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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE DICIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Infierno y desvergüenza
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mis conocidos saben que si yo acudo al Murube la Asociación Deportiva Ceuta acaba siempre ganando. Cuando yo asistía asiduamente, la victoria local se daba por hecha. En suma: como espectador parece ser que tengo muy buen bajío.

Pero hace ya bastante tiempo que tomé la decisión de no ver los partidos del equipo cuando juega en Ceuta. Quizá porque me aburría, quizá por comodidad, o tal vez porque me cansé de tener que dar explicaciones a quienes no cesaban de preguntarme por cuestiones relacionadas con los entresijos del juego.

Con la visita del Écija, y dada la imperiosa necesidad de ganar que tiene el equipo de casa, he estado pensando en personarme en el estadio; pero bien pronto he recordado lo mal que fui tratado la última vez, cuando nos visitó el Granada -a pesar de que yo suelo pagar entrada de tribuna-, y se me han quitado las ganas.

De la desconsideración hacia mi persona fue autor un directivo. Un mindundi cuyo nombre no sabía en ese momento ni tampoco me molesté en averiguar después. Ya que no merecía la pena. Y si hoy menciono el hecho es para que me sirva de relleno en este espacio donde expreso mi deseo más ferviente de que gane el equipo entrenado por Carlos Orúe. De quien cabe decir que nunca más ha vuelto a dar la talla de su primera temporada, como entrenador, en esta tierra. ¿Por qué será...?

Del técnico jerezano, y por más que me alegre de su continuidad en el banquillo, porque será posible gracias a la derrota del conjunto astigitano, conviene censurar su lastimosa manera de responder a los rumores que sobre su posible destitución propaló un medio local. Orúe se expresó así:

-Tengo once hermanos y una madre y si me tengo que marchar de aquí, voy al cielo.

Es decir, que no hay que ser muy listo para colegir de semejante declaración que nuestro hombre está viviendo en el infierno. Que vivir en esta ciudad, además de producirle tedio, bostezos constantes, hastíos varios..., le tiene condenado a padecer en un averno. Cuando el paraíso está esperándole a la vuelta de la esquina: Jerez de la Frontera.

Por más que se me moleste Orúe, si me lee, estoy obligado a decirle que sus palabras merecen más su destitución que la que podría generar una derrota ante el Écija. Por menos, por muchos menos, en esta ciudad se le ha gritado a cualquier persona esa muletilla horrible de que el barco sale a las ocho.

En este caso, ni siquiera podrá alegar el jerezano que sus palabras se han sacado de contexto, socorrido vocablo, ni tampoco dárselas de nuevo en esta tierra. Pues no en vano es de los entrenadores que más veces los directivos han solicitado sus servicios y, lógicamente, ha sido compensado con una pasta gansa. Y, desde luego, con permiso para abandonar el infierno ceutí y respirar aire puro en el cielo jerezano, durante 48 horas semanales.

Dejamos a Carlos Orúe, que bastante tiene con pensar atinadamente para que sus jugadores ganen hoy, y pasamos a otro que tal anda... Se trata de Fernando Abad: director técnico de un equipo al que dice ver sólo por medio de vídeos. ¿Se los enviará Cecilio Castillo? Y con esas pruebas, tan decisivas, el hombre le discute al entrenador las alineaciones. Se puede ser castizo. Pero no desvergonzado.
 

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