El uno está en pleno auge de su
carrera política y el otro lleva ya en ella la tira de años;
el uno ha cumplido 56 años, y el otro también; el uno gusta
de mezclarse entre las gentes, el otro intenta pasar
inadvertido; sin embargo, ambos son afables, cercanos y
consiguen ganarse pronto la simpatía de quienes les tratan.
El uno es licenciado en Economía y tiene plaza de
funcionario en propiedad, el otro, en Ciencias Químicas, de
modo que los dos pueden dejar la política activa en
cualquier momento y seguir viviendo estupendamente.
El uno trata de persuadir por medio de la palabra, y cada
día se siente más seguro ejerciendo de orador, el otro acude
al atril por obligación y desea que finalice cuanto antes el
deber de discursear.
El uno nunca fuma en público, o, al menos, yo no le he
visto; el otro, en cuanto puede se da las mañas suficientes
para encender el pitillo del sosiego y de la cordialidad.
El uno, cuando asiste a cualquier acontecimiento, a la hora
de compartir corrillos ansía estar presente en todos ellos;
el otro, en cambio, si se siente a gusto en un sitio hace
todo lo posible por permanecer en él.
El uno transita la calle dejándose ver, pues se sabe popular
y admirado entre los suyos; el otro apenas mira hacia los
lados y suele caminar con rapidez, porque jamás se ha
desprendido de la etiqueta de la sobriedad.
El uno es nacido en esta tierra, y conoce perfectamente la
forma de ser de sus paisanos, lo cual le ha permitido
ganarse la voluntad de la mayoría; el otro, aunque vino al
mundo en Utrera, se jacta de ser gaditano hasta la médula;
así que resulta comprensible que se haya hecho querer en
Ceuta.
Los dos son hombres de bigotes. Y, aunque parezcan que no
rompen un plato, en cuanto las circunstancias lo requieren
ponen sobre el tapete la firmeza y la energía. Y lo hacen
sin recurrir a los aspavientos. Si bien cada uno emplea sus
mejores armas.
El uno pertenece al PP, pero bien pudo ser socialista; el
otro, es socialista desde que fue sindicalista; mas ambos
pertenecen a una clase media cuyos padres hicieron los
mayores sacrificios para que pudieran ir a la universidad.
A los dos les gusta el fútbol, y los dos se pirran por las
fiestas carnavalescas. Uno daría media vida por ver ascender
a la Asociación Deportiva Ceuta, siendo él alcalde, y tiene
mucho tiempo para que sus deseos se cumplan; el otro sueña
con que el Cádiz vuelva a jugar en Primera División.
Uno es asiduo lector de libros de Historia y de ensayos en
sus ratos libres; el otro, en cuanto puede se echa a la mar
donde parece ser que encuentra la calma necesaria.
El primero, salvando el contratiempo último de Gordillo,
está viviendo su cargo de éxito en éxito y jaleado por la
multitud; el segundo pasó por Melilla como delegado del
Gobierno y a punto estuvo de batirse en duelo con Juan
José Imbroda.
La suerte, o la intuición de quien lo eligió para ser
delegado del Gobierno en Ceuta, ha hecho posible que José
Fernández Chacón haya coincidido con Juan Vivas
en una cohabitación que será recordada como casi perfecta.
Hasta el punto de que en ocasiones dan la impresión de que
sirven a una misma causa. Pero no se equivoquen: ambos
sirven a Ceuta.
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