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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE DICIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

La pintura como proyecto cultural entre España y Marruecos: La Escuela de Tetuán

Por José Luis Gómez Barceló, Cronista Oficial de Ceuta y académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga)


Inicia España su labor de Protectorado en Marruecos, en 1912, con evidentes luces y sombras. No era, sin duda, nada fácil dominar la zona que los acuerdos internacionales le habían encomendado, ni tampoco nuestro país se encontraba en las mejores condiciones para realizar semejante acción colonizadora o protectora.

A pesar de lo difícil que había de resultar la pacificación del territorio, España realizó, desde un primer momento, importantes reformas organizativas con notables inversiones, que se tradujeron en la transformación urbana de muchas poblaciones y la implantación de servicios sanitarios, sociales y educativos, entre otros.

Téngase en cuenta que Tetuán, ciudad que estará muy presente en este discurso, se ocupó en febrero de 1913 y que algunas de las actuaciones que detallaremos se dieron en esa misma década, cuando la pacificación de territorio no se dio por concluida hasta finales de 1927.

Dentro de este marco, hemos establecido, en los últimos años, un espacio de investigación y estudio sobre la enseñanza de las Bellas Artes en el Protectorado Español en Marruecos. Una disciplina que comenzará a impartirse desde las escuelas de Artes y Oficios primero, y desde la Preparatoria de Bellas Artes, después.

Lo que sin duda comenzó como un ámbito de formación de profesionales y artesanos, que sirviesen en la tarea de transformación del país, daría como consecuencia la promoción, de muchos de sus alumnos, al estudio de las Bellas Artes.

Tetuán, con el esfuerzo de numerosos artistas, a la cabeza de los cuales estuvo el pintor granadino, Mariano Bertuchi Nieto, se constituiría en el punto de irradiación alrededor del cual, aún hoy, sus alumnos y profesores se identifican, frente al otro gran centro de enseñanza marroquí: Casablanca.

La Escuela de Tetuán y la figura de su máximo exponente, Mariano Bertuchi, son actualmente dos referencias indiscutibles del arte marroquí. Constituyen dos puntos de encuentro entre España y Marruecos, alrededor de uno de los proyectos educativos con mejores resultados de los realizados durante la acción del Protectorado.

No hablamos aquí de Escuela significando el seguimiento de un pintor, sino de un lugar de expansión y formación, como un punto de identificación y, en este sentido, estaríamos más en ese concepto de las ciudades universitarias que de las escuelas pictóricas o movimientos estilísticos tradicionales.

Reticencias a la representación artística

La primera dificultad con la que se encontró la administración para establecer las enseñanzas artísticas eran las interpretaciones coránicas de la prohibición de representar o imitar la facultad creadora reservada a Dios. Un asunto difícil y confuso que no había sido óbice para reproducir figuras humanas o animales a persas ni a turcos, y que tampoco lo fue en Al Ándalus, como demuestran cerámicas, frescos y hasta esculturas como los famosos leones de la fuente de la Alhambra.

Es curioso que los planteamientos teóricos esgrimidos por Fernando Valderrama, en algunas de sus obras de los años 50, para aclarar la sinonimia entre los verbos “sauara” (modelar, formar) y “baara” (crear), así como las relaciones de ejemplos de representaciones figurativas, hayan continuado siendo utilizadas por muchos de sus alumnos de entonces. Los mismos que luego han sido profesores durante varias décadas. Hay una necesidad, tanto en oriente como en occidente, de justificar estos prejuicios.

Así pues, tampoco creemos casual el que los primeros centros docentes se dedicaran a la enseñanza del dibujo lineal y la recuperación de las artesanías clásicas de Al Ándalus, para ir allanando el camino.

La pintura en Marruecos antes del Protectorado

A pesar del esfuerzo de algunos autores por identificar a algunos pintores marroquíes cuya obra pudiera tener cierta entidad, es lo cierto que su existencia es prácticamente anecdótica. Así, la obra pictórica realizada en o sobre Marruecos, antes de comienzos del siglo XX, tiene a extranjeros como autores y, muy particularmente, a españoles como Fortuny, Tapiró o Fabré; franceses como Delacroix y Matisse o británicos como David Roberts.

Algunos de ellos como Mariano Fortuny y José Tapiró llegaron a instalarse en Tánger, falleciendo este último en la Ciudad, como en Tetuán lo hiciera Alfonso Barrada, en la última década del siglo XIX.

Un enlace entre esta generación precursora, todavía inmersa en el ideario orientalista europeo, y la generación africanista que se abrirá en el primer cuarto del siglo XX, es Mariano Bertuchi Nieto.

Mariano Bertuchi Nieto

Nacido en Granada en 1884, desde su más tierna infancia destaca por sus cualidades para el dibujo y la pintura. Con ellas cautivaría al que había sido, durante la Guerra de África de 1859-60, intérprete del General O’Donnell, Aníbal Rinaldy, quien lo llevaría a Tánger en la Navidad de 1898-99.

Aunque muy joven, y todavía imbuido por los modelos fortunianos, Bertuchi había cursado estudios en Málaga entre 1893 y 1894 y entre 1894 y 1898 en Granada, para ingresar en Bellas Artes de San Fernando en 1899.

El breve período transcurrido en Málaga dejaría huella en él. En esta ciudad recibiría clases de Emilio Ocón, discípulo de Carlos de Haes y en su Real Academia de Bellas Artes expondría en 1914 y 1916, teniendo previsto fijar su residencia en la calle Cárcer en 1955, cuando le sorprendió la muerte en su querida ciudad de Tetuán.

Mariano Bertuchi comienza a publicar sus dibujos sobre Marruecos en La Ilustración Española y Americana en 1903 y desde 1913 –estaba viviendo en San Roque, Cádiz- se desplaza a Tetuán, hasta que en 1918 traslada su residencia a Ceuta. Por fin, en 1928, se instala en Tetuán, en donde residirá hasta su fallecimiento, en 1955.

Hablar de Bertuchi es hablar de Marruecos, pues a este país dedicó toda su vida, pintando sus paisajes y sus gentes, que extendió por todo el mundo a través de sus óleos, acuarelas, carteles, postales y sellos de correo.

La Escuela de Artes y Oficios

La reivindicación de Sidi el Hach Abdeselam Bennuna, desde el Ateneo Científico Literario, en 1916, de una Escuela de Artes y Oficios tuvo respuesta de las autoridades españolas en 1919, siendo su primer director el ingeniero, artillero y gran dibujante Antonio Got Insausti, a quien sucedería en 1921 el arquitecto José Rodríguez Lescura y, ya en 1930, lo hace Mariano Bertuchi. La escuela llegó a tener doce talleres y un promedio de 150 alumnos. Un proyecto del que salieron otras dos escuelas en Xauen y Tagsut, el Museo Etnográfico y, al fin, la Escuela Preparatoria.

Es significativa la sucesión en la dirección: Un ingeniero, un arquitecto y, por fin, un profesional de las Bellas Artes, es decir, desde la perspectiva más materialista y profesional, hasta la artística.

Como expresábamos líneas atrás, la finalidad de este centro era formar profesionales necesarios para la reconstrucción y mejora de las ciudades y la recuperación de los oficios artesanos. Esto lo explica.

Hoy en día permanece abierta en Dar Sanaa, el edificio diseñado a modo de Carmen granadino, frente a la Puerta de la Reina, Bab Ukla, y en ella se siguen formando a jóvenes de la región, manteniendo la pureza de técnicas y diseños procedentes de Al Ándalus.

En Dar Sanaa está el espíritu de Bertuchi, desde la elección de los espacios, hasta la decoración; desde los talleres a los jardines… Inclusive, una plaza, a su puerta, lleva su nombre.

La Escuela Preparatoria de Bellas Artes

Desde los años 30, Bertuchi soñaba con una Escuela de Bellas Artes. Eran muchos los alumnos con facultades para ingresar en ella, y no sólo españoles. Antes de su fundación Mohamed Sarghini y Meriem Mezzian estudiaron en Madrid, en la Real Academia de San Fernando. Ambos son considerados hoy como los precursores de la pintura contemporánea en Marruecos.

Ellos carecieron de centros especializados en los que iniciarse y, si bien sus familias pudieron ofrecerles los medios necesarios para hacer sus carreras, es lo cierto que Bertuchi veía en ellos el ejemplo necesario para subsanar una injusticia: la falta de becas para el estudio de esta disciplina.

En 1945 se estableció la Escuela Preparatoria de Bellas Artes de Tetuán, constituida como un paso previo al ingreso en las Academias de Sevilla o Madrid. Entre sus profesores, además de Mariano Bertuchi, Carlos Gallegos, Tomás Ferrándiz, o Diego Gámez. Nombres todos que aparecen frecuentemente entre los maestros citados por los pintores marroquíes en biografías y catálogos.

En su primera etapa, que coincide con la dirección de su fundador y hasta su muerte e Independencia de Marruecos, en 1955, destacan figuras como Martín Prado, Esperanza Añino, Dámaso Ruano (tan enraizado hoy en Málaga), Amadeo Freixas, Antonio Moya o Carlos Muela. Muy ligados a ellos, aunque algo más jóvenes, José Niebla o Julio Ruiz Núñez.

Todos ellos han reconocido siempre su deuda con aquel centro formativo de sus comienzos, en la que encontraron maestros y amigos que perduran hasta hoy. Entre sus características principales, su amor por el dibujo, su necesidad de hacer concesiones a la realidad, incluso en la abstracción, su equilibrio compositivo y de color y su dedicación permanente a la plástica.

El marco teórico

Fue Mohamed Sarghini el primero que teorizó sobre la pintura del norte de Marruecos, el primero en hablar de una Escuela de Tetuán, lo que quizá era necesario para desligarla de un magisterio bertuchiano que, en ocasiones, encorsetaba a pintores y espectadores, que no pedían otra cosa que el seguidismo de su obra. Esto es, una Escuela de Bertuchi.

Sarghini, también, fue quien antes que nadie habló de generaciones y, después que él, la Dra. Clara Miret, de quien nosotros hemos bebido para acercarnos a la obra de todos estos autores a los que nos hemos referido, en el caso de los españoles, y a los que nos referiremos, en el de los marroquíes.

La primera generación de pintores marroquíes

En los últimos años del Protectorado comienzan a ingresar alumnos marroquíes. El primer grupo terminarán sus estudios hacia 1957, presentándose con diferentes exposiciones a un lado y otro del Estrecho. Los más importantes serán Meki Megara, Saad Ben Cheffaj, Ahmed Amrani, Tuhami Dad, Abdellah Fakhar, Mohamed Melehi, Mohamed Chebaa y Romain Atala.

Esta generación se caracterizará por haber recibido sus primeras lecciones del propio fundador de la Escuela, para luego proseguirlas bajo la dirección del pintor granadino Eduardo Maldonado. Más tarde, merced a un importante sistema de becas, continuaban sus clases en Sevilla y Madrid, para luego volver a Marruecos e integrarse en la enseñanza o en la preservación del patrimonio. De hecho, no sólo son la primera generación de pintores del norte de Marruecos, sino también, los maestros de las siguientes.

Todos ellos partirán de una formación clásica en el dibujo y el modelado, con buen dominio de la técnica, y casi siempre alejándose, en sus respectivas carreras, de la figuración, para finalizar en un abanico que va del expresionismo y el informalismo a la abstracción, pasando por el pop art, aunque algunos han recalado, en los últimos años, en la nueva figuración y hasta el hiperrealismo.

Ahmed Amrani, Saab Ben Cheffaj, Romain Atala y el recientemente fallecido Meki Megara han dado a la luz en los últimos años un grupo bajo el nombre de Escuela de Tetuán. A través de una exposición en el Museo de Ceuta y la lectura de un manifiesto, reivindican para Tetuán el haber sido la primera ciudad que tuvo un centro formativo universitario en Bellas Artes, así como formar ellos mismos parte de la primera generación de pintores marroquíes. En su declaración, se definían como un grupo abierto, pero férreos defensores de la formación, el compromiso, la honestidad, la reflexión y el rigor. Conscientes de la falta de tradición nacional en el arte, se vinculan a las formas artísticas populares, defendiendo por tanto el concepto de Artes y Oficios como un vehículo de comunicación entre el arte tradicional y el contemporáneo.

La segunda generación

La segunda generación no recibirá ya clases directamente de profesores españoles, salvo algunas excepciones. Sin embargo, y siempre en la creencia de sus antecesores de que era necesario complementar la formación en Europa, harán diferentes estudios de postgrado en España, Francia, Italia o Bélgica. Estas especializaciones han dado por resultado diferentes influencias de los movimientos coetáneos a sus estancias, que habían sido menos evidentes en la generación anterior.

Entre los más interesantes Mohamed Drissi, Aziz Abou Alí, Abdelhuahid Sordo, Ahmed Ben Yessef, Ahmed Nouar, Taieb Ben Kiram, Jalid Chakour o Khadija Tnana quien, a pesar de no haber recibido clases en la Escuela, sí que es miembro de su generación y heredera, cuando no compañera, de los pintores de la primera generación.

En este caso, muchos de ellos se instalaron fuera de Marruecos, pero siempre con la mirada puesta en su lugar de origen, ya que era difícil desarrollar una obra tan avanzada como muchos de ellos plantearían, no sólo en técnicas –mixtas, grabados...- sino también por su compromiso político y social, y su estética avanzada.

Destacar la impronta dejada por Mohamed Drissi en sus figuras, que artistas como Mohamed Benyaich continúan desarrollando, o la calidad de los grabados de Aziz Abou Alí, también desaparecido. Del mismo modo, Ahmed Ben Yessef, desde su residencia permanente en Sevilla, podemos decir que ha sido la imagen más visible del arte marroquí, a través de sus colaboraciones con la corona, especialmente durante el reinado de Hassan II, siendo el autor del célebre cuadro de la Marcha Verde que aparecía en los billetes de uso legal.

La tercera generación

La tercera generación es la que podríamos llamar del reconocimiento. Prácticamente todos nacieron después de la Independencia. Ni tienen ni buscan relación con etapas anteriores e ingresan ya en una verdadera Facultad de Bellas Artes como universitarios.

Creadores conocidos y reconocidos, tanto en su faceta de artistas plásticos como en la de intelectuales, son dueños plenos de su obra y de su inspiración. No tratan de imitar ni seguir movimientos concretos europeos o americanos. Son investigadores del arte, desde sus propias perspectivas.

Abdelkrim Ouazzani o Said Mesari son autores apreciados dentro y fuera de sus fronteras, quizá los más destacados, ya que el primero de ellos, pintor y escultor, dirige actualmente la Escuela Nacional de Bellas Artes y el segundo, residente en Madrid, lleva sus grabados y óleos por las mejores salas internacionales.

Bouabid Bouzaid –uno de los impulsores del Museo de Arte Contemporáneo de Tetuán-, Mustapha Yesfi, Mehdi Marine y Mohamed Benyaich exponen igualmente con éxito en Marruecos, España o Francia y junto a ellos encontramos otros artistas igualmente estimados como Mohamed Bouzoubaa, Khadija Bousselham, Ahmed Haski o Faouizi Laatiris.

La cuarta generación

En los últimos años ha surgido una nueva generación que, si bien están unidos a Tetuán por nacimiento, residencia o estudios, no lo están únicamente a la Facultad. Es decir, que se ha pasado de la necesidad de enunciados teóricos, de titulaciones específicas, a sentir el compromiso con una serie de valores más abstractos pero sin duda más auténticos. En esta generación encontramos acuarelistas que comparten y luchan por dar un nuevo aire a la técnica, como Mohamed Jaamati o Mustapha Ben Lahmar; estudiosos de la figuración como Said Hbicha, Youssef el Haddad o Azziz Amrani. Luchando fuera del país Abdellah Ahaddaf y Mounia Touiss y, junto a ellos, buscando nuevos caminos y sin duda triunfando con sus performance, instalaciones o creaciones digitales, Hassan Echair, Safaa Erruas o Younes Rahmoun.

No se trata ya de artistas dependientes de su ciudad o región. Se trata de creadores en su más amplio sentido, cuyo campo de trabajo y exposición no tiene fronteras. Así, Echair, Erruas y Rahmoun, son nombres frecuentes en exposiciones colectivas internacionales.

Reflexiones

Si bien es cierto que el proyecto educativo español comenzó con la Escuela de Artes y Oficios, con fines prácticos, no lo es menos que Mariano Bertuchi y otros compañeros de generación supieron encauzar a la administración y sus alumnos hacia otros objetivos.

Pasados los años se colige que la formación clásica, tanto teórica como práctica, de aquellos docentes, dio buenos frutos lo mismo entre los alumnos españoles que en los marroquíes. Estos últimos no sólo obedecieron la máxima de que la educación nos hace libres, sino que han sido y son los menos aficionados a la imitación de una estética orientalista o africanista decimonónica.

Si bien esto es lo natural, que los artistas de hoy hagan la obra que sus contemporáneos realizan en cualquier otro lugar del mundo, es lo cierto que en España, muchas veces, se mira a Marruecos tratando de buscar un africanismo caduco. Se trata de una mirada nostálgica, rescoldo de unas vivencias frecuentemente amables, pero que nada tienen que ver con la vida actual.

De aquella Escuela Preparatoria de Bellas Artes surgió una Facultad de prestigio, cuyos alumnos hablan un lenguaje común con las españolas, pues surgió como una más de ellas. Y, bueno es decirlo y reconocerlo, Marruecos hoy tiene un nivel en las artes plásticas plenamente equiparable a cualquier país europeo, con el mérito de tener una trayectoria histórica corta en el tiempo, pero profunda en sus valores, su calidad y su compromiso.
 

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