Mi más sentida enhorabuena a D. Antonio Benítez por la
reciente concesión de la Medalla de Oro al Mérito al
Trabajo. Mis felicitaciones y parabienes al propio
homenajeado, al Delegado del Gobierno en Ceuta D. José
Fernández Chacón por avalarle acertadamente y al Consejo de
Ministros del Gobierno de la Nación por otorgarle tal
indiscutible merecida distinción. Es sin duda, un justo
reconocimiento social y público, oficial e institucional, a
una larga trayectoria profesional en el sector comercial
ceutí, de un malagueño de nacimiento -de Gaucín, que llegó a
Ceuta en los años 30, lo que hace la friolera de unos 75
años al pie del cañón- pero ‘caballa’ de adopción que hace
años se ganó el respeto, la admiración y el cariño de los
ceutíes. Por lo tanto D. Antonio -el don lo ha ganado a
pulso con su esfuerzo- es un ceutí más y tan ceutí como el
más ‘caballa’ de los ciudadanos ceutíes. Eso ya no se
cuestiona, pues la población de Ceuta apenas tiene en cuenta
que nació en Málaga y le considera ceutí teniéndole como
tal.
D. Antonio Benítez fue propuesto o avalado para esta alta
condecoración por el Delegado del Gobierno en Ceuta porque
reúne en su persona más que suficientes cualidades
profesionales y humanas además de ser un referente ejemplo
de constante afán de superación individual como autodidacta
persona que se ha hecho a sí misma de la nada, alcanzando el
éxitoso logro de que sus joyerías son todo un símbolo de
identidad modélico en la sociedad de Ceuta, funcionando a
pesar de las sucesivas crisis y malos momentos como empresa
o negocio familiar muy querido, respetado y considerado por
los ceutíes.
Luchador nato, activo y entusiasta amante de su trabajo, D.
Antonio, -hijo de una familia numerosa y humilde, lo que le
da mayor mérito a su trayectoria y a esa medalla
ministerial- se vió obligado a trabajar para ayudar a los
suyos debido a la enfermedad de su padre. Siendo muy joven,
casi con 18 años, empezó como ayudante en la antigua joyería
ceutí La Esmeralda, donde aprendió el oficio de
joyero-relojero-orfebre que después sería su laboral
ocupación obligatoria y su vocación devocional.
Años después D. Antonio se salió de ‘La Esmeralda’ y junto a
José -’Pepe el del Bazar’- uno de sus hermanos, abrió el
primero de sus negocios, un bazar. Posteriormente inauguró
un pequeño y céntrico taller de joyería que se convirtió en
la más representativa de sus empresas y que fue ampliando
mientras incorporaba a sus familiares más allegados, hijos y
sobrinos, enseñándoles como buen maestro, el oficio. Pero
tuvo la suerte de que los herederos de ‘La Esmeralda’
-aquella joyería en la que D. Antonio empezó y a la que
siempre estuvo agradecido- le vendieran el comercio en 1991
y que aún hoy dirigen el propio D. Antonio y sus hijos.
Ambos negocios, dos joyerías, ‘Joyería Benítez’ y ‘Joyería
Esmeralda’, prosiguen su actividad viento en popa con la
presencia supervisora del fundador y la gestión eficaz de su
capacitado equipo. Y que Dios les guarde por muchos años.
La medalla estatal, ministerial y gubernamental se une a la
que bien poco antes recibió por parte del ceutí Gobierno
Vivas: la ‘Medalla de la Autonomía de la Ciudad de Ceuta’.
Dos reconocimientos institucionales a poca distancia
temporal entre si y que hacen de Ceuta un modelo ejemplar
como ciudad que ha ‘parido’ personas emprendedoras e
importantes para su desarrollo en el terreno laboral. Ahora,
D. Antonio Benítez se da la mano con otro ‘caballa’
singular, Pablo Belmonte, dueño de los Almacenes San Pablo,
a quien también se le concedió la Medalla de Oro al Mérito
al Trabajo el pasado año. Por ello, Ceuta es una afortunada.
Noticias como las medallas a Benítez y Belmonte hacen
olvidar esas ‘cosillas’ peyorativas y negativas de Ceuta que
todos sabemos, que tanto la afean y que a menudo salen en
los medios de comunicación. Es para estar satisfechos,
alegres y contentos. Y supongo que más lo estará el
mismísimo D. Antonio, igual como lo estuvo en su momento D.
Pablo.
¿Quién no ha visitado alguna vez la céntrica joyería de D.
Antonio Benítez? Recuerdo haber comprado allí un buen reloj
pero económico, siendo atentido con sumo exquisito trato
afable y personalizado muy humano y con una excelente
profesionalidad rematada con una magnífica calidad de
servicio y productos. Confianza, seguridad y garantía sigue
ofreciendo el establecimiento hoy regentado por sus hijos,
que herederon de él la pasión por el trabajo bien hecho, por
las cosas bien hechas, todo un ‘savoir faire’. Y D. Antonio,
aunque tiene 89 años, la salud le acompaña y por ello
continúa acudiendo a diario a sus tiendas.
Esperamos que así sea y continúe siendo por mucho tiempo.
Felicidades D. Antonio. Se las merece.
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