Antaño se describía la religión
como el “opio de los pueblos”. En el momento actual, según
ha dicho recientemente el arzobispo Celestino Migliore,
observador permanente del Vaticano ante Naciones Unidas, es
cada vez más considerada la “vitamina de los pobres”. En
cualquier caso, la aportación de las religiones al mundo ahí
está y debe ser para amarnos. Servidor acaba de recibir el
Anuario 2010 de la Compañía de Jesús, el quincuagésimo de la
serie; el primer número se publicó en 1960. A través de sus
páginas, queda refrendado una vez más el espíritu
universalista de los jesuitas y su preocupación y ocupación
por el ser humano, sin distinción alguna. Es cierto que
vivimos en un mundo en el que por la ciencia podemos saber
cómo funciona el universo, pero el por qué se mueve así, de
este modo y manera, entra más en el terreno de las creencias
de las personas.
Los jesuitas se distinguieron muy pronto en esta clase de
estudios. En la actualidad, el Vaticano tiene un
observatorio y pide a la Compañía que lo provean de
astrónomos, a fin de mostrar al mundo de forma patente que
no se teme a la ciencia sino que se la cultiva. Se continúa
así una larga tradición jesuística que ve en el conocimiento
del mundo creado un camino para llegar al Creador. No en
vano, San Ignacio escribió que “su máxima consolación
procedía de contemplar los cielos y las estrellas, que
miraba largo rato y a menudo, porque de ellos le nacía el
impulso más fuerte para servir a Nuestro Señor”. También
poetas de todos los tiempos, observadores y visionarios de
la vida, han versado la estética del universo. El mismo
Galileo llegó a decir que “las matemáticas son el alfabeto
con el cual Dios ha escrito el universo”. Precisamente, en
este año que estamos a punto de finalizar se ha celebrado el
Año Internacional de la Astronomía por coincidir con el
cuatrocientos aniversario de aquella noche en que Galileo
enfocó su telescopio al cielo por primera vez, y también los
jesuitas como astrónomos y representantes del Vaticano, han
participado en las actividades del mismo. Así han
copatrocinado encuentros sobre asuntos que van desde
astrobiología a la astronomía y acciones culturales, como
films y shows del planetario, mantenimiento de bloggs y
publicación de una obra de divulgación sobre la astronomía y
el Vaticano.
Asimismo, hace ya mucho tiempo que la ecología es un tema
prioritario de la Compañía de Jesús. La Congregación General
34 declaraba ya que “el equilibrio ecológico y el uso atento
de los recursos mundiales son elementos importantes de la
justicia”. Hoy el reto es un nuevo nivel de compromiso como
también lo es con Nepal, Haití, los indígenas, y tantos
otros pueblos y culturas que sufren penalidades en el mundo.
Los jesuitas siguen haciendo historia y camino. Manresa
continúa siendo un nombre y un lugar particularmente querido
a la Compañía de Jesús y a cada jesuita porque aquí San
Ignacio recibió esa iluminación espiritual especial que está
en la base de la Orden que él fundó. Este próximo año
celebran los quinientos años del nacimiento de San Francisco
Borja (1510-1572), hombre de profunda e intensa
espiritualidad, y que fue el segundo General de la Compañía,
después de San Ignacio de Loyola. De igual modo, Matteo
Ricci es un nombre conocido especialmente en China, donde
fue gran misionero y científico. También se celebrará el
cuatrocientos aniversario de su muerte en Beijing (1610). A
la par, se proclama un nuevo beato español, prácticamente
desconocido, el jesuita Bernardo Francisco de Hoyos
(1711-35), su figura está unida sobre todo a la devoción del
Corazón de Jesús.
En el citado anuario también se incluyen cien años de
acontecimientos conmemorativos. El aniversario de la
provincia de California, que engloba los Estados de
California, Arizona, UTA, Nevada y Hawai. Hoy 389 jesuitas,
en cooperación con seglares, intentan seguir los pasos de
sus predecesores, dedicándose a estas prioridades: fomentar
la cooperación entre unos y otros; fortalecer la
solidaridad; responder a la diversidad y evangelizar la
cultura. La provincia jesuística de Hungría también ha
cumplido cien años y una de las últimas innovaciones de la
Provincia Húngara es la prometedora comunidad “Montserrat”,
en la que cinco jóvenes se están preparando para entrar en
el noviciado. El centenario de la iglesia San Juan Berchmans
en Bruselas será todo un acontecimiento a celebrar en
septiembre de 2010. También se conmemora el centenario de la
misión de Lifidzi en Mozambique. Allí desembarcó San
Francisco Javier en su viaje hacia Oriente, y la Compañía de
Jesús tiene una larga y rica historia de su presencia en
este país africano, donde siguen colaborando en la
reconstrucción de poblados y en la reconciliación e
integración social de las poblaciones después de las
contiendas.
A medida que cambia el mundo, cambia también el contexto de
su misión. La situación de los prófugos iraquíes en Jordania
es de pobreza, miseria, soledad, abandono. El servicio
Jesuita a Refugiados está trabajando activamente para
mejorar una situación que parece no tener esperanza. La isla
de Malta representa la frontera meridional de Europa. Aquí
llegan después de innumerables peripecias y peligros
millares de refugiados en fuga de diversos países,
especialmente de África. El sueño de una vida mejor en
Europa se rompe a menudo contra una dura y diferente
realidad. Junto a este sufrimiento también está la mano del
jesuita. Desde hace más de un siglo los jesuitas trabajan
igualmente en la Misión de Pine Ridge en Dakota del Sur (EE.UU),
siempre dispuestos en la ayuda. La pobreza y el
analfabetismo de los pastores nómadas kurubas no acabaron
con la opción por un estilo de vida tradicional. Jana
Jagaran organiza a los pastores para que se encaren con los
centros de poder y para proteger sus tradiciones y medios de
vida. Más de 200.000 kurubas, una comunidad tribal de
pastores, viven en perenne estado de migración.
La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las
fronteras, de adentrarse en la realidad de los jóvenes, de
apostar por la formación y la cultura, de estar junto a los
excluidos, pone de relieve la necesidad de instituciones
religiosas en un mundo convulso, donde la religión se
convierta en la fuente cultural e institucional más
importante de principios éticos. Es cierto que la Compañía
se ha situado siempre en la frontera entre la Iglesia y la
sociedad, entre la fe y la cultura, entre la religión y el
laicismo. En el Anuario se observa que esas posiciones de
vanguardia siguen firmes, propagándose con un lenguaje de
hoy. No es fácil llevar a buen término esta tarea, incómoda
y arriesgada, y en ocasiones poco apreciada, si no mal
entendida, pero es una labor tan necesaria como
imprescindible si queremos seguir avanzando todos junto a
todos.
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