Mis conocidos saben que si yo
acudo al Murube la Asociación Deportiva Ceuta acaba siempre
ganando. Cuando yo asistía asiduamente, la victoria local se
daba por hecha. En suma: como espectador parece ser que
tengo muy buen bajío.
Pero hace ya bastante tiempo que tomé la decisión de no ver
los partidos del equipo cuando juega en Ceuta. Quizá porque
me aburría, quizá por comodidad, o tal vez porque me cansé
de tener que dar explicaciones a quienes no cesaban de
preguntarme por cuestiones relacionadas con los entresijos
del juego.
Con la visita del Écija, y dada la imperiosa necesidad de
ganar que tiene el equipo de casa, he estado pensando en
personarme en el estadio; pero bien pronto he recordado lo
mal que fui tratado la última vez, cuando nos visitó el
Granada -a pesar de que yo suelo pagar entrada de tribuna-,
y se me han quitado las ganas.
De la desconsideración hacia mi persona fue autor un
directivo. Un mindundi cuyo nombre no sabía en ese momento
ni tampoco me molesté en averiguar después. Ya que no
merecía la pena. Y si hoy menciono el hecho es para que me
sirva de relleno en este espacio donde expreso mi deseo más
ferviente de que gane el equipo entrenado por Carlos Orúe.
De quien cabe decir que nunca más ha vuelto a dar la talla
de su primera temporada, como entrenador, en esta tierra.
¿Por qué será...?
Del técnico jerezano, y por más que me alegre de su
continuidad en el banquillo, porque será posible gracias a
la derrota del conjunto astigitano, conviene censurar su
lastimosa manera de responder a los rumores que sobre su
posible destitución propaló un medio local. Orúe se expresó
así:
-Tengo once hermanos y una madre y si me tengo que marchar
de aquí, voy al cielo.
Es decir, que no hay que ser muy listo para colegir de
semejante declaración que nuestro hombre está viviendo en el
infierno. Que vivir en esta ciudad, además de producirle
tedio, bostezos constantes, hastíos varios..., le tiene
condenado a padecer en un averno. Cuando el paraíso está
esperándole a la vuelta de la esquina: Jerez de la Frontera.
Por más que se me moleste Orúe, si me lee, estoy obligado a
decirle que sus palabras merecen más su destitución que la
que podría generar una derrota ante el Écija. Por menos, por
muchos menos, en esta ciudad se le ha gritado a cualquier
persona esa muletilla horrible de que el barco sale a las
ocho.
En este caso, ni siquiera podrá alegar el jerezano que sus
palabras se han sacado de contexto, socorrido vocablo, ni
tampoco dárselas de nuevo en esta tierra. Pues no en vano es
de los entrenadores que más veces los directivos han
solicitado sus servicios y, lógicamente, ha sido compensado
con una pasta gansa. Y, desde luego, con permiso para
abandonar el infierno ceutí y respirar aire puro en el cielo
jerezano, durante 48 horas semanales.
Dejamos a Carlos Orúe, que bastante tiene con pensar
atinadamente para que sus jugadores ganen hoy, y pasamos a
otro que tal anda... Se trata de Fernando Abad:
director técnico de un equipo al que dice ver sólo por medio
de vídeos. ¿Se los enviará Cecilio Castillo? Y con
esas pruebas, tan decisivas, el hombre le discute al
entrenador las alineaciones. Se puede ser castizo. Pero no
desvergonzado.
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