su exposición remite al concepto político de la
decisión asamblearia. ¿Es válido el símil?
R.- Es más complejo porque no todos los implicados
desempeñan el mismo papel ni tienen la misma
responsabilidad. En los procesos comunitarios de los que
hablamos hay tres protagonistas: la Administración, que
administra, que decide; los ciudadanos, que participan y los
técnicos, que trabajan. Va más allá de lo que sería una
asamblea ciudadana porque no olvidamos que son las
instituciones las que deciden en último término.
P.- ¿En cuántos procesos comunitarios actúa el Instituto
Marco Marchioni en toda España actualmente?
R.- En una decena aproximadamente, con distintos ámbitos de
actuación y diferentes impulsores. Trabajamos en muchos
centros educativos, en espacios educativos no formales, con
los núcleos familiares...
P.- ¿El proyecto ‘El Patio’ es el emblema del trabajo del
Instituto?
R.- ‘El Patio’ es quizá el más desarrollado, en el que ya
tenemos equipos de cinco personas que trabajan en cada
espacio, con mucha labor de calle, institutos que abren por
la tarde gestionados por los propios jóvenes, alternativas
de ocio... Pero también trabajamos en el Casco Viejo de
Pamplona en una iniciativa impulsada básicamente por la
ciudadanía; en Badajoz con la Administración como motor...
Cada uno es distinto. La particularidad del proceso ceutí es
que lo encabezan los centros educativos.
P.- ¿Por dónde empieza el trabajo?
R.- Existe una cuestión fundamental que es la de definir los
procesos de relación entre los protagonistas para elaborar
un conocimiento compartido en espacios de encuentro de los
que pueda salir un diagnóstico comunitario, pero no existe
una metodología ni una estrategia única. Es la comunidad la
que debe definirlas también.
P.- ¿El horizonte temporal de ‘Soñando con una escuela
para todos, entre todos’ es el próximo verano?
R.- El año académico marca cualquier proceso vital, pero
esta iniciativa debe trascenderlo. A un niño no le educa
sólo un profesor o un colectivo docente durante ocho horas
al día y nueve meses al año. Se trata de un trabajo más
amplio y a largo plazo.
P.- Por su experiencia, ¿por qué fracasan este tipo de
procesos?
R.- Ahora esperamos que los claustros debatan y, en enero,
poder definir una propuesta más concreta de actuación. Este
es un proceso complejo, con altibajos, que como todos te
llevan a un sitio en función de cómo lo pongas en práctica.
El fracaso suele venir cuando se apaga o no se alimenta el
trabajo.
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