Como en la conocida pieza de teatro del absurdo escrita por
Samuel Beckett a finales de la década de los cuarenta, los
tripulantes del Rhone siguen esperando junto al camino a que
Godot venga a auxiliarlos y los lleve de regreso a casa.
Pero, también como en el texto existencialista, la única
declaración parecida a una respuesta es que “mañana vendrá”.
¿Quién sería Godot en la tragedia del barco quimiquero? ¿La
embajada turca?, ¿el banco propietario, Yupi Kredit
Financial?, ¿la empresa que adquirió el buque por sistema de
leasing y luego no pudo pagarlo, Ortak Denicilik? ¿el juez
que obligue al armador a pagar los salarios de los diez
trabajadores que aun permanecen a bordo de la embarcación
atracada en el puerto de Ceuta hace ya casi tres meses?
En la UGT, que le ha estado prestando apoyo directo y por
mediación de la Federación Internacional de Transportes (ITF),
su secretario general para el ramo, Ramón Sánchez, observa
la situación con extrema preocupación: “La espera los tiene
desesperados. Ayer los vi paseando por la ciudad y los
encontré abatidos por el aburrimiento”.
El capitán marítimo, Jesús Fernández Lera, tampoco es capaz
de mejorar el diagnóstico: “Están hechos polvo y no sé
cuánto más va a durar esta situación absolutamente
desesperante, porque no encuentran ninguna respuesta ni de
los armadores ni de las autoridades turcas”.
En la ITF todos los esfuerzos se dirigen a ‘acelerar el
reloj’ de las empresas y las instituciones otomanas,
acostumbradas, desde que comenzó la crisis, a tener cientos
de barcos parados en las mismas costas del Bósforo. “Me he
pasado toda la semana esperando un gesto de la embajada
turca y el permiso de la oficina central de la ITF en
Londres para iniciar la demanda por impago y pedir el
embargo preventivo del barco”, explica EL PUEBLO el
inspector y coordinador en España de la Internacional de
Transportes, José Manuel Ortega.
El capitán marítimo señala que, no obstante, las condiciones
de vida en el barco han mejorado sensiblemente desde que el
armador se dignara a mandarles gasoil para utilizar los
motores que iluminan la embarcación y mil euros para
víveres. “Sin embargo, la situación global es muy grave”,
apostilla Fernández Lera.
Desde que se produjo este gesto, la tripulación del Rhone no
ha vuelto a pedir ayuda a la UGT, que se encargaba de
suministrarle productos perecederos para su alimentación, ni
a la Cruz Blanca, que les ha estado facilitando otro tipo de
sustento.
También podría ser que el papel de Godot lo interprete la
ITF: “Ellos confían en la federación, porque saben que no
les vamos a defraudar. Somos su salvavidas”, apunta Ramón
Sánchez.
La intención de UGT y la ITF es poder tener todo el asunto
resuelto antes de que llegue la Navidad. Esto implica tanto
la presentación de la demanda, como la admisión a trámite
por parte del juez de Ceuta, como los billetes que habría de
facilitar la embajada turca para que la tripulación pueda
regresar a casa. Según el plan trazado, estas son las tres
condiciones que deberán cumplirse antes de que los marineros
del barco quimiquero puedan emprender el regreso a su hogar.
Ramón Sánchez asegura que si la situación resulta
insostenible para los tripulantes que se quedaron varados en
las costas de este rincón del norte de África, peor resulta
aún la de sus familias en Turquía. “Ellos aquí tienen al
menos lo indispensable para subsistir, pero sus familias
llevan meses sin recibir ingresos ni ningún tipo de ayuda a
causa de los salarios impagados”, relata Ramón Sánchez.
No profesan la religión cristiana, pero aun así resultaría
absolutamente inaguantable que llegue la Pascua y el
invierno y los tripulantes del barco quimiquero sigan
esperando a que Godot venga a sacarlos de la abulia y la
carencia de significado en que parece haberse detenido sus
vidas. La tragedia sería que, como en la obra teatral, Godot
nunca venga.
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