Ya estamos en diciembre. Y se
nota, vaya si se nota; pues apenas comenzado el mes, nos
encontramos con los que piden que todos seamos buenos por
decreto. Es la misma canción de siempre. Es tiempo en el
cual hasta los sepulcros blanqueados consiguen dar el pego.
El entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta, por ejemplo,
nos ruega que todos seamos más blandos con él; y así no
caeremos en el error de malinterpretar sus comentarios. Y se
nos pone tierno, tras la victoria del equipo frente al Écija,
para decirnos que él no se quiere ir a su casa, porque es en
Ceuta donde más cosas tiene que hacer. Y, poseído por el
amor de las fechas que se aproximan, echa mano de la
sensiblería para desmentir al mensajero: “Lo que sí dije es
que aquí sufro mucho, por mí, por mis directivos y por mi
familia”. Con lo cual más que una conferencia de prensa
futbolística, la cosa se convirtió en un relato de cariño
navideño.
La victoria produce alegría y en el caso de Orúe también
amnesia. Al hombre se le olvidó reconocer que, en un momento
de ofuscación por sentirse cuestionado en su cargo, se llenó
de ira y dijo lo siguiente:
-Tengo once hermanos y una madre y si me tengo que marchar
de aquí, voy al cielo.
Y entendimos que el cielo estaba en su tierra, Jerez de la
Frontera, porque allí vive su familia, y el infierno en
Ceuta, donde le pagan para que haga lo que más debe
gustarle: ser entrenador de fútbol de uno de los equipos más
potentes del grupo IV de Segunda División B. Y, claro, no
tuvimos más remedio que reprocharle su conducta. Porque no
era la primera vez que se dejaba caer con comentarios
desabridos hacia la ciudad.
Y cuando nos pide blandura navideña, aunque quizá no lo
sepa, lo que nos está solicitando el entrenador de la ADC es
que le comprendamos más y mejor, que tratemos por todos los
medios de descubrir las amplias y válidas razones que tiene
para actuar como viene actuando en su cargo, y que se le
preste toda la ayuda del mundo para conseguir el ascenso del
equipo.
Pero lo hace, quiero pensarlo así, sin darse cuenta de que
él a cambio aún no ha conseguido concienciar a los jugadores
para que luchen con las mismas armas contra equipos
rudimentarios y que actúan en escenarios inadecuados para
practicar ese fútbol exquisito del cual él nos habla a cada
paso. Y, la verdad sea dicha, tiempo ha tenido para
conseguir semejante logro. Máxime cuando los componentes de
la plantilla, al menos que yo esté equivocado, no han estado
jugando muchos años en la Liga de las Estrellas. Y, por
tanto, la adaptación debería haber sido tan rápida como
eficaz.
Por ello, en vista de que se han jugado ya 16 partidos y el
equipo está empatado a puntos con el cuarto clasificado, lo
que más le conviene al entrenador del Ceuta es centrarse en
su trabajo y olvidarse de cuanto se diga de él en los
medios. Porque el trato que le dispensan los periodistas es
más que bueno. Así se lo recordé hace escasas fechas.
Tampoco sería mala cosa que no convirtiera las sesiones de
vídeos en parte primordial de su tarea. Y, desde luego, le
vendría bien no ver fantasmas donde no los hay. Y, sobre
todo, debería contar hasta diez antes de hablar nuevamente
con desdén de esta ciudad. Pues ya ha agotado el cupo de las
excusas.
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