Inicia España su labor de Protectorado en Marruecos, en
1912, con evidentes luces y sombras. No era, sin duda, nada
fácil dominar la zona que los acuerdos internacionales le
habían encomendado, ni tampoco nuestro país se encontraba en
las mejores condiciones para realizar semejante acción
colonizadora o protectora.
A pesar de lo difícil que había de resultar la pacificación
del territorio, España realizó, desde un primer momento,
importantes reformas organizativas con notables inversiones,
que se tradujeron en la transformación urbana de muchas
poblaciones y la implantación de servicios sanitarios,
sociales y educativos, entre otros.
Téngase en cuenta que Tetuán, ciudad que estará muy presente
en este discurso, se ocupó en febrero de 1913 y que algunas
de las actuaciones que detallaremos se dieron en esa misma
década, cuando la pacificación de territorio no se dio por
concluida hasta finales de 1927.
Dentro de este marco, hemos establecido, en los últimos
años, un espacio de investigación y estudio sobre la
enseñanza de las Bellas Artes en el Protectorado Español en
Marruecos. Una disciplina que comenzará a impartirse desde
las escuelas de Artes y Oficios primero, y desde la
Preparatoria de Bellas Artes, después.
Lo que sin duda comenzó como un ámbito de formación de
profesionales y artesanos, que sirviesen en la tarea de
transformación del país, daría como consecuencia la
promoción, de muchos de sus alumnos, al estudio de las
Bellas Artes.
Tetuán, con el esfuerzo de numerosos artistas, a la cabeza
de los cuales estuvo el pintor granadino, Mariano Bertuchi
Nieto, se constituiría en el punto de irradiación alrededor
del cual, aún hoy, sus alumnos y profesores se identifican,
frente al otro gran centro de enseñanza marroquí:
Casablanca.
La Escuela de Tetuán y la figura de su máximo exponente,
Mariano Bertuchi, son actualmente dos referencias
indiscutibles del arte marroquí. Constituyen dos puntos de
encuentro entre España y Marruecos, alrededor de uno de los
proyectos educativos con mejores resultados de los
realizados durante la acción del Protectorado.
No hablamos aquí de Escuela significando el seguimiento de
un pintor, sino de un lugar de expansión y formación, como
un punto de identificación y, en este sentido, estaríamos
más en ese concepto de las ciudades universitarias que de
las escuelas pictóricas o movimientos estilísticos
tradicionales.
Reticencias a la representación artística
La primera dificultad con la que se encontró la
administración para establecer las enseñanzas artísticas
eran las interpretaciones coránicas de la prohibición de
representar o imitar la facultad creadora reservada a Dios.
Un asunto difícil y confuso que no había sido óbice para
reproducir figuras humanas o animales a persas ni a turcos,
y que tampoco lo fue en Al Ándalus, como demuestran
cerámicas, frescos y hasta esculturas como los famosos
leones de la fuente de la Alhambra.
Es curioso que los planteamientos teóricos esgrimidos por
Fernando Valderrama, en algunas de sus obras de los años 50,
para aclarar la sinonimia entre los verbos “sauara”
(modelar, formar) y “baara” (crear), así como las relaciones
de ejemplos de representaciones figurativas, hayan
continuado siendo utilizadas por muchos de sus alumnos de
entonces. Los mismos que luego han sido profesores durante
varias décadas. Hay una necesidad, tanto en oriente como en
occidente, de justificar estos prejuicios.
Así pues, tampoco creemos casual el que los primeros centros
docentes se dedicaran a la enseñanza del dibujo lineal y la
recuperación de las artesanías clásicas de Al Ándalus, para
ir allanando el camino.
La pintura en Marruecos antes del Protectorado
A pesar del esfuerzo de algunos autores por identificar a
algunos pintores marroquíes cuya obra pudiera tener cierta
entidad, es lo cierto que su existencia es prácticamente
anecdótica. Así, la obra pictórica realizada en o sobre
Marruecos, antes de comienzos del siglo XX, tiene a
extranjeros como autores y, muy particularmente, a españoles
como Fortuny, Tapiró o Fabré; franceses como Delacroix y
Matisse o británicos como David Roberts.
Algunos de ellos como Mariano Fortuny y José Tapiró llegaron
a instalarse en Tánger, falleciendo este último en la
Ciudad, como en Tetuán lo hiciera Alfonso Barrada, en la
última década del siglo XIX.
Un enlace entre esta generación precursora, todavía inmersa
en el ideario orientalista europeo, y la generación
africanista que se abrirá en el primer cuarto del siglo XX,
es Mariano Bertuchi Nieto.
Mariano Bertuchi Nieto
Nacido en Granada en 1884, desde su más tierna infancia
destaca por sus cualidades para el dibujo y la pintura. Con
ellas cautivaría al que había sido, durante la Guerra de
África de 1859-60, intérprete del General O’Donnell, Aníbal
Rinaldy, quien lo llevaría a Tánger en la Navidad de
1898-99.
Aunque muy joven, y todavía imbuido por los modelos
fortunianos, Bertuchi había cursado estudios en Málaga entre
1893 y 1894 y entre 1894 y 1898 en Granada, para ingresar en
Bellas Artes de San Fernando en 1899.
El breve período transcurrido en Málaga dejaría huella en
él. En esta ciudad recibiría clases de Emilio Ocón,
discípulo de Carlos de Haes y en su Real Academia de Bellas
Artes expondría en 1914 y 1916, teniendo previsto fijar su
residencia en la calle Cárcer en 1955, cuando le sorprendió
la muerte en su querida ciudad de Tetuán.
Mariano Bertuchi comienza a publicar sus dibujos sobre
Marruecos en La Ilustración Española y Americana en 1903 y
desde 1913 –estaba viviendo en San Roque, Cádiz- se desplaza
a Tetuán, hasta que en 1918 traslada su residencia a Ceuta.
Por fin, en 1928, se instala en Tetuán, en donde residirá
hasta su fallecimiento, en 1955.
Hablar de Bertuchi es hablar de Marruecos, pues a este país
dedicó toda su vida, pintando sus paisajes y sus gentes, que
extendió por todo el mundo a través de sus óleos, acuarelas,
carteles, postales y sellos de correo.
La Escuela de Artes y Oficios
La reivindicación de Sidi el Hach Abdeselam Bennuna, desde
el Ateneo Científico Literario, en 1916, de una Escuela de
Artes y Oficios tuvo respuesta de las autoridades españolas
en 1919, siendo su primer director el ingeniero, artillero y
gran dibujante Antonio Got Insausti, a quien sucedería en
1921 el arquitecto José Rodríguez Lescura y, ya en 1930, lo
hace Mariano Bertuchi. La escuela llegó a tener doce
talleres y un promedio de 150 alumnos. Un proyecto del que
salieron otras dos escuelas en Xauen y Tagsut, el Museo
Etnográfico y, al fin, la Escuela Preparatoria.
Es significativa la sucesión en la dirección: Un ingeniero,
un arquitecto y, por fin, un profesional de las Bellas
Artes, es decir, desde la perspectiva más materialista y
profesional, hasta la artística.
Como expresábamos líneas atrás, la finalidad de este centro
era formar profesionales necesarios para la reconstrucción y
mejora de las ciudades y la recuperación de los oficios
artesanos. Esto lo explica.
Hoy en día permanece abierta en Dar Sanaa, el edificio
diseñado a modo de Carmen granadino, frente a la Puerta de
la Reina, Bab Ukla, y en ella se siguen formando a jóvenes
de la región, manteniendo la pureza de técnicas y diseños
procedentes de Al Ándalus.
En Dar Sanaa está el espíritu de Bertuchi, desde la elección
de los espacios, hasta la decoración; desde los talleres a
los jardines… Inclusive, una plaza, a su puerta, lleva su
nombre.
La Escuela Preparatoria de Bellas Artes
Desde los años 30, Bertuchi soñaba con una Escuela de Bellas
Artes. Eran muchos los alumnos con facultades para ingresar
en ella, y no sólo españoles. Antes de su fundación Mohamed
Sarghini y Meriem Mezzian estudiaron en Madrid, en la Real
Academia de San Fernando. Ambos son considerados hoy como
los precursores de la pintura contemporánea en Marruecos.
Ellos carecieron de centros especializados en los que
iniciarse y, si bien sus familias pudieron ofrecerles los
medios necesarios para hacer sus carreras, es lo cierto que
Bertuchi veía en ellos el ejemplo necesario para subsanar
una injusticia: la falta de becas para el estudio de esta
disciplina.
En 1945 se estableció la Escuela Preparatoria de Bellas
Artes de Tetuán, constituida como un paso previo al ingreso
en las Academias de Sevilla o Madrid. Entre sus profesores,
además de Mariano Bertuchi, Carlos Gallegos, Tomás Ferrándiz,
o Diego Gámez. Nombres todos que aparecen frecuentemente
entre los maestros citados por los pintores marroquíes en
biografías y catálogos.
En su primera etapa, que coincide con la dirección de su
fundador y hasta su muerte e Independencia de Marruecos, en
1955, destacan figuras como Martín Prado, Esperanza Añino,
Dámaso Ruano (tan enraizado hoy en Málaga), Amadeo Freixas,
Antonio Moya o Carlos Muela. Muy ligados a ellos, aunque
algo más jóvenes, José Niebla o Julio Ruiz Núñez.
Todos ellos han reconocido siempre su deuda con aquel centro
formativo de sus comienzos, en la que encontraron maestros y
amigos que perduran hasta hoy. Entre sus características
principales, su amor por el dibujo, su necesidad de hacer
concesiones a la realidad, incluso en la abstracción, su
equilibrio compositivo y de color y su dedicación permanente
a la plástica.
El marco teórico
Fue Mohamed Sarghini el primero que teorizó sobre la pintura
del norte de Marruecos, el primero en hablar de una Escuela
de Tetuán, lo que quizá era necesario para desligarla de un
magisterio bertuchiano que, en ocasiones, encorsetaba a
pintores y espectadores, que no pedían otra cosa que el
seguidismo de su obra. Esto es, una Escuela de Bertuchi.
Sarghini, también, fue quien antes que nadie habló de
generaciones y, después que él, la Dra. Clara Miret, de
quien nosotros hemos bebido para acercarnos a la obra de
todos estos autores a los que nos hemos referido, en el caso
de los españoles, y a los que nos referiremos, en el de los
marroquíes.
La primera generación de pintores marroquíes
En los últimos años del Protectorado comienzan a ingresar
alumnos marroquíes. El primer grupo terminarán sus estudios
hacia 1957, presentándose con diferentes exposiciones a un
lado y otro del Estrecho. Los más importantes serán Meki
Megara, Saad Ben Cheffaj, Ahmed Amrani, Tuhami Dad, Abdellah
Fakhar, Mohamed Melehi, Mohamed Chebaa y Romain Atala.
Esta generación se caracterizará por haber recibido sus
primeras lecciones del propio fundador de la Escuela, para
luego proseguirlas bajo la dirección del pintor granadino
Eduardo Maldonado. Más tarde, merced a un importante sistema
de becas, continuaban sus clases en Sevilla y Madrid, para
luego volver a Marruecos e integrarse en la enseñanza o en
la preservación del patrimonio. De hecho, no sólo son la
primera generación de pintores del norte de Marruecos, sino
también, los maestros de las siguientes.
Todos ellos partirán de una formación clásica en el dibujo y
el modelado, con buen dominio de la técnica, y casi siempre
alejándose, en sus respectivas carreras, de la figuración,
para finalizar en un abanico que va del expresionismo y el
informalismo a la abstracción, pasando por el pop art,
aunque algunos han recalado, en los últimos años, en la
nueva figuración y hasta el hiperrealismo.
Ahmed Amrani, Saab Ben Cheffaj, Romain Atala y el
recientemente fallecido Meki Megara han dado a la luz en los
últimos años un grupo bajo el nombre de Escuela de Tetuán. A
través de una exposición en el Museo de Ceuta y la lectura
de un manifiesto, reivindican para Tetuán el haber sido la
primera ciudad que tuvo un centro formativo universitario en
Bellas Artes, así como formar ellos mismos parte de la
primera generación de pintores marroquíes. En su
declaración, se definían como un grupo abierto, pero férreos
defensores de la formación, el compromiso, la honestidad, la
reflexión y el rigor. Conscientes de la falta de tradición
nacional en el arte, se vinculan a las formas artísticas
populares, defendiendo por tanto el concepto de Artes y
Oficios como un vehículo de comunicación entre el arte
tradicional y el contemporáneo.
La segunda generación
La segunda generación no recibirá ya clases directamente de
profesores españoles, salvo algunas excepciones. Sin
embargo, y siempre en la creencia de sus antecesores de que
era necesario complementar la formación en Europa, harán
diferentes estudios de postgrado en España, Francia, Italia
o Bélgica. Estas especializaciones han dado por resultado
diferentes influencias de los movimientos coetáneos a sus
estancias, que habían sido menos evidentes en la generación
anterior.
Entre los más interesantes Mohamed Drissi, Aziz Abou Alí,
Abdelhuahid Sordo, Ahmed Ben Yessef, Ahmed Nouar, Taieb Ben
Kiram, Jalid Chakour o Khadija Tnana quien, a pesar de no
haber recibido clases en la Escuela, sí que es miembro de su
generación y heredera, cuando no compañera, de los pintores
de la primera generación.
En este caso, muchos de ellos se instalaron fuera de
Marruecos, pero siempre con la mirada puesta en su lugar de
origen, ya que era difícil desarrollar una obra tan avanzada
como muchos de ellos plantearían, no sólo en técnicas
–mixtas, grabados...- sino también por su compromiso
político y social, y su estética avanzada.
Destacar la impronta dejada por Mohamed Drissi en sus
figuras, que artistas como Mohamed Benyaich continúan
desarrollando, o la calidad de los grabados de Aziz Abou
Alí, también desaparecido. Del mismo modo, Ahmed Ben Yessef,
desde su residencia permanente en Sevilla, podemos decir que
ha sido la imagen más visible del arte marroquí, a través de
sus colaboraciones con la corona, especialmente durante el
reinado de Hassan II, siendo el autor del célebre cuadro de
la Marcha Verde que aparecía en los billetes de uso legal.
La tercera generación
La tercera generación es la que podríamos llamar del
reconocimiento. Prácticamente todos nacieron después de la
Independencia. Ni tienen ni buscan relación con etapas
anteriores e ingresan ya en una verdadera Facultad de Bellas
Artes como universitarios.
Creadores conocidos y reconocidos, tanto en su faceta de
artistas plásticos como en la de intelectuales, son dueños
plenos de su obra y de su inspiración. No tratan de imitar
ni seguir movimientos concretos europeos o americanos. Son
investigadores del arte, desde sus propias perspectivas.
Abdelkrim Ouazzani o Said Mesari son autores apreciados
dentro y fuera de sus fronteras, quizá los más destacados,
ya que el primero de ellos, pintor y escultor, dirige
actualmente la Escuela Nacional de Bellas Artes y el
segundo, residente en Madrid, lleva sus grabados y óleos por
las mejores salas internacionales.
Bouabid Bouzaid –uno de los impulsores del Museo de Arte
Contemporáneo de Tetuán-, Mustapha Yesfi, Mehdi Marine y
Mohamed Benyaich exponen igualmente con éxito en Marruecos,
España o Francia y junto a ellos encontramos otros artistas
igualmente estimados como Mohamed Bouzoubaa, Khadija
Bousselham, Ahmed Haski o Faouizi Laatiris.
La cuarta generación
En los últimos años ha surgido una nueva generación que, si
bien están unidos a Tetuán por nacimiento, residencia o
estudios, no lo están únicamente a la Facultad. Es decir,
que se ha pasado de la necesidad de enunciados teóricos, de
titulaciones específicas, a sentir el compromiso con una
serie de valores más abstractos pero sin duda más
auténticos. En esta generación encontramos acuarelistas que
comparten y luchan por dar un nuevo aire a la técnica, como
Mohamed Jaamati o Mustapha Ben Lahmar; estudiosos de la
figuración como Said Hbicha, Youssef el Haddad o Azziz
Amrani. Luchando fuera del país Abdellah Ahaddaf y Mounia
Touiss y, junto a ellos, buscando nuevos caminos y sin duda
triunfando con sus performance, instalaciones o creaciones
digitales, Hassan Echair, Safaa Erruas o Younes Rahmoun.
No se trata ya de artistas dependientes de su ciudad o
región. Se trata de creadores en su más amplio sentido, cuyo
campo de trabajo y exposición no tiene fronteras. Así,
Echair, Erruas y Rahmoun, son nombres frecuentes en
exposiciones colectivas internacionales.
Reflexiones
Si bien es cierto que el proyecto educativo español comenzó
con la Escuela de Artes y Oficios, con fines prácticos, no
lo es menos que Mariano Bertuchi y otros compañeros de
generación supieron encauzar a la administración y sus
alumnos hacia otros objetivos.
Pasados los años se colige que la formación clásica, tanto
teórica como práctica, de aquellos docentes, dio buenos
frutos lo mismo entre los alumnos españoles que en los
marroquíes. Estos últimos no sólo obedecieron la máxima de
que la educación nos hace libres, sino que han sido y son
los menos aficionados a la imitación de una estética
orientalista o africanista decimonónica.
Si bien esto es lo natural, que los artistas de hoy hagan la
obra que sus contemporáneos realizan en cualquier otro lugar
del mundo, es lo cierto que en España, muchas veces, se mira
a Marruecos tratando de buscar un africanismo caduco. Se
trata de una mirada nostálgica, rescoldo de unas vivencias
frecuentemente amables, pero que nada tienen que ver con la
vida actual.
De aquella Escuela Preparatoria de Bellas Artes surgió una
Facultad de prestigio, cuyos alumnos hablan un lenguaje
común con las españolas, pues surgió como una más de ellas.
Y, bueno es decirlo y reconocerlo, Marruecos hoy tiene un
nivel en las artes plásticas plenamente equiparable a
cualquier país europeo, con el mérito de tener una
trayectoria histórica corta en el tiempo, pero profunda en
sus valores, su calidad y su compromiso.
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