Como he dicho que voy a ser una
jartá de bueno, en estas fiestas navideñas, sigamos
volviendo la mirada a tiempos pasados, recordando aquellas
cosas que se hacían, en estas fiestas, cuando uno era joven.
No digo cuando era uno mas pequeño porque, la verdad sea
dicha, tampoco he crecido mucho más desde mi niñez. Las
cosas claras.
Y hablando de las cosas claras. Muchas personas, amigos y
conocidos, que vivieron en aquella época de hambre, miseria
y cartilla de racionamiento, me han parado para agradecerme
el artículo del pollo, que les ha llevado a recordar
aquellos momentos, donde en todos los hogares de “los
capitalistas” se vivía la misma odisea, matar o no matar al
pollo. “It is the questión” que diría el Shakespeare ese.
Por cierto que incluso ha habido alguno de esos
“capitalistas”, que han disfrutado con el artículo al
hacerles recordar tiempos pasados, me han llegado a decir
que a ciertos personajillos de aquellas fechas no les ha
hecho mucha gracia que les haya recordado esa parte de la
historia, donde ellos también pertenecían a los
“capitalistas de las alpargatas” pero que, hoy día, al
haberles cambiado la cosa por esa suerte de tocarles en la
tómbola de la vida la gorra y el pito con mando, no quieren
que nadie sepa que aún tienen el aro del cubo marcado en el
culo, a pesar de llevar corbata y chaqueta y tener que
ponerle el don antes del nombre.
Tranquilo, criaturitas mías, no voy a dar nombre, nunca
acostumbro a darlos, a no ser que se me toquen mucho los
cataplinez. Además necesitaría un par de periódicos para
esas solas listas y, eso, no me lo va a permitir el editor.
Los periódicos no se hacen para realizar las listas de los
“capitalistas de las alpargatas”, que hoy se hacen llamar
don mengano o don fulano, olvidándose de quienes son, cuando
aquí, en esta tierra, todos nos conocemos y sabemos del pie
que cojeamos.
Dicho esto volvamos, por qué no, al asunto de las cosas de
aquellas navidades que han quedado en el recuerdo de quienes
las vivimos. Y aunque muchos opinen que tiempos pasados
nunca fueron mejores, nadie puede borrarlos de la historia
y, mucho menos de las mentes de los pobres que las vivimos.
Hoy las navidades son otra cosa, que duda cabe, donde ya no
se hacen los “borrachuelos” dulces típicos ceutíes, que se
hacían en las casas el día anterior a la navidad. Hoy no
hace falta hacer nada, se va a las grandes superficies y se
compra con toda la facilidad del mundo.
Pero, sin lugar a dudas, le quita el encanto y la enorme
felicidad que nos producía, a todos los chavales, ayudar al
padre a hacer aquellos dulces, a los que había que echar
miel, pero que los pobres nos conformábamos con echarle
azúcar diluida con agua y puesta al fuego, que hacía la
misma función que la miel. O al menos eso nos creíamos los
que apenas conocíamos el producto de las abejas.
A decir verdad, teníamos el mismo conocimiento de la miel
que del jamón. O sea que eran dos perfectos desconocidos
para los ”capitalistas de las alpargatas”. Ni falta que nos
hacía conocerlos.
|