Las tradiciones tienen que
mantenerse, puesto que los pueblos que pierden sus
tradiciones están perdiendo, sin discusión alguna, su propia
identidad.
Por cierto que según me han comentado, los que más saben del
asunto, unas de nuestras tradiciones se puede perder. Como
la cosa no es segura, en cuanto llegue su momento, si eso es
cierto, alguien me lo tendrá que explicar, no sólo a mí, si
no al pueblo de Ceuta.
Pero como, en estos momentos, la tradición que más nos
importa es la navidad, vayamos a ella. Los días 22 y 23 de
este mes, los grupos participantes en el concurso de
villancicos darán a conocer lo mejor de su repertorio en la
Plaza de España. Una vez finalizado el tradicional concurso
el día 19 que tendrán lugar en el Siete Colinas.
El concurso volverá a contar con tres categorías, Infantil,
Juvenil y Adulto, pero hasta el próximo día diez en que se
cerrará el plazo de inscripción no se sabrá, con certeza,
cuántos coros de las distintas modalidades participaran en
el mismo.
Estos concursos me llevan tiempo atrás, donde también se
celebraban los concursos de los coros navideños. La
celebración, de los mismos, tenía lugar en la Paza de los
Reyes que, por cierto, se ponía a tope de espectadores
animando a sus respectivos representantes.
Cabe destacar en aquella época, los coros de “Los Pastores”
y “Las Palomas”, perfectamente equipados y que daba gloria
escuchar sus actuaciones, por la perfecta sincronización que
tenían en cuanto realizaban sus componentes, a la hora de
cantar su repertorio.
Era otra época donde, por supuesto, la popular “Polvoroná”
que amenizarán los coros de Adultos brillaba por su
ausencia. Milagros había que hacer para conseguir un
polvorón, aún cuando Roque, el de las famosas murgas
ceutíes, los elaboraba en su domicilio y a un buen precio,
que se ajustaba a los bolsillos de los menos pudientes.
Parece que fue ayer y ya ha llovido lo suyo, cuando en el
patio de las gaseosas, todos los chavales “capitalistas de
las alpargatas” de aquella época, entre los que nos
encontrábamos, íbamos a prestar nuestra colaboración a la
elaboración de esos polvorones, bajo la atenta mirada de
Anita, la señora de Roque, para que no nos comiéramos las
almendras. Pues a pesar de esa vigilancia, algunas caían,
porque la necesidad te hace agudizar tu inteligencia.
Dejando a un lado esa vigilancia a la que éramos sometidos,
tengo que decir y digo que, todos los chavales que
participábamos en la elaboración de los polvorones,
sentíamos una gran cariño por Roque y Anita.
Porque, Asnita, a la hora de envolver los polvorones, hacia
la vista gorda para que nos comiésemos alguno de ellos. Lo
que, sin duda alguna, suponía un gran placer a todos los
chavales que estábamos prestando nuestra colaboración.
Puede que algunos crean, que recordar aquellos tiempos es
cosa de retrógrados, pero no me cabe duda alguna, que
recordar lo que fuimos y lo que vivimos, sirve para
enriquecernos y empaparnos de nuestra historia. ¡Que tiempos
aquellos!.
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